Viaje del Papa a África Día 1


Discurso ante las autoridades de Mozambique
Tras cumplir la visita de cortesía al Presidente de la República de Mozambique, Filipe Jacinto Nyusi, en el Palacio Presidencial, conocido como Palacio da Ponta Vermelha, el Papa Francisco mantuvo este jueves 5 de septiembre un encuentro en las mismas instalaciones de la sede presidencial con las autoridades, representantes de la sociedad civil y el cuerpo diplomático.




En su discurso, el Santo Padre reflexionó sobre la paz, y recordó que Mozambique es un país que sufrió una larga guerra civil.

“Y la paz, sabemos, no sólo es ausencia de guerra sino el compromiso incansable —especialmente de aquellos que ocupamos un cargo de más amplia responsabilidad— de reconocer, garantizar y reconstruir concretamente la dignidad tantas veces olvidada o ignorada de hermanos nuestros, para que puedan sentirse los principales protagonistas del destino de su nación”.

A continuación, el texto completo del discurso del Papa Francisco:

Señor Presidente,
Miembros del Gobierno, del Parlamento y del Cuerpo Diplomático,
Distinguidas Autoridades,
Representantes de la sociedad civil,
Señoras y señores:

Gracias, señor Presidente, por sus palabras de bienvenida, así como su amable invitación a visitar vuestra Nación. Me alegra estar nuevamente en África y comenzar este viaje apostólico por este País, tan bendecido por su belleza natural como por su gran riqueza cultural que le aporta, a la tan probada alegría de vivir de vuestro Pueblo, la esperanza en un mañana mejor.

Saludo cordialmente a los miembros del Gobierno y del Parlamento, del Cuerpo Diplomático y a los representantes de la sociedad civil aquí presentes. En vosotros, quiero acercarme y saludar afectuosamente a todo el pueblo mozambiqueño que, desde el Rovuma a Maputo, nos abre sus puertas para alimentar un renovado futuro de paz y reconciliación.

Quiero dirigir mis primeras palabras de cercanía y solidaridad a todos los que padecieron recientemente los ciclones Idai y Kenneth, cuyas devastadoras consecuencias siguen golpeando a tantas familias, principalmente a aquellas donde la reconstrucción todavía no ha sido posible y que reclama una especial atención.

Lamentablemente, no podré llegar personalmente hasta vosotros, pero quiero que sepáis que comparto vuestra angustia, vuestro dolor y también el compromiso de la comunidad católica para enfrentar una situación tan dura. En medio de la catástrofe y la desolación pido a la Providencia que no falte la solicitud de todos los actores civiles y sociales que, poniendo la persona en el centro, sean capaces de promover la necesaria reconstrucción.

También quiero expresar mi reconocimiento, mío y de gran parte de la comunidad internacional, por el esfuerzo que desde hace décadas realizáis para que la paz se vuelva la norma, y la reconciliación el mejor camino para enfrentar las dificultades y desafíos que tenéis como Nación.

En este espíritu y con este propósito, hace aproximadamente un mes, firmasteis en Sierra de la Gorongosa el acuerdo para el cese definitivo de las hostilidades militares entre los hermanos mozambiqueños. Un hito, que agradecemos y esperamos decisivo, realizado por personas valientes en el camino de la paz que inició con el Acuerdo General de 1992 en Roma.

¡Cuánto ha pasado desde la firma del tratado histórico que selló la paz y que ha dado sus primeros brotes! Esos brotes que sostienen la esperanza y brindan la confianza para no dejar que la lucha fratricida sea la manera de escribir la historia, sino la capacidad de reconocerse como hermanos, hijos de una misma tierra, gestores de un destino común. ¡La valentía de la paz! Una valentía de gran altura, no la de la fuerza bruta y la violencia, sino la que se gesta en la incansable búsqueda del bien común (cf. PABLO VI, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, 1973).

Vosotros conocéis el sufrimiento, el luto y el desconsuelo, pero no habéis dejado que el criterio regulador de las relaciones humanas fuera la venganza o la represión, ni que el odio y la violencia tuvieran la última palabra.

Como recordaba mi predecesor san Juan Pablo II en su visita a vuestro País en 1988, con la guerra «hombres, mujeres y niños sufren porque les falta hogar, alimentación suficiente, escuelas donde instruirse, hospitales para tratar su salud, iglesias donde reunirse para rezar y campos donde desarrollar su trabajo. Muchos millares de personas se ven obligados a desplazarse en busca de seguridad y medios para subsistir; otros se refugian en países vecinos. […] “¡No a la violencia y sí a la paz!”» (Discurso en la visita al Presidente de la República, 16 septiembre 1988, n. 3).

En el transcurso de todos estos años, habéis experimentado que la búsqueda de la paz duradera —una misión que compromete a todos— pide un trabajo arduo, constante y sin tregua, que «como una flor frágil, trata de florecer entre las piedras de la violencia» (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, 2019) y, por tanto, reclama seguir diciendo con determinación, pero sin fanatismos; con valentía, pero sin exaltación; con tenacidad, pero inteligentemente: no a la violencia que destruye, sí a la paz y a la reconciliación.

Y la paz, sabemos, no sólo es ausencia de guerra sino el compromiso incansable — especialmente de aquellos que ocupamos un cargo de más amplia responsabilidad— de reconocer, garantizar y reconstruir concretamente la dignidad tantas veces olvidada o ignorada de hermanos nuestros, para que puedan sentirse los principales protagonistas del destino de su nación.

No podemos perder de vista que «sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión. Cuando la sociedad — local, nacional o mundial— abandona en la periferia una parte de sí misma, no habrá programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 59).

La paz hizo posible el desarrollo de Mozambique en distintas áreas. Son prometedores los avances registrados en el ámbito de la educación y la salud. Os animo a seguir trabajando para consolidar las estructuras e instituciones necesarias que posibiliten que nadie se sienta rezagado, especialmente vuestros jóvenes, que conforman gran parte de la población. Ellos no son solamente la esperanza de esta tierra, son el presente que interpela, busca y necesita encontrar canales dignos que les permitan desarrollar todos sus talentos; ellos son potencial para sembrar y desarrollar la tan deseada amistad social.

Una cultura de paz «requiere un proceso constante en el cual cada nueva generación se ve involucrada» (ibíd., 220). Por eso el camino tiene que ser el que propicie la cultura del encuentro y pueda impregnarlo todo: reconocer al otro, estrechar lazos, tender puentes.

En este sentido, es imprescindible mantener viva la memoria como camino que abre futuro; como caminar que lleve a buscar metas comunes, valores compartidos, ideas que favorezcan levantar la mirada sobre intereses sectoriales, corporativos, o partidarios de manera tal que las riquezas de vuestra nación sean puestas al servicio de todos, especialmente de los más pobres.

Vosotros tenéis una valerosa e histórica misión que cumplir: ¡Que no cesen los esfuerzos hasta que deje de haber niños y adolescentes sin educación, familias sin techo, operarios sin trabajo, campesinos sin tierra; bases de un futuro de esperanza porque es futuro de dignidad! Estas son las armas de la paz.

La paz nos invita también a mirar nuestra casa común. En este sentido, Mozambique es una nación bendecida, que estáis invitados especialmente a cuidar. La defensa de la tierra, es también la defensa de la vida que reclama una especial atención cuando se constata una tendencia a la expoliación y al despojo guiados por un afán acumulativo que, en general, ni siquiera es de personas que habitan estas tierras, y no está motivado por el bien común de vuestro pueblo.

Una cultura de paz implica un desarrollo productivo, sustentable e inclusivo, donde cada mozambiqueño pueda sentir que este país es suyo y en el cual puede establecer relaciones de fraternidad y equidad con su prójimo y con todo lo que lo rodea. Señor Presidente, distinguidas Autoridades, todos vosotros sois los constructores de la obra más bella a ser realizada: un futuro de paz y reconciliación como garantías del derecho al futuro de vuestros hijos.

Pido a Dios para que este tiempo que estaré entre vosotros pueda, yo también, en comunión con mis hermanos obispos y la Iglesia católica que peregrina en esta tierra, aportar para que la paz, la reconciliación y la esperanza reinen definitivamente entre vosotros.

El Papa pide una paz duradera en Mozambique que favorezca el desarrollo
La paz y la reconciliación como factor de desarrollo de los pueblos, en especial de Mozambique, fue el tema que centró el discurso del Papa Francisco ante las autoridades, representantes de la sociedad civil y el cuerpo diplomático, que pronunció en el Palacio Presidencial de Maputo este jueves 5 de septiembre.

El Santo Padre, que se encuentra en Mozambique desde ayer para su cuarto viaje a África, que también le llevará a Madagascar y Mauricio, hizo referencia al largo conflicto que desangró Mozambique desde el año 1977, poco después de su independencia, hasta el año 1992 y que enfrentó a la organización marxista Frelimo, que controlaba el nuevo Estado mozambiqueño, con la guerrilla anti marxista Renamo.

A pesar de la paz de 1992 firmada en Roma, el conflicto se vio periódicamente revivido a lo largo de las décadas posteriores. La desconfianza y hostilidad entre los grupos Frelimo y Renamo, reconvertidos en partidos políticos, se reprodujo en los debates parlamentarios, dando lugares a situaciones de gran inestabilidad.

La última crisis política se inició en el año 2014, después de que los responsables de Renamo se negaran a reconocer los resultados de las elecciones presidenciales que dio la victoria al candidato de Frelimo y actual presidente, Filipe Jacinto Nyusi.

Esa falta de reconocimiento de los resultados electorales abrió una nueva etapa de hostilidades y violencia política. Los enfrentamientos cesaron con la firma de una tregua en el año 2016 y el pasado martes 6 de agosto, impulsados precisamente por la visita del Pontífice, firmaron la paz definitiva.

En su discurso, el Papa Francisco animó a perseverar en ese proceso de paz, para hacerlo definitivo, porque “la paz, sabemos, no sólo es ausencia de guerra sino el compromiso incansable de reconocer, garantizar y reconstruir concretamente la dignidad tantas veces olvidada o ignorada de hermanos nuestros, para que puedan sentirse los principales protagonistas del destino de su nación”.

El Santo Padre, que quiso reconocer a los responsables políticos del país el “esfuerzo que desde hace décadas realizáis para que la paz se vuelva la norma, y la reconciliación el mejor camino para enfrentar las dificultades y desafíos que tenéis como Nación”, recordó que la paz es un motor del desarrollo para el país.

“La paz hizo posible el desarrollo de Mozambique en distintas áreas”, destacó. “Son prometedores los avances registrados en el ámbito de la educación y la salud. Os animo a seguir trabajando para consolidar las estructuras e instituciones necesarias que posibiliten que nadie se sienta rezagado, especialmente vuestros jóvenes, que conforman gran parte de la población”.

El Papa subrayó: “¡Que no cesen los esfuerzos hasta que deje de haber niños y adolescentes sin educación, familias sin techo, operarios sin trabajo, campesinos sin tierra; bases de un futuro de esperanza porque es futuro de dignidad! Estas son las armas de la paz”.

Saludo al Presidente

Este encuentro del Papa con las autoridades, representantes de la sociedad civil y el cuerpo diplomático se produjo después de la visita de cortesía del Pontífice al Presidente Filipe Jacinto Nyusi, en el Palacio da Ponta Vermelha, Palacio Presidencial de Mozambique.

El Santo Padre llegó al Palacio, un antiguo edificio construido en el año 1899 y residencia oficial del Presidente desde el año 1975, a las 09:30, hora local.

El Presidente y su mujer recibieron al Pontífice en la entrada principal del Palacio y, tras los honores militares, se dirigieron al interior del Palacio. Allí, el Papa firmó en el Libro de Honor. Tras saludar a la familia del Presidente, se produjo un intercambio de regalos antes de acceder al Salón Indias, donde tuvo lugar el encuentro con las autoridades.

Datos de la Iglesia

Mozambique cuenta con una población de alrededor de 27 millones de personas de las cuales más de 7 millones son católicos (el 28%). Existen 1.678 centros pastorales de los cuales 343 son parroquias. Hay 23 obispos, 659 sacerdotes y 1.207 religiosas con votos perpetuos. El número de catequistas es de 56.871, más 97 misioneros laicos y casi 1.200 seminaristas.

En cuanto a la labor social de la Iglesia, número de centros caritativos y sociales de la Iglesia o dirigidos por eclesiásticos o religiosos en Madagascar son 511, mientras que en Mozambique son 176 y en Mauricio 81.

Discurso a los jóvenes de Mozambique
El Papa Francisco participó a un encuentro interreligioso con miles de jóvenes en la capital de Mozambique en donde dirigió un discurso de esperanza y destacó la alegría de vivir.

El Santo Padre llegó al Pavillon Maxaquen junto al Arzobispo de Maputo, un estadio con capacidad máxima de 15.000 personas, y pronunció un discurso en portugués improvisando y añadiendo frases en español e italiano.

“La alegría de vivir es una de sus principales características —y eso se puede sentir aquí—. Alegría compartida y celebrada que reconcilia y se transforma en el mejor antídoto que desmiente a todos aquellos que quieren dividir, fragmentar o enfrentar. ¡Cuánto les hace falta a algunas regiones del mundo su alegría de vivir!”, exclamó el Papa ante el entusiasmo de los cantos y danzas de los jóvenes presentes.

En esta línea, el Pontífice recordó el proverbio: “Si quieres llegar rápido camina solo, si quieres llegar lejos, ve acompañado” y animó a los jóvenes a repetir ¡Si quieres llegar rápido camina solo, si quieres llegar lejos, ve acompañado! Se trata siempre de soñar juntos, como lo están haciendo hoy. Sueñen con otros, nunca contra otros; sueñen como han soñado y preparado este encuentro: todos unidos y sin barreras. Eso es parte de la ‘nueva página de la historia’ de Mozambique”.

Por ello, el Papa advirtió que “jugar juntos nos enseña que no sólo la resignación es enemiga de los sueños y del compromiso, también lo es la ansiedad. Resignación y ansiedad”, dijo.

A continuación, el texto completo del Papa Francisco a los jóvenes:

Muchas gracias por tus palabras de bienvenida, muchas gracias también por todas y cada una de las representaciones artísticas que han realizado. Muchas gracias. Siéntense, pónganse cómodos.

Me agradecían porque he reservado tiempo para estar con ustedes. ¿Qué es más importante para un pastor que estar con los suyos? ¿Qué es más importante para un pastor que encontrarse con sus jóvenes? ¡Ustedes son importantes! Tienen que saberlo, tienen que creérselo. ¡Ustedes son importantes! Pero con humildad. Porque ustedes no son sólo el futuro de Mozambique, tampoco de la Iglesia y de la humanidad. Ustedes son el presente que, con todo lo que son y hacen, ya están aportando lo mejor que hoy pueden regalar. Sin su entusiasmo, sus cantos, su alegría de vivir, ¿qué sería de esta tierra? Verles cantar, sonreír, bailar, en medio de todas las dificultades que viven —como bien nos contabas tú— es el mejor signo de que ustedes, jóvenes, son la alegría de esta tierra, la alegría de hoy.

La alegría de vivir es una de sus principales características —y eso se puede sentir aquí—. Alegría compartida y celebrada que reconcilia y se transforma en el mejor antídoto que desmiente a todos aquellos que quieren dividir, fragmentar o enfrentar. ¡Cuánto les hace falta a algunas regiones del mundo su alegría de vivir!

Gracias por estar presentes las distintas confesiones religiosas. Gracias por animarse a vivir el desafío de la paz y a celebrarla hoy juntos como familia; también a aquellos que sin ser parte de alguna tradición religiosa están participando. Es hacer la experiencia de que todos somos necesarios, con nuestras diferencias, pero necesarios.

Ustedes juntos —así como se encuentran ahora—, son el palpitar de este pueblo, donde cada uno juega un papel fundamental en un único proyecto creador, para escribir una nueva página de la historia, una página llena de esperanza, paz y reconciliación. ¿Quieren escribir esta página?

Cuando entré, ustedes cantaban reconciliación. ¿Lo repiten? Reconciliación. Reconcialiación.

Me hiciste dos preguntas que creo van unidas. Por un lado, ¿cómo hacer para que los sueños de los jóvenes se hagan realidad? Y, ¿cómo hacer para que los jóvenes se involucren en los problemas que aquejan al país? Ustedes hoy nos marcan el camino y nos enseñan cómo responder a estas preguntas.

Han expresado con el arte, con la música, con esa riqueza cultural que mencionabas con tanto orgullo, una parte de sus sueños y realidades; en todas ellas muestran diferentes modos de asomarse al mundo y mirar el horizonte: siempre con ojos llenos de esperanza, llenos de futuro y también de ilusiones. Ustedes, jóvenes, caminan con dos pies como los adultos, pero a diferencia de los adultos, que los tienen paralelos, ustedes ponen uno delante del otro, dispuesto a irse, a partir. Ustedes tienen tanta fuerza, son capaces de mirar con tanta esperanza, son una promesa de vida que lleva incorporado un cierto grado de tenacidad (cf. Exhort. ap. postsin. Christus vivit, 139), que no deben perder ni dejar que se las roben.

¿Cómo realizar los sueños, cómo contribuir a los problemas del país? Me gustaría decirte: no dejes que les roben la alegría. No dejen de cantar y expresarse de acuerdo a todo lo bueno que aprendieron de sus tradiciones. Que no les roben la alegría.

Como les decía, hay muchas formas de mirar el horizonte, el mundo, el presente y el futuro. Pero es necesario cuidarse de dos actitudes que matan los sueños y la esperanza: la resignación y la ansiedad. Son grandes enemigas de la vida, porque nos empujan normalmente por un camino fácil, pero de derrota, y el precio que piden para pasar es muy caro. Se paga con la propia felicidad e inclusive con la propia vida.

¡Cuántas promesas de felicidad vacías que terminan truncando vidas! Seguro conocen amigos, conocidos —o incluso les puede haber pasado a ustedes mismos—, el vivir momentos difíciles, dolorosos, donde parece que todo se viene encima y lleva a la resignación. Hay que estar muy atentos porque esa actitud «te hace tomar la senda equivocada. Cuando todo parece paralizado y estancado, cuando los problemas personales nos inquietan, los malestares sociales no encuentran las debidas respuestas, no es bueno darse por vencido» (ibíd., 141).

Repitan: ¡No es bueno darse por vencido!, ¡No es bueno darse por vencido! Sé que a la mayoría de ustedes les gusta mucho el fútbol. Recuerdo un gran jugador de estas tierras que aprendió a no resignarse: Eusebio da Silva, la “pantera negra”. Comenzó su vida deportiva en el club de esta ciudad. Las severas dificultades económicas de su familia y la muerte prematura de su padre, no pudieron impedir sus sueños; su pasión por el fútbol lo hizo perseverar, soñar y salir adelante, ¡y hasta llegó a hacer 77 goles para este club de Maxaquene! Tenía todo para resignarse.

Su sueño y ganas de jugar lo lanzaron hacia delante, pero tan importante como eso fue encontrar con quién jugar. Ustedes bien saben que en un equipo no son todos iguales, ni hacen las mismas cosas o piensan de la misma manera. Cada jugador tiene sus características, como lo podemos descubrir y disfrutar en este encuentro: venimos de tradiciones diferentes e inclusive podemos hablar lenguas diferentes, pero eso no impidió que nos encontremos.

Mucho se ha sufrido y se sufre porque algunos se creen con el derecho de determinar quién puede “jugar” y quién tiene que quedar “fuera de la cancha”, y van por la vida dividiendo y enfrentando. Ustedes, queridos amigos, hoy son un ejemplo y testimonio de cómo tenemos que actuar. Tú me preguntabas: ¿Cómo comprometerse con el país? Así como lo están haciendo, permaneciendo unidos más allá de lo que les puede diferenciar, buscando siempre la ocasión para realizar los sueños por un país mejor, pero juntos.

¡Qué importante es no olvidar que la enemistad social destruye! «Y una familia se destruye por la enemistad. Un país se destruye por la enemistad. El mundo se destruye por la enemistad. Todos juntos: ¡El mundo se destruye por la enemistad! ¡El mundo se destruye por la enemistad!

Y la enemistad más grande es la guerra. Y hoy día vemos que el mundo se está destruyendo por la guerra. Porque somos incapaces de sentarnos y hablar [...]. Seamos capaces de crear la amistad social. No es fácil, siempre hay que renunciar a algo, hay que negociar, pero si lo hacemos pensando en el bien de todos podremos alcanzar la magnífica experiencia de dejar de lado las diferencias para luchar juntos por algo común. Si logramos buscar puntos de coincidencia en medio de muchas disidencias, en ese empeño artesanal y a veces costoso de tender puentes, de construir una paz que sea buena para todos, ese es el milagro de la cultura del encuentro» (ibíd., 169).

Recuerdo ese proverbio que dice: «Si quieres llegar rápido camina solo, si quieres llegar lejos, ve acompañado». Repito: ¡Si quieres llegar rápido camina solo, si quieres llegar lejos, ve acompañado! Se trata siempre de soñar juntos, como lo están haciendo hoy. Sueñen con otros, nunca contra otros; sueñen como han soñado y preparado este encuentro: todos unidos y sin barreras. Eso es parte de la “nueva página de la historia” de Mozambique.

Jugar juntos nos enseña que no sólo la resignación es enemiga de los sueños y del compromiso, también lo es la ansiedad. Resignación y ansiedad. La ansiedad «Puede ser una gran enemiga cuando nos lleva a bajar los brazos porque descubrimos que los resultados no son instantáneos. Los sueños más bellos se conquistan con esperanza, paciencia y determinación, -esperanza, paciencia y determinación- renunciando a las prisas. Al mismo tiempo, no hay que detenerse por inseguridad, no hay que tener miedo de apostar y de cometer errores» (ibíd., 142).

Las cosas más hermosas se gestan con el tiempo y, si algo no te salió la primera vez, no tengas miedo de volver a intentar, una y otra vez. No tengas miedo a equivocarte, podemos equivocarnos mil veces, pero no caigamos en el error de detenernos porque hay cosas que no nos salieron bien la primera vez. El peor error sería por causa de la ansiedad y abandonar los sueños y las ganas de un país mejor por la ansiedad.

Por ejemplo, tienen ese hermoso testimonio de María Mutola, que aprendió a perseverar, a seguir intentando a pesar de no cumplir su anhelo de la medalla de oro en los tres primeros juegos olímpicos que compitió; después, al cuarto intento, esta atleta de los 800 metros alcanzó su medalla de oro en las olimpiadas de Sidney. La ansiedad no la hizo ensimismarse; sus nueve títulos mundiales no le hicieron olvidar a su pueblo, sus raíces, y sigue cerca de los niños necesitados de Mozambique. ¡Cuánto nos enseña el deporte a perseverar en nuestros sueños!

Me gustaría. Un poco largo el discurso ¿no? Son educados.


Me gustaría sumar otro elemento importante: no dejen afuera a sus mayores. También sus mayores los pueden ayudar a que sus sueños y aspiraciones no se sequen, no los tire el primer viento de la dificultad o la impotencia; ellos son nuestras raíces.

«Piensen esto: si una persona les hace una propuesta y les dice que ignoren la historia, que no recojan la experiencia de los mayores, que desprecien todo lo pasado y que sólo miren el futuro que él les ofrece, ¿no es una forma fácil de atraparlos con su propuesta para que solamente hagan lo que él les dice? Esa persona los necesita vacíos, desarraigados, desconfiados de todo, para que sólo confíen en sus promesas y se sometan a sus planes. Así funcionan las ideologías de distintos colores, que destruyen (o de-construyen) todo lo que sea diferente y de ese modo pueden reinar sin oposiciones. Para esto necesitan jóvenes que desprecien la historia, que rechacen la riqueza espiritual y humana que se fue transmitiendo a lo largo de las generaciones, que ignoren todo lo que los ha precedido» (ibíd., 181).

Las generaciones anteriores tienen mucho para decirles, para proponerles. Es cierto que a veces nosotros, los mayores, lo hacemos de modo impositivo, como advertencia, metiendo miedo; o pretendemos que hagan, digan y vivan exactamente igual que nosotros. Ustedes tienen que hacer su propia síntesis, pero escuchando, valorando a los que los han precedido. Y esto, ¿no es lo que habéis hecho con vuestra música? Al ritmo tradicional de Mozambique, la “marrabenta”, le habéis incorporado otros modernos y nació el “pandza”. Lo que escuchaban, lo que veían cantar y bailar a sus padres y abuelos, lo han hecho suyo. Ese es el camino que les propongo, un camino «hecho de libertad, de entusiasmo, de creatividad, de horizontes nuevos, pero cultivando al mismo tiempo esas raíces que alimentan y sostienen» (ibíd., 184).

Todos estos son pequeños elementos que pueden darles el apoyo necesario para no achicarse en los momentos de dificultad, sino para abrir una brecha de esperanza; brecha que les ayudará a poner en juego su creatividad y a encontrar nuevos caminos y espacios para responder a los problemas con el gusto de la solidaridad.

Estoy por terminar. Muchos de ustedes naciste bajo el signo de la paz, una paz trabajosa que pasó por momentos diversos, unos más luminosos y otros de prueba. La paz es un proceso que también ustedes están llamados a recorrer, tendiendo siempre vuestras manos especialmente a aquellos que están pasando en un momento de dificultad. ¡Grande es el poder de la mano tendida y de la amistad que se juega en lo concreto! Pienso en el sufrimiento de aquellos jóvenes que llegaron llenos de ilusiones en búsqueda de trabajo a la ciudad y hoy están sin techo, sin familia y que no encuentran una mano amiga. Este es el gesto de la mano tendida. Todos: gesto de la mano tendida.

Qué importante es que aprendamos a ser manos amigas y tendidas. Busquen crecer en la amistad también con los que piensan distinto, para que la solidaridad crezca entre ustedes y se transforme en la mejor arma para transformar la historia.

Mano tendida que también nos recuerda la necesidad de comprometernos por el cuidado de nuestra casa común. Ustedes, sin lugar a dudas, fueron bendecidos con una belleza natural estupenda: bosques y ríos, valles y montañas y esas lindas playas.

Pero tristemente, hace pocos meses han sufrido el embate de dos ciclones, han visto las consecuencias del descalabro ecológico en el que vivimos. Muchos ya han aceptado el desafío imperioso de proteger nuestra casa común, y entre estos hay muchos jóvenes. Tenemos un desafío: proteger nuestra casa común. Este es un lindo sueño para cultivar juntos, como familia mozambiqueña, una linda lucha que los puede ayudar a mantenerse unidos. Estoy convencido de que ustedes pueden ser los artesanos de ese cambio tan necesario. Proteger nuestra casa común, una casa que es de todos y para todos.

Y permítanme decirles una última reflexión: Dios los ama, y en esa afirmación estamos de acuerdo todas las tradiciones religiosas. «Para Él realmente eres valioso, tú no eres insignificante, le importas, porque eres obra de sus manos. Porque te ama. Por eso te presta atención y te recuerda con cariño. Tienes que confiar en el recuerdo de Dios [...], su memoria es un corazón tierno de compasión, que se regocija eliminando definitivamente cualquier vestigio del mal. No quiere llevar la cuenta de tus errores y, en todo caso, te ayudará a aprender algo también de tus caídas. Porque te ama. Intenta quedarte un momento en silencio dejándote amar por Él. Intenta acallar todas las voces y gritos interiores y quédate un instante en sus brazos de amor» (ibíd., 115).

Lo hacemos ahora juntos… -silencio-. Ese amor de Dios es sencillo, casi silencioso, discreto: no avasalla, no se impone, no es un amor estridente u ostentoso; es un «amor de libertad y para la libertad, amor que cura y que levanta. Es el amor del Señor que sabe más de levantadas que de caídas, de reconciliación que de prohibición, de dar nueva oportunidad que de condenar, de futuro que de pasado» (ibíd., 116).

Sé que ustedes creen en ese amor que hace posible la reconciliación; porque creen en ese amor estoy seguro que tienen esperanza, y que no dejarán de andar con alegría los caminos de la paz.

Muchas gracias y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Que Dios los bendiga.

Los 12 consejos que el Papa Francisco da hoy a los jóvenes
El Papa Francisco abrió el corazón ante miles de jóvenes a quienes les dio 12 consejos para aplicarlos en su vida.

Así lo hizo el Santo Padre durante su cuarto viaje apostólico en África en el encuentro interreligioso con miles de jóvenes en Maputo, la capital de Mozambique, tras haber celebrado la Misa en privado en la Nunciatura Apostólica de Maputo y haberse reunido allí mismo con algunos jóvenes de Mozambique.

Después, el Papa realizó la tradicional visita de cortesía al Presidente de la República de Mozambique y luego dirigió su primer discurso a las autoridades y al cuerpo diplomático del país.

Posteriormente, el Pontífice llegó al Pavillon Maxaquen junto al Arzobispo de Maputo, un estadio con capacidad máxima de 15.000 personas, en donde fue recibido con entusiasmo por miles de jóvenes que cantaron y bailaron con alegría.

Allí, el Papa Francisco pronunció un discurso en portugués “con el corazón abierto” en el cual fue interrumpido en varias ocasiones con aplausos y ovaciones mientras que también él añadía frases en español.

Durante el encuentro, el Santo Padre ofreció estas enseñanzas a los jóvenes, que él mismo describió como: “pequeños elementos que pueden darles el apoyo necesario para no achicarse en los momentos de dificultad, sino para abrir una brecha de esperanza; brecha que les ayudará a poner en juego su creatividad y a encontrar nuevos caminos y espacios para responder a los problemas con el gusto de la solidaridad”. ¡Ustedes son importantes! Tienen que saberlo, tienen que creérselo. ¡Ustedes son importantes! Pero, ¡con humildad!
La alegría es el mejor antídoto que desmiente a todos aquellos que quieren dividir, fragmentar o enfrentar. Si quieres llegar rápido camina solo, si quieres llegar lejos, ve acompañado. Sueñen con otros, nunca contra otros; sueñen como han soñado y preparado este encuentro: todos unidos y sin barreras. La resignación es enemiga de los sueños y del compromiso, también lo es la ansiedad.

No dejen que les roben la alegría. No dejen de cantar y expresarse de acuerdo a todo lo bueno que aprendieron de sus tradiciones.
¡No es bueno darse por vencido! No caigamos en el error de detenernos porque hay cosas que no nos salieron bien la primera vez.
Seamos capaces de crear la amistad social. No olviden que la enemistad social destruye: ¡El mundo se destruye por la enemistad! Y la enemistad más grande es la guerra. Los sueños más bellos se conquistan con esperanza, paciencia y determinación, renunciando a las prisas.
La paz es un proceso que también ustedes están llamados a recorrer, tendiendo siempre sus manos especialmente a aquellos que están pasando en un momento de dificultad. Busquen crecer en la amistad también con los que piensan distinto, para que la solidaridad crezca entre ustedes y se transforme en la mejor arma para transformar la historia.
Proteger nuestra casa común, una casa que es de todos y para todos. Este es un lindo sueño para cultivar juntos, como familia, una linda lucha que los puede ayudar a mantenerse unidos.

Por último, el Papa Francisco quiso realizar una última reflexión: “Dios los ama, y en esa afirmación estamos de acuerdo todas las tradiciones religiosas -y añadió- para Él realmente eres valioso, tú no eres insignificante, le importas, porque eres obra de sus manos. Porque te ama. Por eso te presta atención y te recuerda con cariño’. No quiere llevar la cuenta de tus errores y, en todo caso, te ayudará a aprender algo también de tus caídas. Porque te ama. Intenta quedarte un momento en silencio dejándote amar por Él. Intenta acallar todas las voces y gritos interiores y quédate un instante en sus brazos de amor”.

Por ello, el Santo Padre invitó a guardar unos minutos de silencio para reflexionar en el Amor de Dios que “es sencillo, casi silencioso, discreto: no avasalla, no se impone, no es un amor estridente u ostentoso; es un amor de libertad y para la libertad, amor que cura y que levanta”.

Discurso del Papa a obispos, clero, religiosos, catequistas de Mozambique
La Catedral de la Inmaculada Concepción fue el escenario del encuentro que mantuvo el Papa Francisco con los Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, consagrados, seminaristas, catequistas y animadores de pastoral de Mozambique este jueves 5 de septiembre, segundo día de su viaje pastoral a África, que también le llevará a Madagascar y Mauricio.

Tras escuchar los testimonios de un sacerdote, una religiosa y un catequista, el Pontífice reflexionó sobre la vocación al sacerdocio y a la vida consagrada. Una de sus reflexiones trató sobre la crisis de identidad sacerdotal.

“Frente a la crisis de identidad sacerdotal, quizás tenemos que salir de los lugares importantes, solemnes; tenemos que volver a los lugares donde fuimos llamados, donde era evidente que la iniciativa y el poder eran de Dios”.

A continuación, el texto completo del discurso del Papa Francisco:

Queridos hermanos obispos,
Queridos sacerdotes, religiosas, religiosos y seminaristas,
Queridos catequistas y animadores de comunidades cristianas,
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenas tardes!

Agradezco el saludo de bienvenida de Mons. Hilário en nombre de todos vosotros. Con afecto y gran reconocimiento, os saludo a todos. Sé que habéis hecho un gran esfuerzo para estar aquí. Juntos, queremos renovar la respuesta al llamado que una vez hizo arder nuestros corazones y que la Santa Madre Iglesia nos ayudó a discernir y confirmar con la misión.

Gracias por vuestros testimonios, que hablan de las horas difíciles y los desafíos serios que vivís, reconociendo límites y debilidades; pero también admirándoos de la misericordia de Dios. Me alegró escuchar de la boca de una catequista decir: “Somos una Iglesia insertada en un pueblo heroico”, que sabe de sufrimientos, pero mantiene viva la esperanza. Con ese sano orgullo por vuestro pueblo, que invita a renovar la fe y la esperanza, queremos renovar nuestro “sí”. ¡Qué feliz es la Santa Madre Iglesia al escucharos manifestar el amor del Señor y la misión que os ha dado! ¡Qué contenta está de ver vuestro deseo de volver siempre al «amor primero» (Ap 2,4)!

Pido al Espíritu Santo que os dé siempre la lucidez de llamar a la realidad con su nombre, la valentía de pedir perdón y la capacidad de aprender a escuchar lo que Él quiere decirnos.

Queridos hermanos y hermanas, nos guste o no, estamos llamados a enfrentar la realidad tal como es. Los tiempos cambian y debemos reconocer que a menudo no sabemos cómo insertarnos en los nuevos escenarios; podemos soñar con las “cebollas de Egipto” (cf. Nm 11,5), olvidando que la Tierra Prometida está adelante y no atrás, y en ese lamento por los tiempos pasados, nos vamos petrificando. Nos vamos, momificando. No es buena cosa un Obispo, un sacerdote, incluso un catequista, momificado. No, no es bueno. En lugar de profesar una Buena Nueva, lo que anunciamos es algo gris que no atrae ni enciende el corazón de nadie. Esa es la tentación.

Nos encontramos en esta catedral, dedicada a la Inmaculada Concepción de la Virgen María, para compartir como familia lo que nos pasa. Como familia que nació en ese “sí” que María le dijo al ángel. Ella, ni por un momento miró hacia atrás. Es el evangelista Lucas quien nos narra estos acontecimientos del inicio del misterio de la Encarnación. Quizás en su modo de hacerlo encontremos respuestas a las preguntas que hoy habéis hecho. Un Obispo, un sacerdote, la hermana catequista… ¡Los seminaristas no habéis hecho! Quizás podamos descubrir también el estímulo necesario para responder con la misma generosidad y premura de María.

San Lucas va presentando en paralelo los acontecimientos vinculados a san Juan Bautista y a Jesucristo; quiere que en el contraste descubramos aquello que se va apagando del modo de ser de Dios y de vincularse con Él en el Antiguo Testamento, y el nuevo modo que nos trae el Hijo de Dios hecho hombre. De un modo en el Antiguo Testamento, se va abajando, y de un nuevo modo que trae Jesús.

Es evidente que en ambas anunciaciones, en la de San Juan Bautista y en la de Jesús, hay un ángel. Pero, en una, la aparición se da en Judea, en la ciudad más importante: Jerusalén; y no en cualquier lugar, sino en el templo y, dentro de él, en el Santo de los Santos; el ángel se dirige a un varón, y sacerdote. Por el contrario, el anuncio de la Encarnación es en Galilea, la más alejada y conflictiva de las regiones, en una pequeña aldea, Nazaret, en una casa y no en una sinagoga o lugar religioso, y se hace a una laica, y mujer. ¿Qué ha cambiado? Todo. ¡Cambió todo! Y, en ese cambio, está nuestra identidad más profunda.

Vosotros preguntabais qué hacer con la crisis de identidad sacerdotal, cómo luchar contra ella. A propósito, lo que voy a decir relativo a los sacerdotes es algo que todos —obispos, catequistas, consagrados, seminaristas— estamos llamados a cultivar y desarrollar.

Frente a la crisis de identidad sacerdotal, quizás tenemos que salir de los lugares importantes, solemnes; tenemos que volver a los lugares donde fuimos llamados, donde era evidente que la iniciativa y el poder eran de Dios. Ninguno de nosotros fue llamado a un lugar importante. Ninguno.

A veces sin querer, sin culpa moral, nos habituamos a identificar nuestro quehacer cotidiano como sacerdotes con ciertos ritos, con reuniones y coloquios donde el lugar que ocupamos en la reunión, en la mesa o en el aula es de jerarquía; nos parecemos más a Zacarías que a María. «Creo que no exageramos si decimos que el sacerdote es una persona muy pequeña: la inconmensurable grandeza del don que nos es dado para el ministerio nos relega entre los más pequeños de los hombres.

El sacerdote es el más pobre de los hombres –sí, el sacerdote es el más pobre de los hombres– si Jesús no lo enriquece con su pobreza, el más inútil siervo si Jesús no lo llama amigo, el más necio de los hombres si Jesús no lo instruye pacientemente como a Pedro, el más indefenso de los cristianos si el Buen Pastor no lo fortalece en medio del rebaño.

Nadie más pequeño que un sacerdote dejado a sus propias fuerzas; por eso nuestra oración protectora contra toda insidia del Maligno es la oración de nuestra Madre: soy sacerdote porque Él miró con bondad mi pequeñez (cf. Lc 1,48)» (Homilía en la Misa Crismal, 17 de abril de 2014).

Volver a Nazaret puede ser el camino para afrontar la crisis de identidad. Jesús llama, después de la resurrección, a regresar a Galilea para encontrarlos. Volver a Nazareth, a la primera llamada. Volver a Galilea para resolver la crisis de identidad. Volver a Nazaret para renovarnos como pastores-discípulos-misioneros.

Vosotros mismos expresabais cierta exageración en la preocupación por generar recursos para el bienestar personal, por “caminos tortuosos” que muchas veces terminan privilegiando actividades con una retribución garantizada y generan resistencias a entregar la vida en el pastoreo cotidiano.

La imagen de esta sencilla doncella en su casa, en contraste con toda la estructura del templo y de Jerusalén, puede ser el espejo donde miremos nuestras complicaciones y afanes, que oscurecen y dilatan la generosidad de nuestro “sí”.

Las dudas y la necesidad de explicaciones de Zacarías desentonan con el “sí” de María que sólo requiere saber cómo se va a dar todo lo que le suceda. Zacarías no puede superar el afán de controlarlo todo, no puede salir de la lógica de ser y sentirse el responsable y autor de lo que suceda. María no duda, no se mira a sí misma: se entrega, confía. Es agotador vivir el vínculo con Dios como Zacarías, como un doctor de la ley: siempre cumpliendo, siempre creyendo que la paga es proporcional al esfuerzo que haga, que es mérito mío si Dios me bendice, que la Iglesia tiene el deber de reconocer mis virtudes y esfuerzos.

No podemos correr tras aquello que redunde en beneficios personales; nuestros cansancios deben estar más vinculados a «nuestra capacidad de compasión (¿tengo capacidad de compasión?), son tareas en las que nuestro corazón es “movido” y conmovido. Hermanos y hermanas: la Iglesia pide capacidad de compasión.

Nos alegramos con los novios que se casan, reímos con el bebé que traen a bautizar; acompañamos a los jóvenes que se preparan para el matrimonio y a las familias; nos apenamos con el que recibe la unción en la cama del hospital, lloramos con los que entierran a un ser querido» (Homilía Misa en la Misa Crismal, 2 abril 2015).

Entregamos minutos y días en pos de esa madre con SIDA, ese pequeño que quedó huérfano, esa abuela a cargo de tantos nietos o ese joven que ha venido a la ciudad y está desesperado porque no encuentra trabajo. «Tantas emociones... Si tenemos el corazón abierto, esta emoción y tanto afecto fatigan el corazón del Pastor.

Para nosotros, sacerdotes, las historias de nuestra gente no son un noticiero: nosotros conocemos a nuestro pueblo, podemos adivinar lo que les está pasando en su corazón; y el nuestro, al compadecernos (al padecer con ellos), se nos va deshilachando, se nos parte en mil pedacitos, se conmueve y hasta parece comido por la gente: “Tomad, comed”. Esa es la palabra que musita constantemente el sacerdote de Jesús cuando va atendiendo a su pueblo fiel: “Tomad y comed, tomad y bebed...”.

Y así nuestra vida sacerdotal se va entregando en el servicio, en la cercanía al pueblo fiel de Dios... que siempre, siempre cansa» (ibíd.). Hermanos y hermanas: la proximidad cansa. Siempre cansa. La proximidad al santo pueblo de Dios. La proximidad cansa. Es bello encontrar sacerdotes, una hermana, un catequista que se cansa con la proximidad.

Renovar el llamado muchas veces pasa por revisar si nuestros cansancios y afanes tienen que ver con cierta “mundanidad espiritual”, «por la fascinación de mil propuestas de consumo que no nos podemos quitar de encima para caminar, libres, por los senderos que nos llevan al amor de nuestros hermanos, a los rebaños del Señor, a las ovejitas que esperan la voz de sus pastores» (Homilía en la Misa Crismal, 24 marzo 2016); renovar el llamado pasa por elegir, decir sí y cansarnos por aquello que es fecundo a los ojos de Dios, que hace presente, encarna, a su Hijo Jesús. Que en este sano cansancio encontremos la fuente de nuestra identidad y felicidad. La proximidad cansa. Este cansancio es la santidad.

Que nuestros jóvenes descubran eso en nosotros, que nos dejamos “tomar y comer”, y que sea eso lo que los lleva a preguntarse por el seguimiento de Jesús, que deslumbrados por la alegría de una entrega cotidiana no impuesta sino madurada y elegida en el silencio y la oración, ellos quieran dar su “sí”.

Tú, que te lo preguntas o ya estás en camino de una consagración definitiva, has descubierto «que la ansiedad y la velocidad de tantos estímulos que nos bombardean hacen que no quede lugar para ese silencio interior donde se percibe la mirada de Jesús y se escucha su llamado. Mientras tanto, te llegarán muchas propuestas maquilladas, que parecen bellas e intensas, aunque con el tiempo solamente te dejarán vacío, cansado y solo.

No dejes que eso te ocurra, porque el torbellino de este mundo te lleva a una carrera sin sentido, sin orientación, sin objetivos claros, y así se malograrán muchos de tus esfuerzos. Más bien busca esos espacios de calma y de silencio que te permitan reflexionar, orar, mirar mejor el mundo que te rodea, y entonces sí, con Jesús, podrás reconocer cuál es tu vocación en esta tierra» (Exhort. ap. Christus vivit, 277).

Este juego de contrastes que plantea el evangelista Lucas, culmina en el encuentro de las dos mujeres: Isabel y María. La Virgen visita a su prima mayor y todo es fiesta, baile y alabanza. Hay una parte de Israel que ha entendido el cambio profundo, vertiginoso del proyecto de Dios: por eso acepta ser visitada, por eso el niño salta en el vientre. En una sociedad patriarcal, por un instante, el mundo de los hombres se retira, enmudece como Zacarías.

Hoy también nos ha hablado una catequista, una mujer mozambiqueña que nos ha recordado que nada les hará perder su entusiasmo por evangelizar, por cumplir con su compromiso bautismal. Vuestra vocación es evangelizar. La vocación de la Iglesia es evangelizar. La identidad de la Iglesia es evangelizar. No hacer proselitismo. El proselitismo no es evangelización. El proselitismo no es cristiano. Nuestra vocación es evangelizar. La identidad de la Iglesia es evangelizar.

En ella están todos los que salen al encuentro de sus hermanos: los que visitan como María, los que al dejarse visitar aceptan gustosos que el otro los transforme al regalarle su cultura, sus modos de vivir la fe y de expresarla.

La inquietud que expresas nos devela que la inculturación siempre será un desafío, como este “viaje” entre estas dos mujeres que quedarán mutuamente transformadas por el encuentro, el diálogo y el servicio. «Las Iglesias particulares deben fomentar activamente formas, al menos incipientes, de inculturación.

Lo que debe procurarse, en definitiva, es que la predicación del Evangelio, expresada con categorías propias de la cultura donde es anunciado, provoque una nueva síntesis con esa cultura. Aunque estos procesos son siempre lentos, a veces el miedo nos paraliza demasiado. Si dejamos que las dudas y temores sofoquen toda audacia, es posible que, en lugar de ser creativos, simplemente nos quedemos cómodos y no provoquemos avance alguno y, en ese caso, no seremos partícipes de procesos históricos con nuestra cooperación, sino simplemente espectadores de un estancamiento infecundo de la Iglesia» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 129).

La “distancia” entre Nazaret y Jerusalén se acorta, se hace inexistente por ese “sí” de María. Porque las distancias, los regionalismos y particularismos, el estar constantemente construyendo muros atentan contra la dinámica de la encarnación, que ha derribado el muro que nos separaba (cf. Ef 2,14). Vosotros que habéis sido testigos —al menos los mayores— de divisiones y rencores que terminaron en guerras, tenéis que estar siempre dispuestos a “visitaros”, a acortar las distancias. La Iglesia de Mozambique está invitada a ser la Iglesia de la Visitación.

No puede ser parte del problema de las competencias, menosprecios y divisiones de unos con otros, sino puerta de solución, espacio donde sea posible el respeto, el intercambio y el diálogo. La pregunta formulada sobre qué hacer ante un matrimonio interreligioso nos desafía en esta tendencia asentada que tenemos a la fragmentación, a separar en vez de unir. Como también lo es el vínculo entre nacionalidades, entre razas, entre los del norte y los del sur, entre comunidades, sacerdotes y obispos.

Es el desafío porque, hasta desarrollar «una cultura del encuentro en una pluriforme armonía», se requiere «un proceso constante en el cual cada nueva generación se ve involucrada. Es un trabajo lento y arduo que exige querer integrarse y aprender a hacerlo». Es el requisito necesario para la «construcción de un pueblo en paz, justicia y fraternidad», para «el desarrollo de la convivencia social y la construcción de un pueblo donde las diferencias se armonicen en un proyecto común» (ibíd., 220-221).

Así como María fue a la casa de Isabel, como Iglesia tenemos que aprender el camino frente a nuevas problemáticas, buscando no quedar paralizados por una lógica que enfrenta, divide, condena. Poneos en camino y buscad una respuesta a estos desafíos pidiendo la asistencia segura del Espíritu Santo. Él es el Maestro para mostrar los nuevos caminos a transitar.

Reavivemos entonces nuestro llamado vocacional, hagámoslo bajo este magnífico templo dedicado a María, y que nuestro “sí” comprometido proclame las grandezas del Señor, alegre el espíritu de nuestro pueblo en Dios, nuestro Salvador (cf. Lc 1,46-47). Y llene de esperanza, paz y reconciliación a vuestro país, a nuestro querido Mozambique.

Os pido que, por favor, recéis y hagáis rezar por mí.
Que el Señor os bendiga y la Virgen Santa os cuide.
Gracias.

Esta es la propuesta del Papa para hacer frente a la crisis de identidad sacerdotal
El Papa Francisco invitó a los sacerdotes a experimentar el “sano cansancio” que causa la proximidad a los fieles.

En un discurso sobre la crisis de la identidad sacerdotal y cómo afrontarla, que pronunció ante Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, consagrados, seminaristas, catequistas y animadores de pastoral de Mozambique este jueves 5 de septiembre, segundo día de su viaje pastoral a África, que también le llevará a Madagascar y Mauricio, en la Catedral de la Inmaculada Concepción, el Santo Padre subrayó que “la proximidad cansa”.

“La proximidad al santo pueblo de Dios siempre cansa” y, por ello, “es bello encontrar un sacerdote, una hermana, un catequista cansado por la proximidad”.

“Que en este sano cansancio encontremos la fuente de nuestra identidad y felicidad. La proximidad cansa. Este cansancio es la santidad”.

Tras escuchar los testimonios de un sacerdote, una religiosa y un catequista, el Papa Francisco explicó que para hacer frente a la crisis de identidad sacerdotal “quizás tenemos que salir de los lugares importantes, solemnes; tenemos que volver a los lugares donde fuimos llamados, donde era evidente que la iniciativa y el poder eran de Dios”.

“A veces sin querer, sin culpa moral, nos habituamos a identificar nuestro quehacer cotidiano como sacerdotes con ciertos ritos, con reuniones y coloquios donde el lugar que ocupamos en la reunión, en la mesa o en el aula es de jerarquía”.

En ese sentido, pidió a los sacerdotes no lamentarse por los tiempos pasados, porque ese lamento “nos va petrificando. Nos va, momificando. No es buena cosa un Obispo, un sacerdote, incluso un catequista, momificado. No, no es bueno. En lugar de profesar una Buena Nueva, lo que anunciamos es algo gris que no atrae ni enciende el corazón de nadie”.

En su respuesta a los testimonios, el Papa repitió algunas de las frases de su homilía durante la Misa Crismal del 17 de abril de 2014 y señaló que “no exageramos si decimos que el sacerdote es una persona muy pequeña: la inconmensurable grandeza del don que nos es dado para el ministerio nos relega entre los más pequeños de los hombres”.

“El sacerdote es el más pobre de los hombres si Jesús no lo enriquece con su pobreza, el más inútil siervo si Jesús no lo llama amigo, el más necio de los hombres si Jesús no lo instruye pacientemente como a Pedro, el más indefenso de los cristianos si el Buen Pastor no lo fortalece en medio del rebaño”.

“Nadie más pequeño que un sacerdote dejado a sus propias fuerzas; por eso nuestra oración protectora contra toda insidia del Maligno es la oración de nuestra Madre: soy sacerdote porque Él miró con bondad mi pequeñez”.

Por ello, “volver a Nazaret puede ser el camino para afrontar la crisis de identidad, para renovarnos como pastores-discípulos-misioneros”.

“Renovar el llamado muchas veces pasa por revisar si nuestros cansancios y afanes tienen que ver con cierta “mundanidad espiritual”,

El Papa insistió: “renovar el llamado pasa por elegir, decir sí y cansarnos por aquello que es fecundo a los ojos de Dios, que hace presente, encarna, a su Hijo Jesús. Que en este sano cansancio encontremos la fuente de nuestra identidad y felicidad”.

Papa Francisco recibe a víctimas de ciclón en Mozambique
El Papa Francisco recibió a un grupo de fieles de la Diócesis de Xai – Xai, afectada gravemente por un ciclón en el año 2000 y localizado al norte de Maputo (capital de Mozambique) país que el Santo Padre visita en su nuevo viaje apostólico a África y que incluye a Madagascar y Mauricio.

La Diócesis de Xai – Xai forma parte de un región que fue afectada gravemente por un ciclón que golpeó Mozambique en febrero del año 2000 y que provocó que el río Limpopo dejara sumergida a la ciudad por casi tres metros de agua y lodo.

El Papa Francisco, que entonces era Arzobispo de Buenos Aires, inició un ‘hermamiento’ entre ambas diócesis.

Por ello, este 5 de septiembre, el Santo Padre tuvo un encuentro privado en la Nunciatura Apostólica de Maputo después del almuerzo y antes de ir a la Catedral para reunirse con los obispos, sacerdotes, religiosos, consagrados, seminaristas, catequistas y animadores de Mozambique.

Según confirmó el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni, el Papa recibió a la delegación de la Diócesis de Xai Xai junto a su obispo, Mons. Lucio Andrice Muandula, y el Obispo Emérito, Cardenal Julio Duarte Langa.

El encuentro en la Nunciatura Apostólica tuvo un clima cordial y familiar. Tras el breve saludo de Mons. Muandula, el Papa Francisco “recordó los orígenes de la relación entre las diócesis y como, el intercambio entre las dos, había reforzado a los sacerdotes, los religiosos, las religiosas, y los seminaristas en su misión, abriéndoles una perspectiva apostólica”, indicó Matteo Bruni.

Asimismo, el Santo Padre destacó la importancia de la oración de unos por otros y el valor de los niños, la riqueza de una nación, y de los ancianos. “Los niños y los ancianos son el tesoro de un pueblo y en el modo en el cual se cuida de ellos mide la grandeza de un pueblo”, dijo.

Encuentro con jóvenes en la Nunciatura

Este encuentro reservado no ha sido el primero en la Nunciatura Apostólica en Maputo, ya que esta mañana, el Papa Francisco se reunió con 20 jóvenes procedentes de distintas ciudades de Mozambique, como Mangunze, Muvamba, Tofo y Xai – Xai en representación de los más de 2.700 jóvenes estudiantes que participan en proyectos en este país organizados por la fundación pontificia Scholas.

Según indicaron los organizadores del encuentro, el Santo Padre conversó con los jóvenes sobre los problemas que más los afectan y al finalizar el encuentro le cantaron al Papa una canción con un mensaje de paz y armonía que ellos mismos compusieron para la ocasión.

Por último, el director de la Oficina de Prensa, Matteo Bruni, describió que durante este encuentro el Santo Padre confió a los presentes “algunos episodios de su infancia en Buenos Aires, cuando se jugaba fútbol con balones hechos de pedazos de tela en un patio cercano a su casa” y el Papa destacó cómo el juego y el trabajo deben estar siempre unidos.

El Papa visita a indigentes y pobres atendidos en la Casa Mateo 25 en Mozambique
El Papa Francisco visitó en privado la Casa Mateo 25, un lugar donde diversas congregaciones religiosas asisten a los más necesitados en Mozambique.

La visita se realizó luego del encuentro que sostuvo con los obispos, los sacerdotes, religiosos y seminaristas del país en la Catedral de la Inmaculada Concepción.

A su llegada, el Papa Francisco fue recibido por tres niños y el presidente de Mozambique, Filipe Jacinto Nyusi Luego, mientras un coro entonaba un canto para el Pontífice.

Impagable el trabajo de los misioneros en .
Un ejemplo es la , que ofrece apoyo a los más pobres, a los que viven en las calles de .
El viaje del lo está confirmando.
Y los más felices, como siempre, los niños.@COPE @OMP_ES @TRECE_es

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Ya en el interior de la casa y cerca de la capilla donde se colocó una placa conmemorativa, lo esperaban tres religiosas y un sacerdote que hacen parte de la coordinación de la obra. El Papa rezó brevemente allí y luego recibió como regalo una cruz y un cuadro de parte de quienes reciben ayuda en la casa.

A continuación el Santo Padre dejó obsequió a la casa una réplica de la Virgen de las Lágrimas, una advocación que surgió en Siracusa (Italia), donde una imagen del Corazón Inmaculado de María derramó lágrimas.

El hecho se produjo en 1953, en la casa del humilde matrimonio de Angelo Lannuso y Antonina Lucia Giusti, quienes tenían la imagen de yeso con relieve que colgaba encima del lecho matrimonial y que derramó lágrimas entre el 29 de agosto y el 1 de septiembre.

La imagen era un regalo de bodas y, cuando lloró, la primera en verla fue Antonina que estaba embarazada de su primer hijo. El 12 de diciembre de 1953, día en que la Iglesia celebra a la Virgen de Guadalupe, los obispos de la región de Sicilia unánimemente declararon que efectivamente la imagen de la Madre de Dios había llorado.

Después de saludar personalmente a quienes son atendidos en la Casa Mateo 25, el Papa Francisco se dirigió a la Nunciatura donde es acogido por los jesuitas de Mozambique.

La Casa Mateo 25

La Casa Mateo 25 se abrió el 19 de julio de 2018 y toma su nombre de la constante invitación que hace el Papa Francisco para vivir lo que dice el Evangelio de Mateo en el capítulo 25. Para el Santo Padre allí se encuentra “el protocolo según el cual seremos juzgados”.

A partir del versículo 31, el Evangelio dice que cuando “el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos los ángeles” juzgará a todos enviando al Reino de Dios a quienes obraron con misericordia y al “fuego eterno” a quienes no.

“Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme”, indican los versículos 35 y 36.

Con esta consigna, quienes sirven en la Casa Mateo 25 se entregan generosamente a ayudar a un grupo de entre 70 y 120 personas a diario como niños de la calle, personas sin techo, drogadictos y enfermos.

Cuando sirven a los niños, los que se encargan de la ayuda también les ofrecen una breve catequesis sobre una parábola del Evangelio o la vida de un santo.

Algunas de las congregaciones que sirven en esta casa son las Hijas de la Caridad de San Vicente, los Salesianos, las Hijas de María Auxiliadora, las Hermanas Concepcionistas, la Congregación de la Misión, los Misioneros Franciscanos de María y la Comunidad de San Egidio.


Conoce la intención de oración del Papa Francisco para septiembre de 2021

Para el mes de setiembre de 2021, el Papa Francisco anima a los fieles a unirse a su intención de oración para pedir por un “estilo de vida ...