El Papa Francisco animó a los cristianos a responder a la llamada de Dios del mismo modo en que respondió la Virgen María durante la anunciación: “Aquí estoy”.
En su reflexión antes del rezo del Ángelus de este sábado 8 de diciembre, Solemnidad de la Inmaculada Concepción, en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre expuso las dos posibles respuestas a la llamada de Dios.
Para ilustrarlo recurrió a las lecturas del día donde, por un lado, en la primera Lectura, del Libro del Génesis, donde se narra el episodio del pecado original, “encontramos un hombre que desde el principio dice ‘no’ a Dios”.
Por el contrario, en el Evangelio de San Lucas “vemos a María que en la anunciación dice ‘sí’ a Dios”.
“En ambas lecturas es Dios quien busca al hombre. En el primer caso va junto a Adán, después del pecado, y le pregunta: ‘¿Dónde estás?’, y él re contesta: ‘Me he escondido’”.
En el segundo caso, en cambio, “va junto a María, sin pecado, que responde: ‘He aquí la sierva del Señor’. ‘Aquí estoy’ es lo contrario de ‘me he escondido”, subrayó Francisco. “El ‘aquí estoy’ abre a Dios, mientras que el pecado cierra, aísla, te hace quedarte sólo contigo mismo”.
El Papa continuó: “‘Aquí estoy es la palabra clave de la vida. Marca el pasaje de una vida horizontal, centrada en uno mismo y en sus propias necesidades, a una vida vertical, dirigida a Dios”.
“‘Aquí estoy’ es estar disponibles para el Señor, es la cura del egoísmo, el antídoto ante una vida insatisfactoria en la cual siempre falta algo. ‘Aquí estoy’ es el remedio contra el envejecimiento del pecado, es la terapia para permanecer joven por dentro. ‘Aquí estoy’ es creer que Dios cuenta más que mi ‘yo’. Es decidir someterse al Señor, dóciles a sus sorpresas”.
Por ello, “decirle ‘aquí estoy’ es la alegría más grande que podemos ofrecerle. ¿Por qué no comenzar así la jornada? Sería bello decirle cada mañana: ‘Aquí estoy, Señor, para que hoy se cumple en mí tú voluntad’”.
El Papa resaltó la entrega total de María a los planes de Dios. “María añade: ‘Hágase en mí según tu palabra’. No dice ‘hágase según mi’, sino ‘según tu’. No pone límites a Dios. No pienso: ‘me dedico un poco a Él, me doy prisa y luego hago lo que quiero’”.
“No, María no ama al Señor cuando le apetece. Vive fiándose de Dios en todo y para todo. Ese es el secreto de la vida”. En cambio, “el Señor sufre cuando le responden como Adán: ‘tuve miedo y me he escondido’”.
Sufre porque “Dios es Padre, el más tierno de los padres, y desea la confianza de sus hijos. Cuántas veces, en cambio, sospechamos de Él y pensamos que nos mandará pruebas, nos privará de la libertad, nos abandonará”.
“Pero se trata de un gran engaño, es la tentación del principio, la tentación del diablo: insinuar la desconfianza de Dios. María, en cambio, vence esta primera tentación con su ‘aquí estoy’. Y hoy miramos a la belleza de la Virgen, que nació y vivió sin pecado, siempre dócil y transparente a Dios”.
Sin embargo, aclaró el Santo Padre, “eso no quiere decir que para ella la vida fuera fácil. Estar con Dios no resuelve mágicamente los problemas. Lo recuerda el final del Evangelio de hoy. Dice: ‘El ángel se alejó de ella’”.
“Se alejó, es un verbo fuerte. El ángel dejó a la Virgen sola en una situación difícil. Ella conocía de qué modo particular se iba a convertir en Madre de Dios, pero el ángel no lo había explicado a los demás”.
Así, “los problemas comenzaron pronto: pensemos en las situaciones irregulares según la ley, en el tormento de Dan José, en los planes de vida que saltaron, en lo que habría dicho la gente…”.
“Pero María pone la confianza en Dios delante de los problemas. Es abandonada por el ángel, pero cree que, con ella, en ella, ha permanecido Dios. Y se fía. Está convencida de que, con el Señor, también de modo inesperado, todo irá bien”.
El Papa finalizó: “Esa es la actitud sabia: no vivir dependiendo de los problemas”. “Pidamos a la Inmaculada la gracia para vivir así”.
El Papa Francisco recordó este sábado 8 de diciembre, durante el rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro, a los 6 fallecidos durante una avalancha de personas en una discoteca italiana en la noche del viernes 7 de diciembre.
“Dedico un recuerdo en mi oración para los chicos y la madre que murieron esta noche en una discoteca en Corinaldo, cerca de Ancora, así como por los numerosos heridos. Pido, para todos, la intercesión de la Virgen”, fueron las palabras del Santo Padre.
La estampida, que se produjo cerca de la localidad italiana de Ancora, se desencadenó durante un concierto de música trap en una discoteca a la que habían asistido más de 1.000 jóvenes, muchos acompañados de sus padres.
La tragedia tuvo lugar cuando un desconocido roció con una sustancia irritante –según los investigadores, posiblemente un spray pimienta empleado para la defensa personal– lo que provocó que algunos jóvenes comenzaran a correr hacia las salidas de emergencia.
Ante la confusión, otros jóvenes también comenzaron a correr sin saber el motivo del pánico, provocando una reacción en cadena. En pocos segundos, la situación de terror se extendió entre los asistentes, que se abalanzaron sobre las puertas de emergencia.
Fue precisamente a la salida de la discoteca cuando ocurrió la tragedia: una pasarela peatonal que comunicaba la puerta de emergencia con el parking colapsó ante el peso de la multitud y se desplomó al vacío, provocando la muerte de 5 jóvenes y la madre de uno de los chicos. Hay también multitud de heridos, 13 de ellos de gravedad.
Además de la sustancia irritante, las autoridades italianas indicaron que el local superaba ampliamente el aforo máximo permitido, lo que habría favorecido el incidente.
