El Papa Francisco en Bulgaria


El Papa Francisco llegó a Sofía, capital de Bulgaria, para comenzar su 29º viaje apostólico internacional en Bulgaria y Macedonia del Norte que realizará hasta el 7 de mayo.


El avión que transportó al Santo Padre aterrizó en el aeropuerto internacional de Sofía a las 9:55 a.m. (hora local) en donde se llevó a cabo el recibimiento oficial.

A su llegada, el Nuncio Apostólico en Bulgaria, Mons. Anselmo Guido Pecorari, subió al avión para saludar al Papa.

Al bajar del avión, el Pontífice fue recibido por el Primer Ministro de Bulgaria, Boiko Borísov, y por cuatro niños vestidos con trajes tradicionales quienes le regalaron flores.

Luego, el Primer Ministro acompañó al Santo Padre al salón gubernamental del aeropuerto en donde le agradeció por haber “cumplido su palabra y visitar Bulgaria” y añadió que “todo el pueblo búlgaro, sean los católicos, que los ortodoxos, creen en sus oraciones por la paz”, afirmó el político.

“Todos rezamos por la paz porque sabemos que la guerra es algo muy feo”, respondió el Papa. Posteriormente, tuvieron un breve encuentro privado.

Al finalizar, el Papa Francisco se traslada en coche al Palacio Presidencial en donde se llevará a cabo la ceremonia de bienvenida y después realizará la visita de cortesía al Presidente de Bulgaria, Rumen Radev.

Después, el Papa tendrá el tradicional encuentro con las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático en la Plaza Atanas Buroy. Allí pronunciará su primer discurso. Luego visitará al Patriarca y al Santo Sínodo en el Palacio del Santo Sínodo a quienes dirigirá un saludo.

Al terminar, el Pontífice irá a la Catedral Patriarcal de San Alejandro Nevsky para una oración privada ante el trono de los santos Cirilo y Metodio.

Al mediodía el Papa dirigirá el rezo del Regina Coeli en la Plaza de San Alejandro Nevsky y por la tarde presidirá la Misa en la Plaza Príncipe Alejandro I.

Se trata de la segunda ocasión en la que Bulgaria visita un Pontífice, tras el viaje de San Juan Pablo II en mayo de 2002.

Peregrinación de fe, unidad y paz

En un video mensaje difundido el pasado 3 de mayo, el Papa Francisco afirmó que realiza esta peregrinación a Bulgaria “en el signo de la fe, de la unidad y de la paz” y para recordar la memoria de San Juan XXIII “quien durante los casi diez años transcurridos en Sofía como Delegado Apostólico, creó un vínculo de estima y de afecto con su pueblo que dura hasta ahora”.

San Juan XXIII fue “un hombre de fe, de comunión y de paz”, subrayó el Santo Padre quien dijo que por este motivo, eligió como lema del viaje apostólico el título de su histórica Encíclica “Pacem in terris”.

Por otro lado, el Papa señaló que esta tierra “es el hogar de los testigos de la fe, desde el momento en que los santos hermanos Cirilo y Metodio sembraron el Evangelio allí: una siembra fructífera que dio frutos abundantes incluso en los períodos difíciles del siglo pasado”.

El Papa, recibido con honores de jefe de Estado por el Presidente de Bulgaria

En su primer acto oficial en Bulgaria, después de aterrizar en la mañana de este domingo 5 de mayo para su viaje apostólico a este país del este europeo y a Macedonia del Norte, el Santo Padre mantuvo un breve encuentro con el Presidente de la República Rumen Radev.

Después de ser recibido por el Primer Minsitro de Bulgaria, Boiko Borísov, en la terminal del aeropuerto internacional de Sofía, el Pontífice se trasladó al Palacio Presidencial, donde se le rindieron honores de jefe de Estado.

El Papa, acompañado del Presidente de la República, pasó revista a la guardia de honor, que interpretó los himnos de Bulgaria y de la Ciudad del Vaticano.

Posteriormente, ambos mandatarios accedieron al interior del Palacio Presidencial donde mantuvieron una conversación privada.

En el transcurso de la conversación, el Papa y el Presidente Borísov se intercambiaron regalos de cortesía.

El Papa regaló al mandatario búlgaro una reproducción del documento, conservado en el Archivo Secreto del Vaticano, del nombramiento por parte del Papa Pío XI de Mons. Angelo Roncalli, quien más tarde sería el Papa San Juan XXIII, como Delegado Apostólico ante el Reino de Bulgaria.

Discurso del Papa Francisco en el encuentro con el pueblo y autoridades de Bulgaria

El Papa Francisco pronunció su primer discurso del viaje apostólico a Bulgaria durante el encuentro con el pueblo búlgaro, las autoridades, con la sociedad civil y con el Cuerpo Diplomático llevado a cabo en la Plaza Atanas Burov de Sofía.

El Santo Padre destacó que Bulgaria es un “lugar de encuentro entre muchas culturas y civilizaciones, puente entre Europa del este y del sur, puerta abierta hacia el cercano oriente; una tierra en la que han arraigado antiguas raíces cristianas, que alimentan la vocación que favorece el encuentro en la región como también en la comunidad internacional”.

“Aquí la diversidad, en el respeto de las específicas peculiaridades, es vista como una oportunidad, una riqueza, y no como un motivo de conflicto”, afirmó.

Además, el Papa recordó a los santos Cirilo y Metodio, copatronos de Europa, que son “inspiradores del diálogo fecundo, de la armonía, del encuentro fraterno entre las Iglesias, los Estados y los pueblos. Que su brillante ejemplo suscite también en nuestros días numerosos imitadores y haga surgir nuevos itinerarios de paz y de concordia”.

A continuación, el texto completo del discurso del Santo Padre:

Señor Presidente, señor Primer Ministro, ilustres miembros del Cuerpo Diplomático, distinguidas Autoridades, representantes de las distintas Confesiones religiosas, queridos hermanos y hermanas:

Me alegro de encontrarme en Bulgaria, lugar de encuentro entre muchas culturas y civilizaciones, puente entre Europa del este y del sur, puerta abierta hacia el cercano oriente; una tierra en la que han arraigado antiguas raíces cristianas, que alimentan la vocación que favorece el encuentro en la región como también en la comunidad internacional. Aquí la diversidad, en el respeto de las específicas peculiaridades, es vista como una oportunidad, una riqueza, y no como un motivo de conflicto.

Saludo cordialmente a las Autoridades de la República y les agradezco la invitación a visitar Bulgaria. Agradezco al señor Presidente las corteses palabras que me ha dirigido acogiéndome en esta histórica plaza que lleva el nombre del estadista Atanas Burov, que sufrió la dureza de un régimen que no podía aceptar la libertad de pensamiento.

Envío con deferencia mi saludo a Su Santidad el Patriarca Neofit —a quien visitaré dentro de poco—, a los Metropolitas y a los Obispos del Santo Sínodo, y a todos los fieles de la Iglesia Ortodoxa Búlgara. Dirijo un afectuoso saludo a los Obispos, a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas y a todos los miembros de la Iglesia Católica, a los que vengo a confirmar en la fe y a animar en su cotidiano camino de vida y de testimonio cristiano.

Saludo cordialmente a los cristianos de otras Comunidades eclesiales, a los miembros de la Comunidad hebrea y a los fieles del islam y reafirmo con vosotros «la fuerte convicción de que las verdaderas enseñanzas de las religiones invitan a permanecer anclados en los valores de la paz; a sostener los valores del conocimiento recíproco, de la fraternidad humana y de la convivencia común» (Documento sobre la fraternidad humana, Abu Dabi, 4 febrero 2019). Aprovechemos la hospitalidad que el pueblo búlgaro nos ofrece para que cada religión, llamada a promover la armonía y la concordia, ayude al crecimiento de una cultura y de un ambiente permeados por el pleno respeto por la persona humana y su dignidad, instaurando conexiones vitales entre civilizaciones, sensibilidades y tradiciones diferentes, y rechazando toda violencia y coerción. De este modo, serán derrotados todos aquellos que buscan por todos los medios manipularla e instrumentalizarla.

Mi presente visita pretende unirse simbólicamente a la que realizó san Juan Pablo II en mayo de 2002 y se desarrolla en el grato recuerdo de la presencia en Sofía, por más de un decenio, del entonces Delegado Apostólico Mons. Angelo Giuseppe Roncalli. Él guardó siempre en el corazón sentimientos de gratitud y de profunda estima por vuestra nación, hasta el punto de afirmar que, estuviese donde estuviese, su casa siempre habría estado abierta para ustedes, sin necesidad de decir si se era católico u ortodoxo, sino solo un hermano de Bulgaria (cf. Homilía, 25 diciembre 1934). San Juan XXIII trabajó infatigablemente para promover la colaboración fraterna entre todos los cristianos, y gracias al Concilio Vaticano II, que él convocó y presidió en su primera fase, dio un gran impulso y fuerza al desarrollo de las relaciones ecuménicas.

Siguiendo la estela de estos providenciales eventos, a partir de 1968 —por tanto, hace ya 50 años— una delegación oficial búlgara, formada por las más altas Autoridades civiles y eclesiásticas, realiza cada año una visita al Vaticano con ocasión de la fiesta de los santos Cirilo y Metodio. Ellos evangelizaron los pueblos eslavos y fueron el origen del desarrollo de su lengua y cultura y sobre todo de abundantes y duraderos frutos de testimonio cristiano y de santidad.

Sean benditos los santos Cirilo y Metodio, copatronos de Europa, que, con sus oraciones, su ingenio y su concorde fatiga apostólica son ejemplo para nosotros y permanecen, después de más de un milenio, inspiradores del diálogo fecundo, de la armonía, del encuentro fraterno entre las Iglesias, los Estados y los pueblos. Que su brillante ejemplo suscite también en nuestros días numerosos imitadores y haga surgir nuevos itinerarios de paz y de concordia.

Ahora, en esta coyuntura histórica, pasados 30 años del final del régimen totalitario que limitaba la libertad y las iniciativas, Bulgaria debe afrontar las consecuencias de la emigración, que se ha producido en los últimos decenios, en la que más de dos millones de connacionales han salido buscando nuevas oportunidades de trabajo. En ese mismo tiempo, Bulgaria —como otros países del viejo continente— tiene que hacer frente a lo que se puede considerar un nuevo invierno demográfico, que ha caído como una cortina de hielo sobre buena parte de Europa, consecuencia de una disminución de la confianza en el futuro. La caída de los nacimientos, por tanto, sumándose al intenso flujo migratorio, ha supuesto la despoblación y el abandono de tantos pueblos y ciudades.

Además, Bulgaria debe hacer frente al fenómeno de aquellos que buscan entrar dentro de sus fronteras, para huir de la guerra y los conflictos o la miseria, e intentan alcanzar de cualquier forma las zonas más ricas del continente europeo, para encontrar nuevas oportunidades de existencia o simplemente un refugio seguro.

Señor Presidente: Conozco el compromiso con el que, desde hace años, los gobernantes de este país se esfuerzan por crear las condiciones para que, sobre todo los jóvenes, no se vean obligados a emigrar. Quisiera animarles a seguir en este sentido, a realizar todo el esfuerzo posible para promover unas condiciones favorables con vistas a que los jóvenes puedan invertir sus nuevas energías y programar su futuro personal y familiar, encontrando en su patria las condiciones que les permitan llevar una vida digna. Y a ustedes, que conocen el drama de la emigración, me permito sugeriros que, siguiendo su tradición, no cierren los ojos, ni el corazón, ni la mano a quien llama a su puerta.

Su país se ha distinguido siempre como un puente entre el este y el oeste, capaz de favorecer el encuentro entre culturas, etnias, civilizaciones y religiones diferentes, que, desde hace siglos, han convivido aquí en paz. El desarrollo, también económico y civil, de Bulgaria pasa necesariamente a través del reconocimiento y la valorización de esta específica característica suya. Ojalá que esta tierra, delimitada por el gran río Danubio y las orillas del mar Negro, fertilizada por el trabajo humilde de tantas generaciones y abierta al intercambio cultural y comercial, integrada en la Unión Europea y con sólidos vínculos con Rusia y Turquía, pueda ofrecer a sus hijos un futuro de esperanza.

Que Dios bendiga Bulgaria y la conserve pacífica y acogedora, y la haga próspera y feliz.

Papa Francisco destaca el cariño de San Juan XXIII por Bulgaria

El Papa Francisco recordó a san Juan Pablo II y a san Juan XXIII en su primer discurso del viaje apostólico a Bulgaria dirigido a los representantes del pueblo búlgaro, las autoridades, la sociedad civil y el Cuerpo Diplomático llevado a cabo en la Plaza Atanas Burov de Sofía.

Aquí “la diversidad, en el respeto de las específicas peculiaridades, es vista como una oportunidad, una riqueza, y no como un motivo de conflicto”, señaló el Santo Padre.

En este sentido, el Papa aseguró que Bulgaria es un “lugar de encuentro entre muchas culturas y civilizaciones, puente entre Europa del este y del sur, puerta abierta hacia el cercano oriente; una tierra en la que han arraigado antiguas raíces cristianas, que alimentan la vocación que favorece el encuentro en la región como también en la comunidad internacional”.

Además, Francisco destacó que su visita “pretende unirse simbólicamente a la que realizó san Juan Pablo II en mayo de 2002 y se desarrolla en el grato recuerdo de la presencia en Sofía, por más de un decenio, del entonces Delegado Apostólico Mons. Angelo Giuseppe Roncalli”.

San Juan XXIII “trabajó infatigablemente para promover la colaboración fraterna entre todos los cristianos, y gracias al Concilio Vaticano II, que él convocó y presidió en su primera fase, dio un gran impulso y fuerza al desarrollo de las relaciones ecuménicas”, afirmó el Papa.

En esta línea, el Pontífice envió saludos a Su Santidad el Patriarca Neofit -a quien visitará luego-, a los Metropolitas y a los Obispos del Santo Sínodo, y a todos los fieles de la Iglesia Ortodoxa Búlgara.

Después, se dirigió la Iglesia Católica en Bulgaria “dirijo un afectuoso saludo a los Obispos, a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas y a todos los miembros de la Iglesia Católica, a los que vengo a confirmar en la fe y a animar en su cotidiano camino de vida y de testimonio cristiano”, expresó.

Asimismo, el Papa se dirigió a los representantes de las otras comunidades eclesiales y reafirmó “la fuerte convicción de que las verdaderas enseñanzas de las religiones invitan a permanecer anclados en los valores de la paz; a sostener los valores del conocimiento recíproco, de la fraternidad humana y de la convivencia común”.

“Aprovechemos la hospitalidad que el pueblo búlgaro nos ofrece para que cada religión, llamada a promover la armonía y la concordia, ayude al crecimiento de una cultura y de un ambiente permeados por el pleno respeto por la persona humana y su dignidad, instaurando conexiones vitales entre civilizaciones, sensibilidades y tradiciones diferentes, y rechazando toda violencia y coerción. De este modo, serán derrotados todos aquellos que buscan por todos los medios manipularla e instrumentalizarla”, señaló el Pontífice.

Por otro lado, el Santo Padre recordó a los santos Cirilio y Metodio quienes “evangelizaron los pueblos eslavos y fueron el origen del desarrollo de su lengua y cultura y sobre todo de abundantes y duraderos frutos de testimonio cristiano y de santidad”.

En este sentido, el Papa destacó que el ejemplo de los santos Cirilo y Metodio, “suscite también en nuestros días numerosos imitadores y haga surgir nuevos itinerarios de paz y de concordia”.
También, el Santo Padre resaltó que Bulgaria ha padecido en las últimas décadas mucha emigración porque “más de dos millones de connacionales han salido buscando nuevas oportunidades de trabajo” y al mismo tiempo, “debe hacer frente al fenómeno de aquellos que buscan entrar dentro de sus fronteras, para huir de la guerra y los conflictos o la miseria, e intentan alcanzar de cualquier forma las zonas más ricas del continente europeo, para encontrar nuevas oportunidades de existencia o simplemente un refugio seguro”.

Por ello, el Papa Francisco les sugirió “no cerrar los ojos, ni el corazón, ni la mano a quien llama a su puerta”.

“Quisiera animarles a seguir en este sentido, a realizar todo el esfuerzo posible para promover unas condiciones favorables con vistas a que los jóvenes puedan invertir sus nuevas energías y programar su futuro personal y familiar, encontrando en su patria las condiciones que les permitan llevar una vida digna”, dijo el Papa.

Por último, el Santo Padre expresó su deseo para que esta tierra “delimitada por el gran río Danubio y las orillas del mar Negro, fertilizada por el trabajo humilde de tantas generaciones y abierta al intercambio cultural y comercial, integrada en la Unión Europea y con sólidos vínculos con Rusia y Turquía, pueda ofrecer a sus hijos un futuro de esperanza”.

“Que Dios bendiga Bulgaria y la conserve pacífica y acogedora, y la haga próspera y feliz”, concluyó.

Discurso del Papa Francisco ante el Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Búlgara

El Papa Francisco visitó al Patriarca y Santo Sínodo de la Iglesia Ortodoxa Búlgara en el Palacio del Santo Sínodo en Sofía este domingo 5 de mayo, primer día de su viaje apostólico a Bulgaria y Macedonia del Norte.

En su discurso pronunciado ante el Patriarca Neófito, el Pontífice llamó a superar las heridas abiertas entre cristianos a lo largo de la historia.

“Si ponemos juntos las manos sobre esas heridas y confesamos que Jesús ha resucitado, y lo proclamamos como nuestro Señor y nuestro Dios, si al reconocer nuestras faltas nos sumergimos en sus heridas de amor, tal vez podamos volver a encontrar la alegría del perdón y pregustar el día en que, con la ayuda de Dios, podremos celebrar el misterio pascual en el mismo altar”.

A continuación, el texto completo del discurso del Papa Francisco:

Santidad, venerados Metropolitas y Obispos, queridos hermanos,
Christos vozkrese!

En la alegría del Señor resucitado os dirijo el saludo pascual en este domingo, que el Oriente cristiano llama “domingo de santo Tomás”. Contemplamos al Apóstol que mete la mano en el costado del Señor y que, tocando sus heridas, confiesa: «¡Señor mío y Dios mío!» (Jn 20,28).

Las heridas que a lo largo de la historia se han abierto entre nosotros, los cristianos, son desgarros dolorosos causados al Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Todavía hoy palpamos las consecuencias.

Pero, si ponemos juntos las manos sobre esas heridas y confesamos que Jesús ha resucitado, y lo proclamamos como nuestro Señor y nuestro Dios, si al reconocer nuestras faltas nos sumergimos en sus heridas de amor, tal vez podamos volver a encontrar la alegría del perdón y pregustar el día en que, con la ayuda de Dios, podremos celebrar el misterio pascual en el mismo altar.

En este camino estamos sostenidos por tantos hermanos y hermanas, a quienes quisiera ante todo rendir homenaje: son los testigos de la Pascua. Cuántos cristianos en este país sufrieron por el nombre de Jesús, en particular durante la persecución del siglo pasado.

El ecumenismo de la sangre. Ellos esparcieron un suave perfume en la “Tierra de las rosas”. Pasaron a través de las espinas de la prueba para que se extienda la fragancia del Evangelio. Florecieron en un terreno fértil y bien labrado, en un pueblo rico de fe y humanidad genuina, que les dio raíces robustas y profundas. Pienso en la vida monástica que, de modo especial, alimentó la fe de la gente de generación en generación.

Creo que estos testigos de la Pascua, hermanos y hermanas de distintas confesiones unidos en el cielo por la caridad divina, ahora nos miran como si fuéramos semillas plantadas en la tierra para dar fruto. Y mientras muchos otros hermanos y hermanas en el mundo siguen sufriendo a causa de la fe, nos piden que no nos quedemos encerrados, sino que nos abramos, porque solo así las semillas dan fruto.

Este encuentro, que tanto he deseado, está en continuación al de san Juan Pablo II con el Patriarca Maxim, durante la primera visita de un Obispo de Roma en Bulgaria, y sigue las huellas de san Juan XXIII, que se encariñó en los años que aquí pasó con este pueblo «sencillo y bueno» (Diario del alma, Bologna 1987, 325), apreciando su honestidad, su laboriosidad y su dignidad en las pruebas.

También yo me encuentro aquí como un huésped acogido con afecto, y siento en el corazón la nostalgia del hermano, esa saludable nostalgia por la unidad entre los hijos del mismo Padre, que el papa Juan pudo ciertamente madurar en esta ciudad. Por eso, durante el Concilio Vaticano II, que él convocó, la Iglesia ortodoxa búlgara envió a sus observadores.

Desde entonces, los contactos se multiplicaron. Me refiero a las visitas de delegaciones búlgaras que desde hace cincuenta años acuden al Vaticano y que cada año tengo la alegría de recibir; así como la presencia en Roma de una comunidad ortodoxa búlgara, que reza en una iglesia de mi diócesis. Me alegra la acogida exquisita que aquí dispensan a mis enviados, cuya presencia se ha intensificado en los últimos años, y la colaboración con la comunidad católica local, sobre todo en el ámbito cultural.

Confío en que, con la ayuda de Dios y en los tiempos que la Providencia disponga, esos contactos incidan positivamente en tantos otros aspectos de nuestro diálogo. Mientras tanto, estamos llamados a caminar y a actuar juntos para dar testimonio del Señor, sirviendo especialmente a los hermanos más pobres y olvidados, en los que Él está presente. El ecumenismo del pobre.

Nos guían en el camino sobre todo los santos Cirilo y Metodio, que nos han unido desde el primer milenio y cuya memoria viva perdura en nuestras Iglesias como fuente de inspiración, porque, a pesar de las adversidades, ellos pusieron en primer lugar el anuncio del Señor, la llamada a la misión.

Como dijo san Cirilo: «A pesar de estar cansado y físicamente débil, iré con alegría a aquel país. Yo marcho con alegría por la fe cristiana» (Vida de Constantino VI,7; XIV,9). Y mientras los signos premonitorios presagiaban las dolorosas divisiones que sucederían en los siglos posteriores, eligieron la perspectiva de la comunión.

Misión y comunión: dos palabras que se entrelazan siempre en la vida de los dos santos y que pueden iluminarnos el camino para crecer en fraternidad. El ecumenismo de la misión.

Cirilo y Metodio, bizantinos de cultura, tuvieron la audacia de traducir la Biblia en una lengua accesible a los pueblos eslavos, para que la Palabra divina precediese a las palabras humanas. Su valiente apostolado permanece como un modelo de evangelización para todos. Un ámbito del anuncio que nos interpela es el de las jóvenes generaciones.

Es importante que, respetando las respectivas tradiciones y peculiaridades, nos ayudemos y encontremos modos para transmitir la fe con el lenguaje y las formas que permitan a los jóvenes experimentar la alegría de un Dios que los ama y los llama. De lo contrario se sentirán tentados a confiar en tantas sirenas engañosas de la sociedad de consumo.

Comunión y misión, cercanía y anuncio, los santos Cirilo y Metodio tienen mucho que decirnos también en lo que se refiere al futuro de la sociedad europea. En efecto, «fueron en cierto modo promotores de una Europa unificada y de una paz profunda entre todos los habitantes del continente, mostrando los fundamentos de un nuevo arte de vivir juntos, en el respeto de las diferencias, que no constituyen un obstáculo para la unidad» (S. JUAN PABLO II, Saludo a la Delegación oficial de Bulgaria, 24 mayo 1999: Insegnamenti XXII,1 [1999], 1080).

También nosotros, herederos de la fe de los santos, estamos llamados a ser artífices de comunión, instrumentos de paz en el nombre de Jesús. En Bulgaria, «encrucijada espiritual, tierra de encuentro y de comprensión recíproca» (ID., Discurso durante la Ceremonia de bienvenida, Sofía, 23 mayo 2002: Insegnamenti XXV,1 [2002], 864), han encontrado acogida varias confesiones, desde la armena a la evangélica, y diversas expresiones religiosas, desde la judía a la musulmana. La Iglesia católica encuentra acogida y respeto, tanto en la tradición latina como bizantina-eslava.

Agradezco a Su Santidad y al Santo Sínodo su benevolencia. También en nuestras relaciones, los santos Cirilo y Metodio nos recuerdan que «no se opone a la unidad de la Iglesia una cierta variedad de ritos y costumbres» y que entre Oriente y Occidente «las diversas fórmulas teológicas, más bien que oponerse entre sí, se completan y perfeccionan unas a otras» (CONC. ECUM. VAT. II, Decr. Unitatis redintegratio, 16-17). «¡Cuántas cosas podemos aprender unos de otros!» (Exhort. apost. Evangelii gaudium, 246).

Dentro de poco tendré la posibilidad de entrar en la Catedral Patriarcal de San Alejandro Nevski para detenerme a rezar recordando a los santos Cirilo y Metodio. San Alejandro Nevski, de la tradición rusa, y los santos hermanos, provenientes de la tradición griega y apóstoles de los pueblos eslavos, nos revelan que Bulgaria es un país puente.

Santidad, queridos hermanos, los aseguro mi oración por vosotros, por los fieles de este amado pueblo, por la alta vocación de este país, por nuestro caminar en un ecumenismo de la sangre, del pobre y de la misión.

A su vez, los pido un lugar en vuestras oraciones, con la certeza de que la oración es la puerta que hace posible todo camino de bien. Deseo renovar mi agradecimiento por la acogida recibida y aseguraros que guardaré en el corazón el recuerdo de este encuentro fraterno.

Christos vozkrese!

Estos son los tres tipos de ecumenismo que, según el Papa, acercan a los cristianos

El Papa Francisco citó los tres tipos de ecumenismo sobre los que construir las relaciones entre las diversas Iglesias cristianas: Ecumenismo de sangre, ecumenismo del pobre, ecumenismo de la misión.

En un discurso que pronunció ante el Patriarca Neófito, cabeza de la Iglesia Ortodoxa Búlgara, este domingo 5 de mayo, en el Palacio del Sínodo de Sofía en el viaje apostólico que inició hoy a Bulgaria, el Santo Padre resaltó la importancia del respeto y el conocimiento mutuo para estrechar las relaciones entre cristianos.

“Es importante que, respetando las respectivas tradiciones y peculiaridades, nos ayudemos y encontremos modos para transmitir la fe con el lenguaje y las formas que permitan a los jóvenes experimentar la alegría de un Dios que los ama y los llama. De lo contrario se sentirán tentados a confiar en tantas sirenas engañosas de la sociedad de consumo”, afirmó.

Sobre el ecumenismo de sangre, señaló que “las heridas que a lo largo de la historia se han abierto entre nosotros, los cristianos, son desgarros dolorosos causados al Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Todavía hoy palpamos las consecuencias”.

No obstante, “si ponemos juntos las manos sobre esas heridas y confesamos que Jesús ha resucitado, y lo proclamamos como nuestro Señor y nuestro Dios, si al reconocer nuestras faltas nos sumergimos en sus heridas de amor, tal vez podamos volver a encontrar la alegría del perdón y pregustar el día en que, con la ayuda de Dios, podremos celebrar el misterio pascual en el mismo altar”.

“En este camino estamos sostenidos por tantos hermanos y hermanas” que dieron su vida por la fe. “Cuántos cristianos en este país sufrieron por el nombre de Jesús, en particular durante la persecución del siglo pasado”, dijo en referencia a las víctimas de la represión comunista en Bulgaria durante la segunda mitad del siglo XX.

Sobre el ecumenismo del pobre, destacó que “estamos llamados a caminar y a actuar juntos para dar testimonio del Señor, sirviendo especialmente a los hermanos más pobres y olvidados, en los que Él está presente”.

Por último, puso de ejemplo a los santos Cirilo y Metodio para explicar el ecumenismo de la misión: “Nos guían en el camino sobre todo los santos Cirilo y Metodio, que nos han unido desde el primer milenio y cuya memoria viva perdura en nuestras Iglesias como fuente de inspiración, porque, a pesar de las adversidades, ellos pusieron en primer lugar el anuncio del Señor, la llamada a la misión”.

“Misión y comunión: dos palabras que se entrelazan siempre en la vida de los dos santos y que pueden iluminarnos el camino para crecer en fraternidad”, concluyó.

Papa Francisco reza a la Virgen para que Bulgaria sea tierra de encuentro

El Papa Francisco pidió a la Virgen su intercesión “ante el Señor Resucitado” para que conceda a Bulgaria “el impulso necesario para ser tierra de encuentro” antes de rezar el Regina Coeli en la plaza de San Alexander Nevsky de Sofía ante el icono de la Virgen de Nesebar, que significa “puerta del cielo”.

En el primer día de su visita apostólica a Bulgaria y Macedonia del Norte, el Santo Padre rezó “a la Santísima Virgen María, Reina del cielo y de la tierra, para que interceda ante el Señor Resucitado, y conceda a esta amada tierra el impulso necesario para ser tierra de encuentro; en la que, más allá de las diferencias culturales, religiosas o étnicas se sigan reconociendo y valorando como hijos y hermanos de un mismo Padre”.

“Nuestra invocación se expresa con la antigua oración del Regina Coeli. Lo hacemos aquí, en Sofía, delante del icono de la Virgen de Nesebar, que significa “Puerta del cielo”, y que era tan querida por mi predecesor san Juan XXIII, que comenzó a venerarla aquí en Bulgaria y la llevó consigo hasta la muerte”, explicó el Papa.

Tras saludar a números fieles católicos y a representantes ortodoxos, el Papa exclamó “¡Cristo ha resucitado, verdaderamente ha resucitado!” y explicó que con estas palabras, los cristianos, ortodoxos y católicos- de Bulgaria se saludan desde tiempos antiguos durante el tiempo pascual. “Dichas palabras expresan la gran alegría por la victoria de Jesucristo sobre el mal y sobre la muerte. Son una afirmación y un testimonio del corazón de nuestra fe: Cristo vive. Él es nuestra esperanza y la más hermosa juventud del mundo. Todo lo que Él toca se hace nuevo, se llena de vida”, explicó.

Por este motivo, el Pontífice citó la Exhortación Apostólica Christus Vivit para exclamar que “¡Él vive y te quiere vivo! Él está en ti, Él está contigo y nunca se va. Por más que te alejes, allí está el Resucitado, llamándote y esperándote para volver a empezar. Cuando te sientas avejentado por la tristeza, los rencores, los miedos, las dudas o los fracasos, Él estará allí para devolverte la fuerza y la esperanza”.

“Esta fe en Cristo resucitado se proclama desde hace dos mil años en cada rincón de la tierra, gracias a la misión generosa de tantos creyentes, que fueron llamados a darlo todo por el anuncio evangélico, sin guardar nada para sí mismos”, afirmó el Papa.

En esta línea, el Santo Padre recordó que en la historia de la Iglesia, “también aquí en Bulgaria, hubo pastores que se distinguieron por la santidad de su vida”, y recordó a San Juan XXIII a quienes lo llaman como “el santo búlgaro”.

Sobre San Juan XXIII, Francisco remarcó que fue “un santo pastor cuya memoria está particularmente viva en esta tierra, donde él vivió desde 1925 hasta 1934”. “Aquí aprendió a valorar la tradición de la Iglesia oriental, manteniendo relaciones de amistad con las otras confesiones religiosas” huella que lo llevó a promover el diálogo ecuménico durante el Concilio Vaticano II. “En cierto sentido, debemos agradecerle a esta tierra la sabia e inspiradora intuición del Papa bueno”, exclamó.

Por otro lado, el Pontífice relató que previamente visitó la iglesia Patriarcal de San Alejandro Nevski donde rezó a los santos Cirilo y Metodio, evangelizadores de los pueblos eslavos y también pudo “manifestar su estima y afecto a la venerada Iglesia ortodoxa de Bulgaria” al saludar a Su Santidad Neofit, Patriarca, junto a los Metropolitas del Santo Sínodo.

Después del rezo del Regina Coeli, el Santo Padre saludó a representantes de las diversas confesiones religiosas de Bulgaria y destacó que “aún siendo un país ortodoxo, es una encrucijada donde se encuentran y dialogan distintas expresiones religiosas”.

“La grata presencia en este encuentro de los representantes de esas distintas comunidades, muestra el deseo de todos por recorrer la senda, cada día más necesaria de asumir la cultura del diálogo como camino; la colaboración común como conducta; el conocimiento recíproco como método y criterio”, explicó el Papa.

Posteriormente, el Papa se traslada a la Nunciatura Apostólica donde almorzará en privado. Por la tarde, celebrará la Misa en la plaza Knyaz Alexandar I.

El Papa conmueve con su silenciosa oración a los santos Cirilo y Metodio

Después del encuentro que mantuvo en el Palacio del Sínodo de Sofía con el Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Búlgara, Neófito, el Papa Francisco se trasladó, este domingo 5 de mayo en el contexto de su viaje apostólico a Bulgaria, a la Catedral Patriarcal de San Alejandro Nevski para rezar a los santos Cirilo y Metodio.

El Pontífice se detuvo durante varios minutos en oración delante del iconoclastos de la catedral y, posteriormente, se acercó al trono de los santos Cirilo y Metodio, patronos de Europa y evangelizadores del mundo eslavo.

Antes, en el discurso que pronunció ante la cabeza de la Iglesia Ortodoxa Búlgara, el Santo Padre señaló que “Cirilo y Metodio, bizantinos de cultura, tuvieron la audacia de traducir la Biblia en una lengua accesible a los pueblos eslavos, para que la Palabra divina precediese a las palabras humanas. Su valiente apostolado permanece como un modelo de evangelización para todos. Un ámbito del anuncio que nos interpela es el de las jóvenes generaciones”.

También, en el discurso que pronunció ante autoridades búlgaras, dijo que los “santos Cirilo y Metodio. Ellos evangelizaron los pueblos eslavos y fueron el origen del desarrollo de su lengua y cultura y sobre todo de abundantes y duraderos frutos de testimonio cristiano y de santidad”.

“Sean benditos los santos Cirilo y Metodio, copatronos de Europa, que, con sus oraciones, su ingenio y su concorde fatiga apostólica son ejemplo para nosotros y permanecen, después de más de un milenio, inspiradores del diálogo fecundo, de la armonía, del encuentro fraterno entre las Iglesias, los Estados y los pueblos. Que su brillante ejemplo suscite también en nuestros días numerosos imitadores y haga surgir nuevos itinerarios de paz y de concordia”.

Patronos de Europa

San Cirilo y san Metodio fueron dos hermanos y religiosos que están considerados como los grandes evangelizadores y apóstoles del mundo de lengua eslava.

Originarios de Grecia, ejercieron su misión evangelizadora en el antiguo estado medieval de Gran Moravia, en Europa del Este, en el siglo IX.

Entre los grandes hitos de su labor evangelizadora está la traducción de los Evangelios a la lengua eslava, para lo cual desarrollaron un nuevo alfabeto conocido como cirílico y en el cual se escriben hoy casi todas las lenguas eslavas.

San Juan Pablo II los proclamó patronos de Europa el 31 de diciembre de 1980.

Homilía del Papa Francisco en la Misa celebrada en Bulgaria

En la homilía que pronunció durante la Misa celebrada este domingo 5 de mayo en la Plaza Knyaz Alexandar I de Sofía, durante su viaje apostólico a Bulgaria, el Papa Francisco subrayó tres certezas: Dios llama, Dios sorprende, Dios ama.

“Dios llama, Dios sorprende porque Dios ama. Su lenguaje es el amor. Por eso pide a Pedro y nos pide a nosotros que sintonicemos con su mismo lenguaje: ‘¿Me amas?’. Pedro acoge la invitación y, después de tanto tiempo pasado con Jesús, comprende que amar quiere decir dejar de estar en el centro. Ahora ya no comienza desde sí mismo, sino desde Jesús: ‘Tú conoces todo’, responde”.

A continuación, la homilía completa del Papa Francisco:

Queridos hermanos y hermanas, Cristo ha resucitado.
Es maravilloso el saludo con el que los cristianos de vuestro país comparten la alegría del Resucitado durante el tiempo pascual.

Todo el episodio que hemos escuchado, que se narra al final de los Evangelios, nos permite sumergirnos en esta alegría que el Señor nos envía a “contagiar”, recordándonos tres realidades estupendas que marcan nuestra vida de discípulos: Dios llama, Dios sorprende, Dios ama.

Dios llama. Todo sucede en las orillas del lago de Galilea, allí donde Jesús había llamado a Pedro. Lo había llamado a dejar su oficio de pescador para convertirse en pescador de hombres (cf. Lc 5,4-11). Ahora, después de todo el camino recorrido, después de la experiencia de ver morir al Maestro y a pesar del anuncio de su resurrección, Pedro vuelve a la vida de antes: «Me voy a pescar», dice.

Los otros discípulos no se quedan atrás: «Vamos también nosotros contigo» (Jn 21,3). Parece que dan un paso atrás; Pedro vuelve a tomar las redes, a las que había renunciado por Jesús. El peso del sufrimiento, de la desilusión, incluso de la traición se había convertido en una piedra difícil de remover en el corazón de los discípulos; heridos todavía bajo el peso del dolor y la culpa, la buena nueva de la Resurrección no había echado raíces en su corazón.

El Señor sabe lo fuerte que es para nosotros la tentación de volver a las cosas de antes. En la Biblia, las redes de Pedro, como las cebollas de Egipto, son símbolo de la tentación de la nostalgia del pasado, de querer recuperar algo que se había querido dejar. Frente a las experiencias de fracaso, dolor e incluso de que las cosas no resulten como se esperaban, siempre aparece una sutil y peligrosa tentación que invita a desanimarse y bajar los brazos.

Es la psicología del sepulcro que tiñe todo de resignación, haciendo que nos apeguemos a una tristeza dulzona que, como polilla, corroe toda esperanza. Así se gesta la mayor amenaza que puede arraigarse en el seno de una comunidad: el gris pragmatismo de la vida, en la que todo procede aparentemente con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad (cf. Exhort. apost. Evangelii gaudium, 83).

Pero precisamente allí, en el fracaso de Pedro, llega Jesús, comienza de nuevo, con paciencia sale a su encuentro y le dice «Simón» (v. 15): era el nombre de la primera llamada. El Señor no espera situaciones ni estados de ánimo ideales, los crea. No espera encontrarse con personas sin problemas, sin desilusiones, pecados o limitaciones.

Él mismo enfrentó el pecado y la desilusión para ir al encuentro de todo viviente e invitarlo a caminar. Hermanos, el Señor no se cansa de llamar. Es la fuerza del Amor que ha vencido todo pronóstico y sabe comenzar de nuevo. En Jesús, Dios busca dar siempre una posibilidad. Lo hace así también con nosotros: nos llama cada día a revivir nuestra historia de amor con Él, a volver a fundarnos en la novedad, que es Él mismo.

Todas las mañanas, nos busca allí donde estamos y nos invita «a alzarnos, a levantarnos de nuevo con su Palabra, a mirar hacia arriba y a creer que estamos hechos para el Cielo, no para la tierra; para las alturas de la vida, no para las bajezas de la muerte» y nos invita a no buscar «entre los muertos al que vive» (Homilía de la Vigilia Pascual, 20 abril 2019). Cuando lo acogemos, subimos más alto, abrazamos nuestro futuro más hermoso, no como una posibilidad sino como una realidad. Cuando la llamada de Jesús es la que orienta nuestra vida, el corazón se rejuvenece.

Dios sorprende. Es el Señor de las sorpresas que no sólo invita a sorprenderse sino a realizar cosas sorprendentes. El Señor llama y, al encontrar a los discípulos con sus redes vacías, les propone algo insólito: pescar de día, algo más bien extraño en aquel lago. Les devuelve la confianza poniéndolos en movimiento y lanzándolos nuevamente a arriesgar, a no dar nada ni, especialmente, nadie por perdido.

Es el Señor de las sorpresas que rompe los encierros paralizantes devolviendo la audacia capaz de superar la sospecha, la desconfianza y el temor que se esconden detrás del “siempre se hizo así”. Dios sorprende cuando llama e invita a lanzar mar adentro en la historia no solamente las redes, sino a nosotros mismos y a mirar la vida, a mirar a los demás e incluso a nosotros mismos con sus mismos ojos porque «en el pecado, él ve hijos que hay que elevar de nuevo; en la muerte, hermanos para resucitar; en la desolación, corazones para consolar. No tengas miedo, por tanto: el Señor ama tu vida, incluso cuando tienes miedo de mirarla y vivirla» (ibíd.).

Llegamos así a la tercera certeza de hoy. Dios llama, Dios sorprende porque Dios ama. Su lenguaje es el amor. Por eso pide a Pedro y nos pide a nosotros que sintonicemos con su mismo lenguaje: «¿Me amas?». Pedro acoge la invitación y, después de tanto tiempo pasado con Jesús, comprende que amar quiere decir dejar de estar en el centro. Ahora ya no comienza desde sí mismo, sino desde Jesús: «Tú conoces todo» (Jn 21,17), responde.

Se reconoce frágil, comprende que no puede seguir adelante sólo con sus fuerzas. Y se funda en el Señor, en la fuerza de su amor, hasta el extremo. Esta es nuestra fuerza, que cada día estamos invitados a renovar: el Señor nos ama. Ser cristiano es una invitación a confiar que el amor de Dios es más grande que toda limitación o pecado. Uno de los grandes dolores y obstáculos que experimentamos hoy, no nace tanto de comprender que Dios sea amor, sino de que hemos llegado a anunciarlo y testimoniarlo de tal manera que para muchos este no es su nombre. Dios es amor que ama, se entrega, llama y sorprende.

He aquí el milagro de Dios que, si nos dejamos guiar por su amor, hace de nuestras vidas obras de arte. Tantos testigos de la Pascua en esta tierra bendita han realizado obras maestras magníficas, inspirados por una fe sencilla y un gran amor. Entregando la vida, fueron signos vivientes del Señor sabiendo superar la apatía con valentía y ofreciendo una respuesta cristiana a las inquietudes que se les presentaban (cf. Exhort. apost. postsin. Christus vivit, 174).

Hoy estamos invitados a mirar y descubrir lo que el Señor hizo en el pasado para lanzarnos con Él hacia el futuro sabiendo que, en el acierto o en el error, siempre volverá a llamarnos para invitarnos a tirar las redes. Lo que les dije a los jóvenes en la Exhortación que escribí recientemente, deseo decirlo también a vosotros.

Una Iglesia joven, una persona joven, no por edad sino por la fuerza del Espíritu, nos invita a testimoniar el amor de Cristo, un amor que apremia y que nos lleva a ser luchadores por el bien común, servidores de los pobres, protagonistas de la revolución de la caridad y del servicio, capaces de resistir las patologías del individualismo consumista y superficial. Enamorados de Cristo, testigos vivos del Evangelio en cada rincón de esta ciudad (cf. ibíd., 174-175).

No tengáis miedo de ser los santos que esta tierra necesita, una santidad que no os quitará fuerza, vida o alegría; sino más bien todo lo contrario, porque vosotros y los hijos de esta tierra llegareis a ser lo que el Padre soñó cuando os creó (cf. Exhort. apost. Gaudete et exsultate, 32).

Llamados, sorprendidos y enviados por amor.

Estas 3 certezas marcan la vida de todo cristiano, afirma el Papa Francisco

Dios llama, Dios sorprende y Dios ama. El Papa Francisco subrayó estas tres certezas que marcan la vida de todo cristiano este domingo 5 de mayo durante la Misa que presidió en la Plaza Knyaz Alexandar I de Sofía, durante el viaje apostólico que inició hoy a Bulgaria.

Dios llama

El Santo Padre explicó que “el Señor no espera situaciones ni estados de ánimo ideales, los crea. No espera encontrarse con personas sin problemas, sin desilusiones, pecados o limitaciones”. El Señor va al encuentro, destacó.

De hecho, “Él mismo enfrentó el pecado y la desilusión para ir al encuentro de todo viviente e invitarlo a caminar. Hermanos, el Señor no se cansa de llamar. Es la fuerza del Amor que ha vencido todo pronóstico y sabe comenzar de nuevo”.

“En Jesús, Dios busca dar siempre una posibilidad. Lo hace así también con nosotros: nos llama cada día a revivir nuestra historia de amor con Él, a volver a fundarnos en la novedad, que es Él mismo.”

Aseguró que Dios, “todas las mañanas, nos busca allí donde estamos y nos invita a alzarnos, a levantarnos de nuevo con su Palabra, a mirar hacia arriba y a creer que estamos hechos para el Cielo, no para la tierra; para las alturas de la vida, no para las bajezas de la muerte y nos invita a no buscar entre los muertos al que vive”.

“Cuando lo acogemos, subimos más alto, abrazamos nuestro futuro más hermoso, no como una posibilidad sino como una realidad. Cuando la llamada de Jesús es la que orienta nuestra vida, el corazón se rejuvenece”, subrayó.

Dios sorprende

En segundo lugar, indicó que Dios “es el Señor de las sorpresas que no sólo invita a sorprenderse sino a realizar cosas sorprendentes”.

Dios “es el Señor de las sorpresas que rompe los encierros paralizantes devolviendo la audacia capaz de superar la sospecha, la desconfianza y el temor que se esconden detrás del siempre se hizo así”.

Dios ama

“Llegamos así a la tercera certeza de hoy. Dios llama, Dios sorprende porque Dios ama. Su lenguaje es el amor”, afirmó el Pontífice en su homilía.

“Esta es nuestra fuerza”, continuó el Papa, “que cada día estamos invitados a renovar: el Señor nos ama. Ser cristiano es una invitación a confiar que el amor de Dios es más grande que toda limitación o pecado”.

Insistió en que “hoy estamos invitados a mirar y descubrir lo que el Señor hizo en el pasado para lanzarnos con Él hacia el futuro sabiendo que, en el acierto o en el error, siempre volverá a llamarnos para invitarnos a tirar las redes”.

“Una Iglesia joven, una persona joven, no por edad sino por la fuerza del Espíritu, nos invita a testimoniar el amor de Cristo, un amor que apremia y que nos lleva a ser luchadores por el bien común, servidores de los pobres, protagonistas de la revolución de la caridad y del servicio, capaces de resistir las patologías del individualismo consumista y superficial. Enamorados de Cristo, testigos vivos del Evangelio en cada rincón de esta ciudad”.

El Papa Francisco finalizó su homilía invitando a los presentes a no tener miedo: “No tengáis miedo de ser los santos que esta tierra necesita, una santidad que no os quitará fuerza, vida o alegría; sino más bien todo lo contrario, porque vosotros y los hijos de esta tierra llegareis a ser lo que el Padre soñó cuando os creó”.

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