El Papa Francisco advirtió contra el peligro del consumismo y afirmó que es “un virus que infecta la fe desde la raíz.
“El consumismo es un virus que infecta la fe desde la raíz, porque te hace creer que la vida depende sólo de aquello que tiene, y así te olvidas de Dios que viene al encuentro y de quien tienes a tu lado. El Señor viene, pero en cambio sigues los apetitos que te llegan; el hermano llama a tu puerta, pero a ti te molesta porque interrumpe tus planes”.
El Santo Padre habló así en su homilía de la Misa celebrada este domingo 1 de diciembre en la Basílica de San Pedro del Vaticano por el rito zaireño, con motivo del 25 aniversario de la fundación de la Capellanía Congoleña de Roma.
Francisco explicó que “en el Evangelio, cuando Jesús señala los peligros para la fe, no se preocupa de enemigos poderosos, de hostilidades y de persecuciones. Todo eso lo ha habido y lo habrá, pero no debilita la fe. El verdadero peligro, por el contrario, es aquel que anestesia el corazón: depender del consumismo, y cargar el corazón con necesidades”.
“Entonces se vive de cosas y no se sabe para qué; se tienen muchos bienes, pero no se hace el bien; las casas se llenan de cosas, pero se vacían de hijos; se pierde el tiempo en pasatiempos, pero no se dedica tiempo a Dios y a los demás”.
Advirtió que “cuando se vive para las cosas, las cosas no bastan nunca, la codicia crece y los demás parecen obstáculos en el camino, y así se termina por sentirse amenazados e insatisfechos siempre, y enfadados, se eleva el novel del odio”.
“Lo vemos hoy allí donde impera el consumismo: cuánta violencia, aunque sólo sea verbal, cuánta rabia y necesidad de buscar un enemigo a toda costa. Así, mientras el mundo está lleno de armas que provocan muertos, no nos damos cuenta de que continuamos armando nuestros corazones con ira”.
El Papa Francisco subrayó que Jesús quiere despertar al pueblo de este consumismo, y “lo hace con el verbo ‘vigilad’. Vigilar era el trabajo del centinela, que vigilaba permaneciendo despierto mientras los demás dormían. Vigilar es no ceder al suelo que atrapa a todos”.
“Para poder vigilar se necesita tener una esperanza segura: que la noche no durará para siempre, que pronto llegará el alba. Y así también nosotros: Dios viene y su luz iluminará hasta las tinieblas más oscuras”.
“A nosotros nos toca hoy vigilar: vencer la tentación de que el sentido de la vida sea acumular, desenmascarar el engaño de que se es feliz si se tienen muchas cosas, resistir las luces resplandecientes del consumismo que brillan por todos sitios durante este mes, y creer que la oración y la caridad no son tiempo perdido, sino los tesoros más grandes”.
Adviento
Por otro lado, el Papa Francisco reflexionó sobre el significado del Adviento. “Jesús viene: el Adviento nos recuerda esta certeza ya en su nombre, porque la palabra Adviento significa ‘venida’. El Señor viene: he ahí la raíz de nuestra esperanza, la seguridad de que ante las tribulaciones del mundo viene a nosotros el consuelo de Dios, un consuelo que no necesita palabras, sino presencia, su presencia que viene en medio de nosotros”.
“El Señor no nos deja solos. Vino hace dos mil años y volverá a venir al final de los tiempos, pero también viene hoy a mi vida, a tu vida. Sí, a esta vida nuestra, con todos sus problemas, con sus angustias y con sus incertezas”.
El Papa Francisco se dirigió a los fieles congoleños: “Habéis venido de lejos”, les dijo. “Habéis dejado vuestra casa, afectos y cosas queridas. Juntos aquí habéis encontrado acogida junto con dificultades e imprevistos. Pero para Dios siempre seréis invitados bienvenidos. Para Él, nunca somos extranjeros, sino hijos esperados. Y la Iglesia es la casa de Dios: aquí, por lo tanto, os sentís siempre en casa. Aquí venimos para caminar juntos hacia el Señor”.
Sin embargo, “frente a las luces del Señor se pueden preferir las tinieblas del mundo. Al Señor que viene y a su invitación a caminar con Él se le puede responder que no. Con frecuencia, no se trata de un no directo, insolente, sino sutil. Es el no del que nos advierte Jesús en el Evangelio al exhortarnos a no hacer como en los días de Noé”.
“¿Qué es lo que sucedía en los días de Noé? Sucedía que, mientras algo nuevo y perturbador estaba a punto de llegar, nadie le hizo caso, porque todos pensaban sólo en comer y en beber. En otras palabras, todos reducían su vida sólo a sus necesidades, se contentaban con una vida plana, horizontal, sin impulso. No había espera de nadie, sólo la pretensión de tener algo para sí mismo, algo para consumir”, concluyó.