El Papa Francisco recordó en la Misa celebrada en la capilla de la Casa Santa Marta que este 29 de abril es la fiesta de Santa Catalina de Siena, Doctora de la Iglesia y Copatrona de Europa, por lo que animó por la unidad de Europa.
Así lo indicó el Santo Padre al inicio de la Eucaristía que presidió este miércoles por la mañana.
El Pontífice destacó la memoria litúrgica de esta Santa italiana, quien fue defensora del Papado y que, de analfabeta pasó a ser declarada Doctora de la Iglesia por San Pablo VI en 1970, así como fue también proclamada Copatrona de Europa por San Juan Pablo II en 1999.
“Hoy es [la fiesta] de Santa Catalina de Siena, Doctora de la Iglesia, Patrona de Europa. Rezamos por Europa, por la unidad de Europa, por la unidad de la Unión Europea, para que todos juntos podamos ir hacia adelante como hermanos”, pidió el Papa.
Luego durante su homilía, el Santo Padre reflexionó en las lecturas de la Liturgia del día y señaló la importancia del concreto y pudo algunos ejemplos, entre ellos, el de una persona que confiesa en el Sacramento de la Reconciliación sus pecados concretamente y la sencillez de los niños que dicen las cosas claras, al mencionar una reciente carta que recibió de un joven.
“Tener esta sabiduría de lo concreto” alentó el Papa quien advirtió el peligro de vivir “en la tibieza, en el gris, ni buenos, ni malos, ni negro, ni blanco, grises. Las vidas que no le gustan al Señor, al Señor no les gustan los tibios. Concreto para no ser mentirosos, si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo, tanto que nos perdona, nos perdona cuando nosotros somos concretos”, explicó el Santo Padre.
Datos biográficos de Santa Catalina di Siena
Santa Catalina nació en Siena (Italia) en 1347 en una familia de padres piadosos. Gustaba mucho de la oración, las cosas de Dios, y a los siete años hizo un voto privado de virginidad. Más adelante, su familia trató de persuadirla para que se casara, pero ella se mantuvo firme y sirvió generosamente a los pobres y enfermos.
A los 18 años recibió el hábito de la tercera orden de Santo Domingo, viviendo la espiritualidad dominica en el mundo secular y siendo la primera mujer soltera en ser admitida. Tuvo que superar muchas tentaciones del diablo que buscaban hacer que desistiera, pero ella seguía confiando en Dios.
En 1366, Santa Catalina vivió un “matrimonio místico”. Se encontraba en su habitación orando cuando vio a Cristo acompañado de su Madre y un cortejo celestial.
Por aquel tiempo brotó una peste y la Santa siempre se mantuvo con los enfermos, los preparaba para la muerte y llegó incluso a enterrarlos ella misma con sus propias manos. Además, tenía el don de reconciliar hasta a los peores enemigos, más con sus oraciones a Dios que con sus palabras.
En esta época los Papas vivían en Avignon (Francia) y los romanos se quejaban de haber sido abandonados por sus Obispos, amenazando con realizar un cisma.
El Papa Gregorio XI hizo un voto secreto a Dios de regresar a Roma y al consultarle a Santa Catalina, ella le dijo: “Cumpla con su promesa hecha a Dios”. El Pontífice se quedó sorprendido porque no le había dicho del voto a nadie y más adelante el Santo Padre cumplió su promesa y volvió a la Ciudad Eterna.
"Aunque era hija de artesanos y analfabeta por no haber tenido estudios ni instrucción, comprendió, sin embargo, las necesidades del mundo de su tiempo con tal inteligencia que superó con mucho los límites del lugar donde vivía, hasta el punto de extender su acción hacia toda la sociedad de los hombres; no había ya modo de detener su valentía, ni su ansia por la salvación de las almas", escribió sobre ella San Juan Pablo II en 1980 por el VI centenario de su muerte.
Santa Catalina murió el 29 de abril de 1380 en Roma con tan solo 33 años y de un ataque súbito. El Papa Pablo VI la nombró Doctora de la Iglesia en 1970 y fue proclamada Copatrona de Europa por San Juan Pablo II en 1999 junto a Santa Brígida de Suecia y Santa Teresa Benedicta de la Cruz. Su fiesta es cada 29 de abril.
Santa Catalina nació en Siena (Italia) en 1347 en una familia de padres piadosos. Gustaba mucho de la oración, las cosas de Dios, y a los siete años hizo un voto privado de virginidad. Más adelante, su familia trató de persuadirla para que se casara, pero ella se mantuvo firme y sirvió generosamente a los pobres y enfermos.
A los 18 años recibió el hábito de la tercera orden de Santo Domingo, viviendo la espiritualidad dominica en el mundo secular y siendo la primera mujer soltera en ser admitida. Tuvo que superar muchas tentaciones del diablo que buscaban hacer que desistiera, pero ella seguía confiando en Dios.
En 1366, Santa Catalina vivió un “matrimonio místico”. Se encontraba en su habitación orando cuando vio a Cristo acompañado de su Madre y un cortejo celestial.
Por aquel tiempo brotó una peste y la Santa siempre se mantuvo con los enfermos, los preparaba para la muerte y llegó incluso a enterrarlos ella misma con sus propias manos. Además, tenía el don de reconciliar hasta a los peores enemigos, más con sus oraciones a Dios que con sus palabras.
En esta época los Papas vivían en Avignon (Francia) y los romanos se quejaban de haber sido abandonados por sus Obispos, amenazando con realizar un cisma.
El Papa Gregorio XI hizo un voto secreto a Dios de regresar a Roma y al consultarle a Santa Catalina, ella le dijo: “Cumpla con su promesa hecha a Dios”. El Pontífice se quedó sorprendido porque no le había dicho del voto a nadie y más adelante el Santo Padre cumplió su promesa y volvió a la Ciudad Eterna.
"Aunque era hija de artesanos y analfabeta por no haber tenido estudios ni instrucción, comprendió, sin embargo, las necesidades del mundo de su tiempo con tal inteligencia que superó con mucho los límites del lugar donde vivía, hasta el punto de extender su acción hacia toda la sociedad de los hombres; no había ya modo de detener su valentía, ni su ansia por la salvación de las almas", escribió sobre ella San Juan Pablo II en 1980 por el VI centenario de su muerte.
Santa Catalina murió el 29 de abril de 1380 en Roma con tan solo 33 años y de un ataque súbito. El Papa Pablo VI la nombró Doctora de la Iglesia en 1970 y fue proclamada Copatrona de Europa por San Juan Pablo II en 1999 junto a Santa Brígida de Suecia y Santa Teresa Benedicta de la Cruz. Su fiesta es cada 29 de abril.
El Papa Francisco animó a vivir con sencillez y, como los niños, los jóvenes, a hablar con sinceridad y transparencia, “incluso si están equivocados”, porque la transparencia permite recibir de Dios “la gracia de la libertad”.
Así lo explicó el Santo Padre durante su homilía de la Misa en la capilla de la Casa Santa Marta de este 29 de abril, fiesta litúrgica de Santa Catalina de Siena.
“Pidamos al Señor la gracia de la sencillez y que nos dé esta gracia que da a la gente sencilla, a los niños, a los jóvenes que dicen lo que sienten, que no ocultan lo que sienten. Incluso si es algo equivocado, pero lo dicen. También con Él, decir las cosas: transparencia. Y no vivir una vida que no es ni una cosa ni la otra. La gracia de la libertad para decir estas cosas y también la gracia de conocer bien quiénes somos ante Dios”, invitó el Pontífice.
En esta línea, el Papa señaló la importancia de “tener sabiduría en lo concreto” y advirtió también sobre el peligro de vivir “en la tibieza, en el gris, ni buenos, ni malos, ni negro, ni blanco, grises” porque al Señor “no les gustan” las personas que viven su vida con tibieza
“Concreto para no ser mentirosos, si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo, tanto que nos perdona, nos perdona cuando nosotros somos concretos”, subrayó.
Al comentar un pasaje de la Liturgia del día, de la Primera Carta del Apóstol San Juan (1:5-2:2), en el cual el evangelista describe y anuncia que “Dios es Luz y en Él no hay tiniebla alguna”, el Papa destacó que esta narración “hay muchos contrastes: entre luz y tinieblas, entre mentira y verdad, entre pecado e inocencia. Pero el apóstol siempre llama a la concreción, a la verdad, y nos dice que no podemos estar en comunión con Jesús y caminar en las tinieblas, porque Él es la luz”.
Por ello, el Santo Padre explicó que “o una cosa u otra: el gris es aún peor, porque el gris te hace creer que estás caminando en la luz, porque no estás en la oscuridad y esto te tranquiliza. El gris es muy traicionero. O una cosa u otra”, reiteró el Papa al explicar que “si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros".
“Aquí hay una cosa que puede engañarnos: decir ‘todos somos pecadores’, como quien dice ‘buenos días’, ‘feliz día’, una cosa habitual, incluso una cosa social, y así no tenemos una verdadera conciencia del pecado. No, soy un pecador por esto, esto, esto. La concreción. La concreción de la verdad: la verdad siempre es concreta.
En esta línea, el Papa Francisco reiteró que “la verdad es concreta y no puedes ir a confesar tus pecados de forma abstracta: ‘Sí, yo... sí, perdí la paciencia una vez, volví a perder la paciencia...’, y cosas abstractas. ‘Soy un pecador’. La concreción: ‘Yo hice esto. Esto es lo que pensé. He dicho esto’. La concreción es lo que me hace sentir como un pecador en serio y no un pecador en el aire”.
De este modo, el Santo Padre animó a decirle al Señor con libertad “la cosas como son” y pedir su ayuda, imitando el ejemplo del apóstol Pedro después de la primera pesca milagrosa: "Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador” por lo que alentó a “tener esta sabiduría de lo concreto”.
“El diablo quiere que vivamos en la tibieza, tibios, en el gris: ni bueno ni malo, ni blanco ni negro: gris. Una vida que no complace al Señor. Al Señor no le gustan los tibios. Concreción. No para ser mentirosos. Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos: nos perdona cuando somos concretos. La vida espiritual es tan simple, tan sencilla; pero nosotros la complicamos con estos matices”, explicó el Santo Padre.
Lectura comentada por el Papa Francisco:
I Juan 1:5-/2:2
5 Y este es el mensaje que hemos oído de Él y que les anunciamos: Dios es Luz, en Él no hay tiniebla alguna.
I Juan 1:5-/2:2
5 Y este es el mensaje que hemos oído de Él y que les anunciamos: Dios es Luz, en Él no hay tiniebla alguna.
6 Si decimos que estamos en comunión con Él, y caminamos en tinieblas, mentimos y no obramos la verdad.
7 Pero si caminamos en la luz, como Él mismo está en la luz, estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos purifica de todo pecado.
8 Si decimos: «No tenemos pecado», nos engañamos y la verdad no está en nosotros.
9 Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es Él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia.
10 Si decimos: «No hemos pecado», le hacemos mentiroso y su Palabra no está en nosotros.
1 Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo.
2 El es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.
El Papa Francisco afirmó que el testimonio cristiano “produce fastidio a quienes tienen una mentalidad mundana”, y eso puede llevar a la persecución por causa de Cristo.
Así lo señaló el Pontífice durante la Audiencia General de este miércoles 29 de abril celebrada en la Biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano.
El Santo Padre señaló en su catequesis que “las estructuras de pecado, con frecuencia producto de la mentalidad humana, no pueden más que rechazar la pobreza, la mansedumbre o la pureza y declarar la vida según el Evangelio como un error y un problema, es decir, como algo que debe ser marginado”.
Por ese motivo, “si el mundo vive en función del dinero, aquel que demuestre que la vida puede realizarse en el don y en la renuncia se convierte en un fastidio para el sistema de la codicia”.
“Esta palabra, ‘fastidio’, es clave, porque el testimonio cristiano que hace tanto bien a tanta gente que lo sigue, produce fastidio en aquellos que tienen una mentalidad mundana. La viven como una imposición”.
En su catequesis, el Papa reflexionó sobre la última de las Bienaventuranzas: “Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos”.
“Esta bienaventuranza anuncia la misma felicidad que la primera: el Reino de los Cielos es de los perseguidos, así como de los pobres de espíritu. Comprendemos así que hemos llegado al final de un recorrido unitario delineado en los anuncios precedentes”.
Advirtió que “la pobreza de espíritu, el llanto, la mansedumbre, la sed de santidad, la misericordia, la purificación del corazón o las obras de paz pueden conducir a la persecución por causa de Cristo, pero esta persecución, al final, es causa de alegría y de gran recompensa en los cielos”.
“El sendero de las Bienaventuranzas es un camino pascual que conduce de una vida según el mundo a una según Dios, de una existencia guiada por la carne, es decir, por el egoísmo, a una guiada por el Espíritu”.
“El mundo, con sus ídolos, sus compromisos y sus prioridades, no puede aprobar este tipo de existencias”, advirtió.
Cuando en el mundo “aparece la santidad y emerge la vida de los hijos de Dios, en esa belleza hay algo incómodo que llama a una toma de posición: o dejarse poner en discusión y abrirse al bien, o rechazar la luz y endurecer el corazón, incluso hasta la oposición y la ira”.
Para el Pontífice “llama la atención ver cómo en las persecuciones de los mártires crece la hostilidad hasta la ira. Basta con ver las persecuciones del pasado siglo. De las dictaduras europeas. Cómo se llega a la ira contra los cristianos, contra el testimonio cristiano y contra la heroicidad de los cristianos”.
“Pero esto muestra que el drama de la persecución es también el lugar de la liberación del sometimiento al éxito, a la vanagloria y a los compromisos del mundo”.
El Papa se preguntó: “¿De qué se alegra quien ha rechazado el mundo por causa de Cristo? De haber encontrado algo que vale más que el mundo entero”.
“Pero debemos estar atentos también a no leer estas Bienaventuranzas en clave victimista, auto complaciente. De hecho, no siempre el desprecio de los hombres es sinónimo de persecución”.
“Existe también un desprecio que es culpa nuestra, cuando perdemos el sabor de Cristo y del Evangelio”.
El Papa Francisco finalizó su catequesis subrayando que “es necesario ser fieles al sentido humilde de las Bienaventuranzas, porque es aquello que nos lleva a ser de Cristo y no del mundo”.