El tercer y ultimo dia del Papa en Bulgaria


El Papa llegó a Macedonia del Norte, donde nació la Madre Teresa


El Papa Francisco se encuentra ya en Skopje, capital de Macedonia del Norte, ciudad donde nació la Madre Teresa, para conmemorar el 25 aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas con la Santa Sede.

El Pontífice aterrizó en el aeropuerto internacional de la capital nordmacedonia este martes 7 de mayo a las 8:15, hora local, donde tuvo lugar el recibimiento oficial antes de su traslado al Palacio Presidencial, donde se encontrará con el Presidente, el Primer Ministro y otras autoridades nacionales y locales.

El Santo Padre llega a este país balcánico después de haber estado 2 día en Bulgaria. Al pie del avión de Alitalia que trasladó a Francisco le esperaba una comitiva presidida por el Presidente de la República de Macedonia del Norte, Gjorge Ivanov, y por el Primer Ministro del país, Zoran Zaev.

Junto a ellos, estaban algunas autoridades civiles, religiosas y militares, así como un grupo de niños vestidos con trajes tradicionales que han realizado diversos regalos al Papa. Entre los regalos, además de un ramo de flores, los niños han ofrecido al Pontífice un plato de comida tradicional macedonia que Francisco ha probado junto con el Presidente de la República y el Primer Ministro.

En la pista del aeropuerto se había congregado también un grupo de fieles que, hondeando banderas macedonias y vaticanas, coreaban el nombre de Francisco.

Tras el recibimiento en el aeropuerto, el Papa se ha trasladado al Palacio Presidencial para comenzar su agenda oficial. Francisco estará en Macedonia del Norte todo el día de este martes 7 de mayo antes de regresar, ya por la noche a Roma.

Entre los eventos destacados en su agenda para hoy está la visita al Memorial de la Madre Teresa, la Santa Misa y un encuentro ecuménico e interreligioso.

El Papa destaca el ejemplo de convivencia de los ciudadanos de Macedonia del Norte

El Papa Francisco mantuvo este martes 7 de mayo un encuentro con autoridades, sociedad civil y cuerpo diplomático de Macedonia del Norte, ante los que destacó la capacidad de integración y convivencia del pueblo nordmacedonio y su generosidad con los migrantes y refugiados.

El Papa puso de relieve el hecho de que esta sea “la primera vez que el Sucesor del Apóstol Pedro viene a la República de Macedonia del Norte, y me alegro de hacerlo en el 25 aniversario del establecimiento de las relaciones diplomáticas con la Santa Sede, que se efectuaron pocos años después de la independencia obtenida en septiembre de 1991”.

En su discurso ante las autoridades, Francisco también destacó, como un precioso patrimonio, “la composición multiétnica y multirreligiosa del rostro de vuestro pueblo, fruto de una historia rica y, por qué no, también compleja de relaciones entretejidas en el curso de los siglos”.

En este sentido, alabó la “pacífica y duradera convivencia, en la que las distintas identidades han sabido y podido expresarse y desarrollarse sin negar, oprimir o discriminar a las otras”.

El Papa animó a aumentar los esfuerzos “para que las distintas expresiones religiosas y las diferentes etnias encuentren un terreno de encuentro común en el respeto de la dignidad de cada persona humana y en la correspondiente garantía de las libertades fundamentales”.

También propuso el modelo de convivencia que se da en Macedonia del Norte, que ha conseguido integrar a diferentes religiones (ortodoxos, musulmanes, católicos, hebreos y protestantes) e identidades étnicas (macedonios, albaneses, serbios, croatas).

“Estas características particulares tienen una significación relevante para el camino de una mayor integración con los países europeos”, aseguró. “Deseo que tal integración se desarrolle positivamente en toda la región de los Balcanes occidentales, como también que se logre respetando siempre la diversidad y los derechos fundamentales”.

En su discurso, el Santo Padre señaló también la acogida y socorro de la sociedad macedonia “a un gran número de migrantes y refugiados provenientes de diferentes países de Oriente Medio”.

“Ellos huían de la guerra o de condiciones de extrema pobreza, a menudo a causa de graves episodios bélicos, y en los años 2015 y 2016 atravesaron vuestras fronteras, en su mayor parte para dirigirse hacia el norte y oeste europeo, encontrando en vosotros un refugio valioso”.

Ante la crisis humana sin precedentes, “la inmediata solidaridad ofrecida a los que se encontraban entonces en una grave necesidad, por haber perdido muchos seres queridos además de la casa, el trabajo y la patria, os honra y habla del alma de este pueblo que, habiendo conocido también las privaciones, reconoce la vía del verdadero desarrollo en la solidaridad y en el compartir los bienes”.

Francisco recordó también a la hija más ilustre de Macedonia del Norte, la Madre Teresa de Calcuta.

“Ella nació en un suburbio de Skopie en 1910 con el nombre Anjezë Gonxha Bojaxhiu y desarrolló su apostolado en India, con humildad y total donación de sí misma, y por medio de sus hermanas alcanzó los más diversos confines geográficos y existenciales”.

Aseguró que se siente “feliz de acercarme dentro de poco a rezar en el Memorial que le habéis dedicado, construido en el lugar donde antes se encontraba la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, en la que fue bautizada”.

“Con razón, estáis orgullosos de esta gran mujer. Os exhorto a continuar trabajando con determinación, dedicación y esperanza para que los hijos e hijas de esta tierra, siguiendo su ejemplo, puedan descubrir, alcanzar y madurar la vocación que Dios ha soñado para ellos”, concluyó el Papa.

Papa Francisco visita el memorial de la Madre Teresa en Macedonia del Norte
El Papa Francisco visitó este 7 de mayo el memorial de la Madre Teresa localizado en Skopje, capital de Macedonia del Norte, en el último día de su viaje apostólico a Bulgaria y Macedonia del Norte.

El Santo Padre llegó a las 10:20 a.m. (hora local) al memorial de la Madre Teresa que se localiza en donde estuvo la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, destruida en 1963, lugar en donde la religiosa fue bautizada al día siguiente de su nacimiento y donde acudía a rezar frecuentemente.

La construcción actual fue inaugurada en 2009 y recibe alrededor de 100 mil peregrinos cada año. En el primer piso hay un museo con fotos y objetos personales de Madre Teresa, así como también algunas reliquias y en el segundo hay una capilla con muros de vidrio.

A su llegada, el Pontífice fue recibido por la Madre Superiora de las Misioneras de la Caridad, otras hermanas espirituales de la Madre Teresa y un niño que le regaló al Papa un ramo de flores. Luego, el Santo Padre se detuvo ante una estatua grande de la Santa Teresa de Calcuta y colocó un tributo floral.

Después, el Papa fue a la capilla en donde estaban presentes representantes de las comunidades religiosas presentes en Macedonia del Norte. Sobre el altar, estaban expuestas las reliquias de la Santa, objetos personales y cinco velas que representan las confesiones religiosas presentes en el país.

El Santo Padre se detuvo ante las reliquias en oración silenciosa y después recitó una oración en honor a la Madre Teresa en la que invocó la intercesión de la Santa para que ruegue “por esta ciudad, por este pueblo, por su Iglesia y por todos los que quieren seguir a Cristo, Buen Pastor, como discípulos suyos, realizando obras de justicia, de amor, de misericordia, de paz y de servicio, como Él que vino no para ser servido sino para servir y dar la vida por muchos, Cristo nuestro Señor”.

Posteriormente, el Papa saludó a los líderes religiosos, a dos familiares de la Madre Teresa y fue al patio en donde estaban presentes alrededor de 100 personas pobres que reciben asistencia de las hermanas Misioneras de la Caridad.

Tras el saludo de la Superiora de la comunidad y el testimonio de una persona asistida, el Pontífice bendijo la primera piedra del Santuario de la Madre Teresa.

Esta es la oración que el Papa Francisco recitó en el memorial de la Madre Teresa
El Papa Francisco visitó el memorial de la Madre Teresa localizado en Skopje, capital de Macedonia del Norte, construído en donde estuvo la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, destruida en 1963, lugar en donde la religiosa fue bautizada al día siguiente de su nacimiento y donde acudía a rezar frecuentemente.

Durante su visita, el Santo Padre fue a la capilla en donde estaban expuestas sobre el altar las reliquias de la Santa, objetos personales y cinco velas que representan las confesiones religiosas presentes en el país.

Tras haber rezado en silencio, el Papa Francisco recitó una oración en honor a la Madre Teresa.

A continuación, el texto completo de la oración del Santo Padre:

Dios, Padre de misericordia y de todo bien, te damos gracias por el don de la vida y el carisma de la santa Madre Teresa. En tu gran providencia, la has llamado a dar testimonio de tu amor entre los más pobres de la India y del mundo. Ella supo hacer el bien a los más necesitados, puesto que reconoció en cada hombre y mujer el rostro de tu Hijo.

Dócil a tu Espíritu, ha sido la voz orante de los pobres y de todos aquellos que tienen hambre y sed de justicia. Acogiendo el grito de Jesús en la cruz, «tengo sed», Madre Teresa ha calmado la sed de Jesús en la cruz, cumpliendo las obras del amor misericordioso.

Te pedimos, santa Madre Teresa, madre de los pobres, tu especial intercesión y ayuda, aquí, en la ciudad de tu nacimiento, donde estaba tu casa.

Aquí recibiste el don del nuevo nacimiento en los sacramentos de la iniciación cristiana. Aquí escuchaste las primeras palabras de la fe en tu familia y en la comunidad de los fieles. Aquí comenzaste a ver y a conocer a los necesitados, a los pobres y a los pequeños. Aquí aprendiste de tus padres a amar a los más necesitados y a ayudarlos. Aquí, en el silencio de la iglesia, escuchaste la llamada de Jesús a seguirlo, como religiosa, en las misiones.

Desde aquí te pedimos: intercede ante Jesús para que también nosotros obtengamos la gracia de estar vigilantes y atentos al grito de los pobres, de aquellos que están privados de sus derechos, de los enfermos, de los marginados, de los últimos. Que Él nos conceda la gracia de verlo en los ojos de quien nos mira porque necesita de nosotros.
Que nos dé un corazón que sepa amar a Dios presente en cada hombre y mujer, y que sepa reconocerlo en aquellos que están afligidos por el sufrimiento y la injusticia. Que nos conceda la gracia de ser también nosotros signo de amor y esperanza en nuestro tiempo, en el que hay tantos necesitados, abandonados, marginados y emigrantes. Que haga que nuestro amor no sea solo de palabra, sino que sea eficaz y verdadero, para que podamos dar testimonio creíble de la Iglesia, que tiene el deber de predicar el Evangelio a los pobres, la liberación a los prisioneros, la alegría a los tristes, la gracia de la salvación a todos.

Santa Madre Teresa, ruega por esta ciudad, por este pueblo, por su Iglesia y por todos los que quieren seguir a Cristo, Buen Pastor, como discípulos suyos, realizando obras de justicia, de amor, de misericordia, de paz y de servicio, como Él que vino no para ser servido sino para servir y dar la vida por muchos, Cristo nuestro Señor. Amén.

Homilía del Papa Francisco en la Misa celebrada en Macedonia del Norte
El Papa Francisco presidió la Misa celebrada en la Plaza Macedonia de Skopje, capital de Macedonia del Norte, donde el Santo Padre se encuentra de viaje apostólico.

En su homilía, Francisco pidió recuperar el sentido de fraternidad, seriamente dañado por el exceso de información y de desinformación que empuja al descrédito y a la descalificación.

“Digámoslo con fuerza y sin miedo: tenemos hambre, Señor. Tenemos hambre, Señor, del pan de tu Palabra capaz de abrir nuestros encierros y soledades. Tenemos hambre, Señor, de fraternidad para que la indiferencia, el descrédito, la descalificación no llenen nuestras mesas y no tomen el primer puesto en nuestro hogar”.

A continuación, la homilía completa pronunciada por el Papa Francisco:

«El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás» (Jn 6,35), nos ha dicho el Señor hace un instante.

En el Evangelio, se concentra alrededor de Jesús una muchedumbre que tenía todavía delante de los ojos la multiplicación de los panes. Uno de esos momentos que quedaron grabados en los ojos y en el corazón de la primera comunidad de discípulos.

Fue una fiesta… la fiesta de descubrir la abundancia y solicitud de Dios para con sus hijos, hermanados en el partir y compartir el pan. Imaginemos por unos instantes esa muchedumbre. Algo había cambiado. Por unos momentos, esas personas sedientas y silenciosas que seguían a Jesús en busca de una palabra fueron capaces de tocar con sus manos y sentir en sus cuerpos el milagro de la fraternidad, que es capaz de saciar y hacer abundar.

El Señor vino para darle vida al mundo y lo hace desafiando la estrechez de nuestros cálculos, la mediocridad de nuestras expectativas y la superficialidad de nuestros intelectualismos; cuestiona nuestras miradas y certezas invitándonos a pasar a un horizonte nuevo que abre espacio a una renovada forma de construir la realidad. Él es el Pan vivo bajado del cielo, «el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás».

Esa muchedumbre descubrió que el hambre de pan también tenía otros nombres: hambre de Dios, hambre de fraternidad, hambre de encuentro y de fiesta compartida.

Nos hemos acostumbrado a comer el pan duro de la desinformación y hemos terminado presos del descrédito, las etiquetas y la descalificación; hemos creído que el conformismo saciaría nuestra sed y hemos acabado bebiendo de la indiferencia y la insensibilidad; nos hemos alimentado con sueños de esplendor y grandeza y hemos terminado comiendo distracción, encierro y soledad; nos hemos empachado de conexiones y hemos perdido el sabor de la fraternidad. Hemos buscado el resultado rápido y seguro y nos vemos abrumados por la impaciencia y la ansiedad. Presos de la virtualidad hemos perdido el gusto y el sabor de la realidad.

Digámoslo con fuerza y sin miedo: tenemos hambre, Señor. Tenemos hambre, Señor, del pan de tu Palabra capaz de abrir nuestros encierros y soledades. Tenemos hambre, Señor, de fraternidad para que la indiferencia, el descrédito, la descalificación no llenen nuestras mesas y no tomen el primer puesto en nuestro hogar.

Tenemos hambre, Señor, de encuentros donde tu Palabra sea capaz de elevar la esperanza, despertar la ternura, sensibilizar el corazón abriendo caminos de transformación y conversión. Tenemos hambre, Señor, de experimentar como aquella muchedumbre la multiplicación de tu misericordia, capaz de romper estereotipos y partir y compartir la compasión del Padre hacia toda persona, especialmente hacia aquellos de los que nadie se ocupa, que están olvidados o despreciados. Digámoslo con fuerza y sin miedo, tenemos hambre de pan, Señor, del pan de tu palabra y del pan de la fraternidad.

En unos instantes, nos pondremos en movimiento, iremos hacia la mesa del altar a alimentarnos con el Pan de Vida, siguiendo el mandato del Señor: «El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás» (Jn 6,35). Es lo único que el Señor nos pide: venid. Nos invita a ponernos en marcha, en movimiento, en salida.

Nos exhorta a caminar hacia Él para hacernos partícipes de su misma vida y de su misma misión. “Venid”, nos dice el Señor: un venir que no significa solamente trasladarse de un lugar a otro sino la capacidad de dejarnos mover, transformar por su Palabra en nuestras opciones, sentimientos, prioridades para aventurarnos a cumplir sus mismos gestos y hablar con su mismo lenguaje, «el lenguaje del pan que dice ternura, compañerismo, entrega generosa a los demás», amor concreto y palpable porque es cotidiano y real.

En cada eucaristía, el Señor se parte y reparte y nos invita también a nosotros a partirnos y repartirnos con Él y ser parte de ese milagro multiplicador que quiere llegar y tocar todos los rincones de esta ciudad, de este país, de esta tierra con un poco de ternura y compasión.

Hambre de pan, hambre de fraternidad, hambre de Dios. Qué bien lo entendía esto Madre Teresa, que quiso fundamentar su vida sobre dos pilares: Jesús encarnado en la Eucaristía y Jesús encarnado en los pobres. Amor que recibimos, amor que damos. Dos pilares inseparables que marcaron su camino, la pusieron en movimiento buscando saciar su hambre y sed.

Fue al Señor y en el mismo acto fue hacia su hermano despreciado, no amado, solo y olvidado, fue a su hermano y encontró el rostro del Señor… porque sabía que el «amor a Dios y amor al prójimo se funden entre sí: en el más humilde encontramos a Jesús mismo y en Jesús encontramos a Dios», y ese amor fue el único capaz de saciar su hambre.

Hermanos: Hoy el Señor Resucitado sigue caminando entre nosotros, allí donde acontece y se juega la vida cotidiana. Conoce nuestras hambres y nos vuelve a decir: «El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás» (Jn 6,35). Animémonos unos a otros a ponernos de pie y a experimentar la abundancia de su amor, dejemos que sacie nuestra hambre y sed en el sacramento del altar y en el sacramento del hermano.

El Papa Francisco advierte que la desinformación perjudica al sentido de la realidad
El Papa Francisco advirtió del peligro del exceso de información no siempre veraz, del empacho de conexiones que provocan a las personas una pérdida de la noción de la realidad y de la fraternidad.

En la Misa que presidió ante 15 mil fieles en la Plaza de Macedonia de Skopje, durante su viaje apostólico a Macedonia del Norte, Francisco lamentó que “nos hemos acostumbrado a comer el pan duro de la desinformación y hemos terminado presos del descrédito, las etiquetas y la descalificación”.

“Hemos creído que el conformismo saciaría nuestra sed y hemos acabado bebiendo de la indiferencia y la insensibilidad; nos hemos alimentado con sueños de esplendor y grandeza y hemos terminado comiendo distracción, encierro y soledad; nos hemos empachado de conexiones y hemos perdido el sabor de la fraternidad. Hemos buscado el resultado rápido y seguro y nos vemos abrumados por la impaciencia y la ansiedad. Presos de la virtualidad hemos perdido el gusto y el sabor de la realidad”, lamentó Francisco.

Frente a ello, invitó a decir “con fuerza y sin miedo: tenemos hambre, Señor. Tenemos hambre, Señor, del pan de tu Palabra capaz de abrir nuestros encierros y soledades. Tenemos hambre, Señor, de fraternidad para que la indiferencia, el descrédito, la descalificación no llenen nuestras mesas y no tomen el primer puesto en nuestro hogar”.

“Tenemos hambre, Señor, de encuentros donde tu Palabra sea capaz de elevar la esperanza, despertar la ternura, sensibilizar el corazón abriendo caminos de transformación y conversión. Tenemos hambre, Señor, de experimentar como aquella muchedumbre la multiplicación de tu misericordia, capaz de romper estereotipos y partir y compartir la compasión del Padre hacia toda persona, especialmente hacia aquellos de los que nadie se ocupa, que están olvidados o despreciados”.

“Digámoslo con fuerza y sin miedo”, insistió, “tenemos hambre de pan, Señor, del pan de tu palabra y del pan de la fraternidad”.

Puso de ejemplo de ello a la Madre Teresa, “que quiso fundamentar su vida sobre dos pilares: Jesús encarnado en la Eucaristía y Jesús encarnado en los pobres. Amor que recibimos, amor que damos. Dos pilares inseparables que marcaron su camino, la pusieron en movimiento buscando saciar su hambre y sed”.

La Madre Teresa “fue al Señor y en el mismo acto fue hacia su hermano despreciado, no amado, solo y olvidado, fue a su hermano y encontró el rostro del Señor”.

El Papa finalizó la homilía invitando a animarse “unos a otros a ponernos de pie y a experimentar la abundancia de su amor, dejemos que sacie nuestra hambre y sed en el sacramento del altar y en el sacramento del hermano”.

Discurso del Papa Francisco en encuentro interreligioso con jóvenes de Macedonia del Norte

El Papa Francisco participó en un encuentro ecuménico e interreligioso con jóvenes en Skopje, capital de Macedonia del Norte y ciudad natal de la Madre Teresa.

Al final del encuentro en el que hubo cantos, bailes y testimonios, el Santo Padre respondió a algunas preguntas de jóvenes y los animó a ser “artesanos de sueños y esperanza”.

“Piensen en Madre Teresa. Cuando vivía aquí no se imaginaba cómo sería su vida, pero no dejó de soñar y de esforzarse por descubrir siempre el rostro de su gran amor, Jesús, en todos aquellos que estaban al borde del camino. Ella soñó a lo grande y por eso también amó a lo grande”, dijo el Papa.

Por ello, el Pontífice afirmó que “cada uno de ustedes, al igual que Madre Teresa, está llamado a trabajar con sus propias manos, a tomar la vida en serio, para hacer algo hermoso con ella. No permitamos que nos roben los sueños”, afirmó.

A continuación, el texto completo del discurso del Santo Padre:

Queridos amigos:

Siempre es un motivo de alegría y esperanza poder tener estos encuentros. Gracias por haberlo hecho posible y haberme regalado esta oportunidad. Gracias de corazón por su danza y sus preguntas. Las recibí y las conocía, y preparé algunos puntos para este encuentro.

Comienzo por la última -como dijo el Señor, los últimos serán los primeros-. Liridona, después de compartirnos lo que anhelabas me preguntabas: «¿Sueño demasiado?». Una muy linda pregunta que me gustaría que respondiéramos juntos. Para ustedes, ¿Liridona sueña mucho?


Quisiera decirles: nunca se sueña demasiado. Uno de los principales problemas de la actualidad y de tantos jóvenes es que han perdido la capacidad de soñar. Ni mucho ni poco, no sueñan; y cuando una persona no sueña, cuando un joven no sueña, ese espacio es ocupado por el lamento y la resignación. «Esto lo dejamos para aquellos que siguen a la “diosa lamentación” [...]. Es un engaño: te hace tomar la senda equivocada. Cuando todo parece paralizado y estancado, cuando los problemas personales nos inquietan, los malestares sociales no encuentran las debidas respuestas, no es bueno darse por vencido» (Exhort. apost. postsin. Christus vivit, 141).

Por eso, querida Liridona, queridos amigos, nunca, pero nunca, se sueña mucho. Traten de pensar en sus sueños más grandes, como el de Liridona -¿Lo recuerdan?-: dar esperanza a un mundo cansado, junto con los demás, cristianos y musulmanes. Sin lugar a dudas, un sueño muy hermoso. Ella no pensó en cosas pequeñas, “rastreras” sino que soñó en grande. Y ustedes jóvenes deben soñar en grande.

Hace unos meses, con un amigo, el Gran Imán de Al-Azhar Ahmad Al-Tayyeb, también tuvimos un sueño muy parecido al tuyo que nos llevó a querer comprometernos y firmar juntos un documento que dice que la fe nos tiene que mover a los creyentes a ver en los otros a un hermano que debemos sostener y amar, y no dejarnos manipular por intereses mezquinos. No hay edad para soñar... Sueñen, y sueñen a lo grande.

Y eso me hace pensar en lo que nos decía Bozanka: que a ustedes los jóvenes les gustan las aventuras. Y me alegra que así sea, porque es la manera más hermosa de ser joven: vivir una aventura, una buena aventura. El joven no tiene miedo a hacer de su vida una buena aventura. Y les pregunto: ¿Qué aventura requiere más valor que ese sueño que nos compartió Liridona: el de darle esperanza a un mundo cansado?

El mundo está cansado, el mundo está dividido y parece que es rentable dividirlo y dividirnos aún más; con cuánta fuerza pueden resonar las palabras del Señor: «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,9). ¿Qué adrenalina mayor que la de empeñarse todos los días, con dedicación, en ser artesanos de sueños, artesanos de esperanza? Los sueños nos ayudan a mantener viva la certeza de saber que otro mundo es posible y que estamos invitados a involucrarnos y formar parte de él con nuestro trabajo, con nuestro compromiso y acción.

En este país hay una hermosa tradición, la de los artesanos escultores, hábiles en tallar y trabajar la piedra. Es necesario ser como esos artistas y convertirnos en buenos escultores de los propios sueños. Un escultor toma la piedra en sus manos y lentamente comienza a darle forma y a transformarla, con dedicación y esfuerzo, y sobre todo con muchas ganas de ver cómo esa piedra, por la que nadie daría nada, se convierte en una hermosa obra de arte.

«Los sueños más bellos se conquistan con esperanza, paciencia y empeño, renunciando a las prisas. Al mismo tiempo, no hay que detenerse por inseguridad, no hay que tener miedo de apostar y de cometer errores. Sí hay que tener miedo a vivir paralizados, como muertos en vida, convertidos en seres que no viven porque no quieren arriesgar, y un joven que no arriesga está muerto, porque no perseveran en sus empeños o porque tienen temor a equivocarse. Aún si te equivocas siempre podrás levantar la cabeza y volver a empezar, porque nadie tiene derecho a robarte la esperanza» (Exhort. apost. postsin. Christus vivit, 142).

Queridos jóvenes: No tengan miedo de volverse artesanos de sueños y artesanos de esperanza. ¿De acuerdo? «Es verdad que nosotros miembros de la Iglesia no tenemos que ser “bichos raros”. Todos tienen que sentirnos hermanos y cercanos, como los Apóstoles, que “gozaban de la simpatía de todo el pueblo” (Hch 2,47; cf. 4,21.33; 5,13). Pero al mismo tiempo tenemos que atrevernos a ser distintos, a mostrar otros sueños que este mundo no ofrece, a testimoniar la belleza de la generosidad, del servicio, de la pureza, de la fortaleza, del perdón, de la fidelidad a la propia vocación, de la oración, de la lucha por la justicia y el bien común, del amor a los pobres, de la amistad social» (ibíd., 36).

Piensen en Madre Teresa. Cuando vivía aquí no se imaginaba cómo sería su vida, pero no dejó de soñar y de esforzarse por descubrir siempre el rostro de su gran amor, que era Jesús, descubrirlo en todos aquellos que estaban al borde del camino. Ella soñó a lo grande y por eso también amó a lo grande. Tenía los pies bien plantados aquí, en su tierra, pero no estaba con los brazos cruzados. Quería ser “un lápiz en las manos de Dios”. Ese fue su sueño artesanal. Lo ofreció a Dios, creyó, sufrió, no renunció nunca. Y Dios comenzó a escribir páginas inéditas y asombrosas con ese lápiz páginas inéditas, estupendas, una joven de su pueblo, una mujer de su pueblo, soñando, ha escrito cosas grandes, Dios las ha escrito, ella lo ha soñado y se ha dejado conducir por Dios.

Cada uno de ustedes, al igual que Madre Teresa, está llamado a trabajar con sus propias manos, a tomar la vida en serio, para hacer algo hermoso con ella. No permitamos que nos roben los sueños (cf. ibíd., 17), no, estén atentos, no nos perdamos la novedad que el Señor nos quiere regalar. Encontrarán muchos imprevistos, muchos, pero es importante que los afronten y busquen con creatividad transformarlos en una oportunidad. Pero, nunca solos, nadie puede pelear solo. Como lo compartieron Dragan y Marija: “Nuestra comunión nos da la fuerza para afrontar los desafíos de la sociedad actual”.

He ahí un hermoso secreto para soñar y hacer de nuestra vida una hermosa aventura. Nadie puede pelear la vida aisladamente, no se puede vivir la fe, los sueños sin comunidad, solo en su corazón o en casa, encerrado o aislado entre cuatro paredes, se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. ¡Qué importante es soñar juntos! Como hacen hoy aquí, todos unidos, sin barreras. Por favor, sueñen juntos, no solos; con los demás, nunca contra los demás. Soñar con los demás, no en contra de los demás. Solos se corre el riesgo de tener espejismos, en los que ves lo que no hay; los sueños se construyen juntos.


¡Es bueno el traductor! Ahora, hace pocos minutos vimos a unos niños jugando aquí, querían jugar y jugar juntos y no fueron a jugar en la pantalla del ordenador, querían jugar concretamente, los vimos, eran felices, porque soñaban en jugar juntos, el uno, con el otro, ¿han visto?

Dragan y Marija nos decían lo difícil que resulta esto cuando todo parece aislarnos y privarnos de la oportunidad de encontrarnos. En los años que tengo -y no son pocos-, ¿Saben cuál es la mejor lección que he visto y conocido a lo largo de mi vida? El “cara a cara”. Hemos entrado en la era de las conexiones, pero poco sabemos de comunicaciones. Demasiados contactos. Muy conectados y poco involucrados los unos con los otros. Porque involucrarse pide la vida, exige estar y compartir momentos buenos... y no tan buenos.

En el Sínodo dedicado a los jóvenes, que tuvimos el año pasado, pudimos vivir la experiencia de encontrarnos cara a cara, jóvenes y no tan jóvenes, y escucharnos, soñar juntos, mirar hacia delante con esperanza y gratitud. Ese fue el mejor antídoto contra la desesperanza y la manipulación, contra la cultura de lo instantáneo y de los falsos profetas que sólo anuncian calamidades y destrucción: escuchar y escucharnos.

Y ahora, permitirme que les diga algo que llevo muy en el corazón, regálense la oportunidad de compartir y disfrutar un buen “cara a cara” con todos, pero especialmente con sus abuelos, con los mayores de su comunidad. Alguno quizás ya me lo ha escuchado decir, pero creo que es un antídoto contra todos aquellos que quieren encerraros en el presente, ahogándolos y asfixiándolos con presiones y exigencias de una supuesta felicidad, donde parece que el mundo se acaba y hay que hacerlo y vivirlo todo ya. Esto genera con el tiempo mucha ansiedad, insatisfacción y resignación. Para un corazón enfermo de resignación, ningún remedio es mejor que escuchar las vivencias de los ancianos.

Amigos, dediquen tiempo a sus ancianos, a sus mayores, escuchen sus largas narraciones, que a veces parecen fantasiosas, pero que, en realidad, están llenas de experiencias valiosas, de símbolos elocuentes y sabiduría oculta que hay que descubrir y valorar. Son narraciones que requieren tiempo (cf. Exhort. apost. postsin. Christus vivit, 195).

No olvidemos el dicho que un enano puede ver más lejos desde los hombros de un gigante. Así tendrán una visión como nunca la habían tenido. Entren en la sabiduría de su pueblo, de su gente, sin vergüenza ni complejos, y encontrarán una fuente de creatividad insospechada que lo llenará todo, les permitirá ver caminos donde otros ven murallas, posibilidades donde otros ven peligro, resurrección donde muchos solo anuncian muerte.

Por eso, queridos jóvenes, les digo que hablen con sus abuelos, con los ancianos, ellos son la raíz de su historia, la raíz de su pueblo, la raíz de sus familias. Deben adherirse a las raíces. Si un árbol se le podan las raíces ese árbol muere, si a ustedes jóvenes les quitan sus raíces, su historia, ustedes morirán, vivirán sin fruto, su patria no podrá fruto porque se separaron de sus raíces… Tengan cuidado con las colonizaciones ideológicas… ¿Qué tienen que hacer? Discernir… para no engarñarnos es importante hablar con los ancianos que les recordarán las raíces de su pueblo. Hablar con los ancianos para crecer. Hablar con nuestra historia para llevarla más adelante todavía. Hablar con nuestras raíces para dar flores y frutos.

Ahora, tengo que terminar porque el tiempo pasa. Pero les confieso algo. Al inicio de este encuentro con ustedes, mi atención ha sido atraída de una situación. Miraba esta mujer adelante, espera un bebé. Algunos de ustedes piensa: pobre mujer cómo tendrá que trabajar. ¿Alguien piensa eso? ¿Ninguno pensará que pasará noches sin dormir? Es bebe es una promesa. Esta mujer se arriesgo, va hacia adelante, mira hacia adelante, ella se siente con fuerza de las raíces para llevar adelante su pueblo. Y terminamos todos con un aplauso a todas las mujeres valientes que llevan adelante el pueblo. Gracias al traductor que ha sido muy bueno.

Al terminar, oremos juntos esta oración de Madre Teresa, para que esta certeza se grabe en nuestros corazones y podamos hacerla vida nuestra. Señor, ¿quieres mis manos para ayudar hoy a los pobres y enfermos que lo necesitan? Señor, hoy te ofrezco mis manos. Señor, ¿quieres mis pies para que me lleven hoy a quienes necesitan un amigo? Señor, hoy te ofrezco mis pies. Señor, ¿quieres mi voz para que hable hoy con los que necesitan tu palabra de amor? Señor, hoy te ofrezco mi voz. Señor, ¿quieres mi corazón para que ame a todos, sin excepción? Señor, hoy te ofrezco mi corazón.

El Papa pide a jóvenes imitar a la Madre Teresa para ser artesanos de sueños y esperanza
El Papa Francisco pidió a jóvenes ser “artesanos de sueños y esperanza” durante un encuentro juvenil en el centro pastoral ecuménico e interreligioso de Skopje, capital de Macedonia del Norte y ciudad natal de la Madre Teresa.

Al inicio del encuentro el Obispo de Skopje, Mons. Kiro Stojanov, regaló simbólicamente al Santo Padre pan y sal. Luego, hubo tres testimonios intercalados por cantos y bailes: una pareja cristiana mixta (católico y ortodoxa), una joven musulmana y una joven católica de rito bizantino.

Durante su discurso, el Pontífice respondió a las preguntas de los jóvenes y los animó a ser seguir el ejemplo de la Madre Teresa quien “no tuvo miedo a soñar”.

“Piensen en Madre Teresa. Cuando vivía aquí no se imaginaba cómo sería su vida, pero no dejó de soñar y de esforzarse por descubrir siempre el rostro de su gran amor, Jesús, en todos aquellos que estaban al borde del camino. Ella soñó a lo grande y por eso también amó a lo grande”, dijo el Papa.

En esta línea, el Santo Padre aseguró que cada uno “al igual que Madre Teresa, está llamado a trabajar con sus propias manos, a tomar la vida en serio, para hacer algo hermoso con ella”.

No permitamos que nos roben los sueños

Además, Francisco se detuvo pensando que faltaba una página en el discurso, pero después continuó explicando que el texto estaba mal numerado.

El Papa destacó que “nunca se sueña demasiado” y agregó que “uno de los principales problemas de la actualidad y de tantos jóvenes es que han perdido la capacidad de soñar. Ni mucho ni poco, no sueñan; y cuando una persona no sueña, cuando un joven no sueña, ese espacio es ocupado por el lamento y la resignación”.

Por ello, el Papa exclamó: “No permitamos que nos roben los sueños, no nos perdamos la novedad que el Señor nos quiere regalar. Encontrarán muchos imprevistos, muchos... pero es importante que los afronten y busquen con creatividad transformarlos en una oportunidad. Nunca solos, nadie puede pelear solo”, afirmó.

“He ahí un hermoso secreto para soñar y hacer de nuestra vida una hermosa aventura. Nadie puede pelear la vida aisladamente, no se puede vivir la fe, los sueños sin comunidad, solo en su corazón o en casa, encerrado o aislado entre cuatro paredes, se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante”, explicó el Papa.

En este sentido, el Santo Padre destacó la importancia de soñar juntos “todos unidos, sin barreras” y pidió: “por favor, sueñen juntos, no solos; con los demás, nunca contra los demás. Solos se corre el riesgo de tener espejismos, en los que ves lo que no hay; los sueños se construyen juntos”.

“Y cuando los sueños se empequeñezcan y el corazón parezca que se apaga, busquen una comunidad, tómense de las manos y recuerden que hay Alguien que los quiere vivos”, destacó.

De este modo, el Pontífice recordó las palabras de Liridona -una de las jóvenes que dio su testimonio- para destacar la importancia de “dar esperanza a un mundo cansado, junto con los demás, cristianos y musulmanes. Sin lugar a dudas, un sueño muy hermoso”, dijo.

“A ustedes los jóvenes les gustan las aventuras. Y me alegra que así sea, porque es la manera más hermosa de ser joven: vivir una aventura, una buena aventura. El joven no tiene miedo a hacer de su vida una buena aventura”. Y les preguntó: “¿Qué aventura requiere más valor que ese sueño que nos compartió Liridona: el de darle esperanza a un mundo cansado?”, señaló el Papa

Por ello, Francisco advirtió que “el mundo está cansado, el mundo está dividido y parece que es rentable dividirlo y dividirnos aún más; con cuánta fuerza pueden resonar las palabras del Señor: ‘Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios’. ¿Qué adrenalina mayor que la de empeñarse todos los días, con dedicación, en ser artesanos de sueños, artesanos de esperanza?”, reflexionó.

“Los sueños nos ayudan a mantener viva la certeza de saber que otro mundo es posible y que estamos invitados a involucrarnos y formar parte de él con nuestro trabajo, con nuestro compromiso y acción”, explicó.

En este sentido, el Papa destacó que en Macedonia del Norte “hay una hermosa tradición, la de los artesanos escultores, hábiles en tallar y trabajar la piedra” por lo que afirmó que “es necesario ser como esos artistas y convertirnos en buenos escultores de los propios sueños. Un escultor toma la piedra en sus manos y lentamente comienza a darle forma y a transformarla, con dedicación y esfuerzo, y sobre todo con muchas ganas de ver cómo esa piedra, por la que nadie daría nada, se convierte en una hermosa obra de arte”.

“Los sueños más bellos se conquistan con esperanza, paciencia y empeño, renunciando a las prisas”, señaló el Papa quien recordó al mismo tiempo que “no hay que detenerse por inseguridad, no hay que tener miedo de apostar y de cometer errores” y más bien “sí hay que tener miedo a vivir paralizados, como muertos en vida, convertidos en seres que no viven porque no quieren arriesgar, porque no perseveran en sus empeños o porque tienen temor a equivocarse”. “¡No tengan miedo de volverse artesanos de sueños y esperanza!”, alentó.

Por otro lado, el Santo Padre confió cuál ha sido la mejor lección de su vida. “En los años que tengo -y no son pocos-, ¿Saben cuál es la mejor lección que he visto y conocido a lo largo de mi vida? El ‘cara a cara’. Hemos entrado en la era de las conexiones, pero poco sabemos de comunicaciones. Muy conectados y poco involucrados los unos con los otros. Porque involucrarse pide la vida, exige estar y compartir momentos buenos... y no tan buenos”, advirtió.

Al terminar su discurso, una joven invitó a rezar juntos la oración de Madre Teresa ‘¿Señor quieres mis manos?’ para que se graben esta certeza y puedan vivirla en su vida:

“Señor, ¿quieres mis manos para ayudar hoy a los pobres y enfermos que lo necesitan? Señor, hoy te ofrezco mis manos. Señor, ¿quieres mis pies para que me lleven hoy a quienes necesitan un amigo? Señor, hoy te ofrezco mis pies. Señor, ¿quieres mi voz para que hable hoy con los que necesitan tu palabra de amor? Señor, hoy te ofrezco mi voz. Señor, ¿quieres mi corazón para que ame a todos, sin excepción? Señor, hoy te ofrezco mi corazón”.

Después, el Papa se dirige junto al Obispo de Skopje al interior de la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús en donde se llevará a cabo el encuentro con los religiosos y los sacerdotes, acompañados por sus familias.

Discurso del Papa en el encuentro con sacerdotes y religiosas en Macedonia del Norte
El Papa Francisco mantuvo un encuentro con sacerdotes de rito bizantino, sus familias y religiosas en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús de Skopje, durante su viaje apostólico a Macedonia del Norte.

Durante el encuentro, ofrecieron sus testimonios un sacerdote bizantino acompañado de su familia, un sacerdote de rito latino y una religiosa.

A continuación, el discurso completo pronunciado por el Papa Francisco:

Queridos hermanos y hermanas:
Gracias por la oportunidad que me brindáis de poder encontraros. Vivo con especial gratitud este momento en que puedo ver a la Iglesia respirando plenamente con sus dos pulmones —rito latino y rito bizantino— para llenarse del aire siempre nuevo y renovador del Espíritu Santo.

Dos pulmones necesarios, complementarios, que nos ayudan a gustar mejor la belleza del Señor (cf. Exhort. apost. Evangelii gaudium, 116). Demos gracias por la posibilidad de respirar juntos, a pleno pulmón, lo bueno que el Señor ha sido con nosotros.

Os agradezco vuestros testimonios, que quisiera retomar. Vosotros mencionabais el hecho de ser pocos y el riesgo de ceder a cierto complejo de inferioridad. Mientras os escuchaba, me venía a la mente la imagen de María que, tomando una libra de nardo puro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos.

El evangelista termina describiéndonos la escena diciendo: «La casa se llenó de la fragancia del perfume» (Jn 12,3). Tan sólo una libra de nardo fue capaz de impregnarlo todo y dejar una huella inconfundible.

En muchas situaciones sentimos la necesidad de hacer números: comenzamos a mirar cuantos somos… y somos pocos, después vemos la cantidad de casas y obras que hay que sostener… y son muchas… Podríamos seguir enumerando las múltiples realidades en las que experimentamos la precariedad de recursos que poseemos para llevar adelante el mandato misionero que nos fue confiado. Cuando esto sucede pareciera que el balance está siempre en “números rojos”.

Es cierto, el Señor nos dijo: si quieres construir una torre, calcula los gastos «no sea que, una vez puestos los cimientos, no puedas acabar» (Lc 14,29). Pero el “hacer números” nos puede llevar a la tentación de mirarnos demasiado a nosotros mismos, y encorvados sobre nuestra realidad y miserias podemos terminar casi como los discípulos de Emaús, proclamando el kerigma con nuestros labios mientras nuestro corazón se encierra en un silencio marcado por una sutil frustración que le impide sentir a Aquel que camina a nuestro lado que es fuente de gozo y alegría.

Hermanos: “Hacer números” es necesario siempre que nos ayude a descubrir y a ponernos en contacto con tantas vidas y situaciones que a diario tienen dificultad para hacer cuadrar los números: familias que no pueden salir adelante, personas ancianas y solas, enfermos postrados en cama, jóvenes entristecidos y sin futuro, pobres que nos recuerdan lo que somos; una Iglesia de mendicantes necesitados de la misericordia del Señor.

Sólo es lícito “hacer números” si esto nos permite ponernos en movimiento para volvernos solidarios, atentos, comprensivos y solícitos para tocar los cansancios y la precariedad en la que están sumergidos tantos hermanos nuestros y necesitados de una Unción que los levante y los cure en su esperanza.

Sólo es lícito hacer números para decir con fuerza e implorar con nuestro pueblo: “Ven, Señor Jesús”.

No quisiera abusar de su imagen, pero precisamente esta tierra ha sabido regalarle al mundo y a la Iglesia, en la Madre Teresa, un signo concreto de cómo la precariedad de una persona, ungida por el Señor, fue capaz de impregnarlo todo cuando el perfume de las bienaventuranzas se derramó sobre los pies cansados de nuestra humanidad.

Cuántos encontraron calma gracias a la ternura de su mirada, se sintieron confortados con sus caricias, aliviados con su esperanza y alimentados con la valentía de su fe capaz de hacer sentir a los más olvidados que Dios no los olvidaba. La historia la escriben esas personas que no tienen miedo a gastar su vida por amor: cada vez que lo habéis hecho con el más pequeño de mis hermanos, a mí me lo habéis hecho (cf. Mt 25,40).

Cuánta sabiduría revisten las palabras de santa Teresa Benedicta de la Cruz cuando afirmaba: «Seguramente, los acontecimientos decisivos de la historia del mundo fueron esencialmente influenciados por almas sobre las cuales nada dicen los libros de historia. Y cuáles sean las almas a las que hemos de agradecer los acontecimientos decisivos de nuestra vida personal, es algo que sólo sabremos el día en que todo lo oculto será revelado».

Es cierto, cultivamos muchas veces una imaginación sin límites pensando en que las cosas serían diferentes si fuéramos fuertes, potentes e influyentes. Pero, ¿no será que el secreto de nuestra fuerza, potencia, influencia e inclusive juventud está en otro lado y no en que “cuadren los números”? Os pregunto esto, porque me impactó el testimonio de Davor cuando nos contaba lo que marcó su corazón.

Fuiste muy claro: lo que te salvó del carrerismo fue volver a la vocación primera, y salir a buscar al Señor resucitado allí donde se le podía encontrar. Dejando seguridades, saliste para caminar las calles, las plazas de esta ciudad, ahí sentiste cómo se renovaba tu vocación y tu vida; bajando a la vida cotidiana de tus hermanos para compartir y ungir con el perfume del Espíritu, tu corazón sacerdotal comenzó a latir de nuevo con mayor intensidad.

Te acercaste a ungir los pies cansados del Maestro, los pies cansados de personas concretas, allí donde se encontraban, y el Señor te estaba esperando para ungirte nuevamente en tu vocación.

Esto es muy importante. Para renovarnos a nosotros mismos, a veces hay que dar un paso atrás y reencontrarse con el Señor, retomar la memoria de la primera llamada. El autor de la Carta a los Hebreos dice a los cristianos: ‘Acordaos de los primeros días’. Recordar la belleza de aquel encuentro con Jesús que te ha llamado. En aquel encuentro con la mirada de Jesús, tomar las fuerzas para seguir adelante. Nunca perder la memoria de la primera llamada. La memoria de la primera llamada es un sacramental. Es cierto que, las dificultades, los trabajos apostólicos, te agotan la vida, y se puede perder la ilusión, se puede perder también el deseo de la oración, de encontrar al Señor. Si te sientes así, párate, vuelve atrás, encuéntrate con el Señor de la primera llamada. Esta memoria te salvará.

Muchas veces gastamos nuestras energías y recursos, nuestras reuniones, discusiones y programaciones en conservar enfoques, ritmos, encuadres, que no sólo no entusiasman a nadie, sino que son incapaces de aportar un poco de ese aroma evangélico que conforte y abra caminos de esperanza, privándonos de ese encuentro personal con los otros.


Qué justas las palabras de Madre Teresa: «Lo que no me sirve, me pesa». Dejemos todos los pesos que nos separan de la misión e impiden que el perfume de la misericordia llegue al rostro de nuestros hermanos. Tan sólo una libra de nardo fue capaz de impregnarlo todo y dejar una huella inconfundible.

No nos privemos de lo mejor de nuestra misión, no apaguemos los latidos del espíritu.

Os agradezco, padre Goce y Gabriela, y a vuestros hijos Filip, Blagoj, Luca e Ivan, que hayáis compartido con nosotros las alegrías y preocupaciones del ministerio y de la vida familiar. Así como el secreto para poder llevar adelante los momentos difíciles que habéis tenido que pasar.

Vuestro testimonio tiene ese “aroma evangélico” de las primeras comunidades. Recordemos «el Nuevo Testamento cuando se habla de “la iglesia que se reúne en la casa” (cf. 1 Co 16,19; Rm 16,5; Col 4,15; Flm 2). El espacio vital de una familia se podía transformar en iglesia doméstica, en sede de la Eucaristía, de la presencia de Cristo sentado a la misma mesa.

Es inolvidable la escena pintada en el Apocalipsis: “Estoy a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y me abre la puerta, yo entraré en su casa, cenaré con él y él conmigo” (3,20). Así se delinea una casa que lleva en su interior la presencia de Dios, la oración común y por lo tanto la bendición del Señor» (Exhort. apost. postsin. Amoris laetitia, 15). Así testimonian vivamente cómo «la fe no nos aleja del mundo, sino que nos introduce más profundamente en él» (ibíd., 181).

No desde lo que nos gustaría que fuese, no como “perfectos” o inmaculados, sino en la precariedad de nuestras vidas, de nuestras familias ungidas todos los días en la confianza del amor incondicional que Dios nos tiene. Confianza que nos lleva, como bien nos lo recordaste, padre Goce, a desarrollar unas dimensiones tan importantes como olvidadas en una sociedad consumida por las relaciones frenéticas y superficiales: las dimensiones de la ternura, la paciencia y la compasión hacia los otros.

Me gusta siempre pensar en cada familia como «icono de la familia de Nazaret, con su cotidianeidad hecha de cansancios y hasta de pesadillas, como cuando tuvo que sufrir la incomprensible violencia de Herodes, experiencia que se repite trágicamente todavía hoy en tantas familias de prófugos miserables y hambrientos»; son capaces, por medio de la fe amasada en esas luchas cotidianas, de «transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura» (Exhort. apost. Evangelii gaudium, 286).

Los medios materiales son necesarios, pero no son lo más importante. Por esto, no perdáis la capacidad de acariciar. No perdáis la ternura ministerial ni la ternura de la consagración religiosa.

Gracias por transparentar el rostro hogareño del Dios con nosotros que no deja de sorprendernos entre las ollas.

Queridos hermanos: Nuevamente gracias por esta oportunidad eclesial de respirar a pleno pulmón, pidámosle al Espíritu que no deje de renovarnos en la misión con la confianza de saber que él quiere impregnarlo todo con su presencia.

El Papa pide a las comunidades pequeñas que eviten el complejo de inferioridad
El Papa Francisco pidió a sacerdotes y religiosas que, cuando vean que son una comunidad pequeña, no cedan al “complejo de inferioridad” y que eviten “hacer números”.

Durante el encuentro que tuvo con sacerdotes de rito bizantino, sus familias y religiosas en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús de Skopje, Macedonia del Norte, este martes 7 de mayo, el Santo Padre escuchó el testimonio de un sacerdote bizantino acompañado de su familia, de un sacerdote de rito latino y de una religiosa.

Como respuesta al testimonio de la religiosa, el Papa subrayó la necesidad de no ceder “a cierto complejo de inferioridad” cuando los cristianos son pocos. Puso de ejemplo la imagen de María “que, tomando una libra de nardo puro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos”.

“El evangelista termina describiéndonos la escena diciendo: ‘La casa se llenó de la fragancia del perfume’. Tan sólo una libra de nardo fue capaz de impregnarlo todo y dejar una huella inconfundible”, destacó Francisco.

En este sentido, advirtió del riesgo de hacer números: “Comenzamos a mirar cuantos somos…, y somos pocos, después vemos la cantidad de casas y obras que hay que sostener…, y son muchas… Podríamos seguir enumerando las múltiples realidades en las que experimentamos la precariedad de recursos que poseemos para llevar adelante el mandato misionero que nos fue confiado. Cuando esto sucede pareciera que el balance está siempre en números rojos”.

Explicó que, aunque los números son necesarios para hacer previsiones, “nos puede llevar a la tentación de mirarnos demasiado a nosotros mismos”.

“Sólo es lícito hacer números si esto nos permite ponernos en movimiento para volvernos solidarios, atentos, comprensivos y solícitos para tocar los cansancios y la precariedad en la que están sumergidos tantos hermanos nuestros y necesitados de una Unción que los levante y los cure en su esperanza”.

En respuesta al testimonio del sacerdote católico, el Papa se refirió también al “carrerismo” y cómo lo que salvó al sacerdote de ese peligro fue “volver a la vocación primera, y salir a buscar al Señor resucitado allí donde se le podía encontrar”.

“Dejando seguridades, saliste para caminar las calles, las plazas de esta ciudad, ahí sentiste cómo se renovaba tu vocación y tu vida; bajando a la vida cotidiana de tus hermanos para compartir y ungir con el perfume del Espíritu, tu corazón sacerdotal comenzó a latir de nuevo con mayor intensidad”.

Subrayó el Santo Padre que “para renovarnos a nosotros mismos, a veces hay que dar un paso atrás y reencontrarse con el Señor, retomar la memoria de la primera llamada”.

Por otro lado, el Papa también destacó “la importancia de la ternura en el ministerio presbiterial y también en el testimonio de la vida religiosa. Hay el peligro de que cuando no se vive en familia, cuando no hay la necesidad de acariciar a los hijos, el corazón se vuelva un poco tosco”.

Por último, invitó a los sacerdotes y religiosas que no pierdan “la capacidad de acariciar. No perdáis la ternura ministerial ni la ternura de la consagración religiosa”.


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