El Papa Francisco pide un mundo libre de armas nucleares


El Papa Francisco pidió un mundo libre de armas nucleares para lo que pidió colaboración a los científicos para “convencer a los gobiernos de la inaceptabilidad ética de dicho armamento”.
En un discurso ante los participantes en la Plenaria de la Pontificia Academia de las Ciencias, celebrada este lunes 12 de noviembre en el Palacio Apostólico del Vaticano, el Santo Padre advirtió de “los daños irreparables que las armas nucleares causan a la humanidad y al planeta”.

Insistió en “la necesidad de un desarmen del cual parece que hoy no se habla más que en aquellas mesas en las cuales se toman las grandes decisiones”.

En su discurso, el Pontífice señaló que “el mundo de la ciencia, que en el pasado asumió posiciones de autonomía y de autosuficiencia, con actitudes de desconfianza en la confrontación de los valores espirituales y religiosos, hoy, en cambio, parece haber adquirido una mayor conciencia de la cada vez más compleja realidad del mundo y del ser humano”.

“Ha surgido una cierta inseguridad y un cierto tiempo ante la posible evolución de una ciencia y de una tecnología que, si se abandona sin control a sí misma, puede dar a espalda al bien de las personas y de los pueblos”.

Aseguró que “la ciencia y la tecnología influyen en la sociedad, pero también los pueblos, con sus valores y sus costumbres, influyen, a su vez en la ciencia. Con frecuencia, la dirección y el énfasis que se aplica a determinados desarrollos de la investigación científica están influidos por opiniones ampliamente compartidas, y por deseo de felicidad inscrito en la naturaleza humana”.

No obstante, “tenemos necesidad de una mayor atención a los valores y a los bienes fundamentales que se encuentran en la base de la relación entre los pueblos, sociedad y ciencia. Tal relación exige un replanteamiento dirigido a promover el progreso integral de todo ser humano y del bien común”.

Francisco subrayó que “diálogo abierto y atento discernimiento son indispensables, especialmente cuando la ciencia se vuelve más compleja y el horizonte que se abre hace emerger desafíos decisivos para el futuro de la humanidad. Hoy, de hecho, tanto la evolución social como los cambios científicos se producen de una forma cada vez más veloz”.

“Estos cambios interconectados entre ellos exigen un compromiso sabio y responsable por parte de la comunidad científica”, reclamó.

“La bella seguridad de la ‘torre de marfil’ de los primeros tiempos modernos, ha dejado el lugar, en muchos casos, a una saludable inquietud, para lo cual el científico de hoy se abre más fácilmente a los valores religiosos y contempla, más allá de las adquisiciones científicas, la riqueza del mundo espiritual de los pueblos, y la luz de la trascendencia divina”.

“La comunidad científica es parte de la sociedad y no debe considerarse como separada e independiente. De hecho, está llamada a servir a la familia humana y a su desarrollo integral”, defendió Francisco.

El Papa ofrece poner las universidades eclesiásticas al servicio de la paz

El Papa Francisco propuso poner la red mundial de universidades eclesiásticas al servicio de un “diálogo auténtico capaz de extinguir el odio, de abandonar egoísmos y referencias a sí mismos, de superar los deseos de poder y de abrumar a los más débiles y a los últimos”.

Según explicó el Pontífice en una carta que envió al Gran Canciller de la Pontificia Universidad Lateranense de Roma, Cardenal Angelo De Donatis, esa propuesta “no significa alterar el sentido institucional y las tradiciones consolidadas de nuestras realidades académicas, sino más bien orientar su función en la perspectiva de una Iglesia más marcadamente ‘en salida’ y misionera”.

El Santo Padre explicó que “la Iglesia, a la luz del Evangelio, se siente llamada a inspirar y apoyar cada iniciativa que asegure a los diferentes pueblos y países un camino de paz”.

En este sentido, afirmó que “el deseo de paz que surge de la familia humana siempre ha visto a la Iglesia prodigarse en hacer todo lo posible para contribuir a liberar hombres y mujeres de las tragedias de la guerra y aliviar sus peligrosas consecuencias”.

“Esta intención presupone sobre todo un esfuerzo educativo para escuchar y comprender, pero también para conocer y estudiar el patrimonio de valores, nociones y herramientas capaces de romper las tendencias al aislamiento, al cierre y a lógicas de poder que son portadoras de violencia y destrucción”, señaló.

El Pontífice defendió que “es posible enfrentar los desafíos del mundo contemporáneo con una capacidad de respuesta adecuada en los contenidos y compatible en el lenguaje, sobre todo al dirigirse a las nuevas generaciones. Ésta es, pues, la tarea que nos ha sido encomendada: encarnar la Palabra de Dios para la Iglesia y para la humanidad del tercer milenio”.

Para ello, “es importante que los estudiantes y docentes se sientan como peregrinos llamados a anunciar la Buena Nueva a todos los pueblos, sin tener miedo de arriesgar y de soñar con la paz para todas las personas y todas las naciones”.

El Papa no ha querido limitarse a una exposición teórica de la función de las universidades eclesiásticas en esta misión, sino que ha anunciado la creación, en la Pontificia Universidad Lateranense, de un ciclo de estudios de Ciencias de la Paz, “como itinerario académico en el que concurren los ámbitos teológicos, filosóficos, jurídicos, económicos y sociales según el criterio de la inter y la trans disciplinariedad”.

Por lo tanto, “la estructura curricular se servirá del concurso de las enseñanzas impartidas por las Facultades e Institutos de la Universidad Lateranense para otorgar los grados académicos de Bachillerato y Licenciatura al concluir, respectivamente, un primer ciclo de tres años y un curso de especialización de dos años”.

“Ante esta tarea espero que, en el servicio diario a la Sede de Pedro toda la comunidad universitaria lateranense –profesores, estudiantes y personal– se sienta involucrada en arrojar las semillas de la cultura de la paz. Una tarea que comienza con la escucha, el profesionalismo y la dedicación, siempre acompañados por la humildad, la mansedumbre y la disposición a hacer todo para todos”, concluyó el Papa Francisco.

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