Dia 3 en Madagascar


Discurso del Papa Francisco ante las autoridades de Madagascar
El Papa Francisco habló ante las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático de Madagascar en el primer acto de su agenda oficial en la isla situada frente a las costas africanas, donde se encuentra de viaje apostólico desde ayer, viernes 6 de septiembre, después de dejar Mozambique.


En su discurso, pronunciado en el Palacio Presidencial de Iavoloha, en la capital Antananarivo, el Santo Padre puso en valor los esfuerzos democratizadores de Madagascar, pero pidió también un mayor esfuerzo en la lucha contra la corrupción y la degradación medioambiental, que arrastran a la población a una espiral de pobreza de la que resulta difícil salir.

“Es importante entonces crear empleos y actividades generadoras de ingresos, que preserven el medio ambiente y ayuden a las personas a salir de la pobreza. En otras palabras, no puede haber un planteamiento ecológico real y un trabajo concreto de salvaguardar el medio ambiente sin la integración de una justicia social que otorgue el derecho al destino común de los bienes de la tierra para las generaciones actuales, así como las futuras”.

A continuación, el texto completo del discurso del Papa Francisco:

Señor Presidente,
Señor Primer Ministro,
Miembros del Gobierno y del Cuerpo Diplomático,
Distinguidas Autoridades,
Representantes de diversas confesiones religiosas y de la sociedad civil,
Señoras y señores:

Saludo cordialmente al Presidente de la República de Madagascar y le agradezco su amable invitación a visitar este hermoso país, así como las palabras de bienvenida que me ha dirigido. También saludo al Primer Ministro, a los miembros del Gobierno, del Cuerpo Diplomático y de la sociedad civil.

Extiendo un saludo fraternal a los obispos, a los miembros de la Iglesia Católica, a los representantes de otras confesiones cristianas y diferentes religiones. Doy las gracias a todas las personas e instituciones que han hecho posible este viaje, especialmente al Pueblo malgache que nos recibe con gran hospitalidad.

En el preámbulo de la Constitución de la República, ustedes han querido sellar uno de los valores fundamentales de la cultura malgache: el fihavanana, que evoca el espíritu de compartir, de ayuda mutua y de solidaridad. En él está incluida también la importancia del parentesco, la amistad, y la buena voluntad entre los hombres y con la naturaleza.

De este modo se pone de manifiesto el “alma” de vuestro pueblo y esas notas particulares que lo distinguen, lo constituyen y le permiten resistir con valentía y abnegación las múltiples contrariedades y dificultades a las que se ha de enfrentar a diario.

Si tenemos que reconocer, valorar y agradecer esta tierra bendecida por su belleza e incontable riqueza natural, no es cosa menor hacerlo también por esa “alma” que les brinda la fuerza para permanecer comprometidos con la aina (es decir con la vida) como bien lo recordó el Rev. Padre Antonio de Padua Rahajarizafy, S.J.

Desde la recuperación de la independencia, vuestra nación aspira a la estabilidad y a la paz, implementando una positiva alternancia democrática que demuestra el respeto por la complementariedad de estilos y proyectos. Lo cual deja de manifiesto que «la política es un vehículo fundamental para edificar la ciudadanía y la actividad del hombre» (Mensaje para la 52 Jornada Mundial de la Paz, 1 enero 2019), cuando la viven como servicio a la comunidad humana.

Es claro, por tanto, que la función y la responsabilidad política son un desafío continuo para quienes tienen la misión de servir y proteger a sus conciudadanos, especialmente a los más vulnerables, y fomentar las condiciones para un desarrollo digno y justo involucrando a todos los actores de la sociedad civil.

Puesto que, como bien recordaba san Pablo VI, el desarrollo de una nación «no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre» (Carta enc. Populorum Progressio, 14).

A este respecto, los aliento a luchar con fuerza y determinación contra todas las formas endémicas de corrupción y especulación que aumentan la disparidad social, y a enfrentar las situaciones de gran precariedad y exclusión que producen siempre condiciones de pobreza inhumana.

De ahí la necesidad de establecer todas las mediaciones estructurales que garanticen una mejor distribución de los ingresos y una promoción integral de todos los habitantes especialmente de los más pobres. Esa promoción no se puede limitar solo a la ayuda asistencial sino al reconocimiento en cuanto sujetos de derecho llamados a la plena participación en la construcción de su futuro (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 204-205).

Además, hemos aprendido que no se puede hablar de desarrollo integral sin prestarle atención y cuidado a nuestra casa común. No se trata solamente de encontrar los medios para preservar los recursos naturales sino de «buscar soluciones integrales que consideren las interacciones de los sistemas naturales entre sí y con los sistemas sociales, porque no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental» (Carta enc. Laudato si’, 139).

Vuestra hermosa isla de Madagascar es rica en biodiversidad vegetal y animal, y semejante riqueza se encuentra particularmente en peligro por la deforestación excesiva en beneficio de unos pocos; su degradación compromete el futuro del país y el de nuestra casa común. Como ustedes saben, las últimas selvas están amenazadas por los incendios forestales, la caza furtiva, la tala desenfrenada de árboles de maderas preciosas.

La biodiversidad vegetal y animal, está en peligro por el contrabando y las exportaciones ilegales. Es cierto también que, para las poblaciones afectadas, muchas de estas actividades que dañan el medioambiente son las que provisoriamente aseguran su supervivencia.

Es importante entonces crear empleos y actividades generadoras de ingresos, que preserven el medio ambiente y ayuden a las personas a salir de la pobreza. En otras palabras, no puede haber un planteamiento ecológico real y un trabajo concreto de salvaguardar el medio ambiente sin la integración de una justicia social que otorgue el derecho al destino común de los bienes de la tierra para las generaciones actuales, así como las futuras.

En este camino todos debemos comprometernos, también la comunidad internacional. Muchos de sus miembros están presentes hoy aquí. Hay que reconocer la ayuda que estas organizaciones internacionales han brindado para el desarrollo del país y que hace visible la apertura de Madagascar al mundo.

El riesgo será que esa apertura se transforme en una supuesta “cultura universal” que menosprecie, menoscabe y suprima el patrimonio cultural de cada pueblo. La globalización económica, cuyos límites son cada vez más obvios, no debería generar una homogeneización cultural.

Si tomamos parte de un proceso donde respetemos las prioridades y formas de vida autóctonas y donde se cumplan las expectativas de los ciudadanos, lograremos que la ayuda proporcionada por la comunidad internacional no sea la única garantía del desarrollo del país; será el propio pueblo quién se hará cargo gradualmente de sí mismo, convirtiéndose en artesano de su destino.

Por eso debemos prestar especial atención y respeto a la sociedad civil local. Al apoyar sus iniciativas y sus acciones, se escuchará más la voz de los que no tienen voz así como las diversas armonías, incluso contradictorias, de una comunidad nacional que siempre busca su unidad. Los invito a soñar en este camino donde nadie quede al margen, o vaya solo o se pierda.

Como Iglesia queremos imitar la actitud de diálogo de vuestra conciudadana, la beata Victoria Rasoamanarivo, que Juan Pablo II beatificó durante su visita, treinta años atrás. Su testimonio de amor a su tierra y tradiciones, el servicio a los más pobres como signo de su fe en Jesucristo, nos muestra el camino que también estamos llamados a recorrer.

Señor Presidente, señoras y señores: Deseo reiterar la voluntad y disponibilidad de la Iglesia católica en Madagascar para contribuir, en un diálogo permanente con los cristianos de otras confesiones, con los miembros de las diferentes religiones y con todos los protagonistas de la sociedad civil, al advenimiento de una verdadera fraternidad que siempre valore el fihavanana, promoviendo el pleno desarrollo humano para que nadie quede excluido.

Con esta esperanza, le pido a Dios que bendiga a Madagascar y a los que aquí viven, que mantenga vuestra hermosa isla en paz y acogedora, y que la haga próspera y feliz.

El Papa destaca los esfuerzos de Madagascar por implementar la democracia
Democracia, lucha contra la corrupción, defensa del medioambiente y desarrollo económico. Esos fueron los cuatro principales temas que el Papa Francisco expuso ante las autoridades, representantes de la sociedad civil y cuerpo diplomático en Madagascar.

En su discurso, pronunciado en el Palacio Iavoloha, sede de la Presidencia de Madagascar en la capital, Antananarivo, después de visitar al Presidente de la República, Andry Rajoelina, el Santo Padre hizo una firme defensa de la democracia y destacó los esfuerzos del país por implementarla.

Madagascar es uno de los países más pobres del mundo. Casi 3 de cada 4 habitantes vive bajo el umbral de la pobreza.

Se trata de un país que, desde su independencia en 1960, padece una inestabilidad política crónica con sucesivos golpes militares y distintos tipos de violencia. La alta pobreza, la corrupción y el desinterés político, cuando no la complicidad de las autoridades, ha provocado también un grave deterioro ecológico. Una de las principales consecuencias de ese deterioro, o al menos la más visible, es la rápida deforestación del país.

La situación política actual de Madagascar deriva de la crisis del año 2009, cuando se produjeron protestas multitudinarias en el país contra la corrupción y la falta de libertad. La represión de las protestas ocasionó numerosos muertos.

Para tratar de hacer frente a la situación, se estableció un gobierno de transición presidido por Andry Rajoelina, que fue rechazado por la comunidad internacional.

En 2010, un acuerdo entre el gobierno de transición u los partidos políticos permitió convocar elecciones legislativas en 2013 y comunales en 2015.

A pesar de los intentos por democratizar el país, la violencia continúa. El 21 de abril se repitieron los enfrentamientos políticos entre partidarios de la oposición y fuerzas de seguridad, con un nuevo saldo de muertos y heridos.

Por ello, el Papa puso de relieve cómo “desde la recuperación de la independencia, vuestra nación aspira a la estabilidad y a la paz, implementando una positiva alternancia democrática”.

Recordó que “la función y la responsabilidad política son un desafío continuo para quienes tienen la misión de servir y proteger a sus conciudadanos, especialmente a los más vulnerables, y fomentar las condiciones para un desarrollo digno y justo involucrando a todos los actores de la sociedad civil”.

Por ello, hizo un llamado a los responsables políticos “a luchar con fuerza y determinación contra todas las formas endémicas de corrupción y especulación que aumentan la disparidad social, y a enfrentar las situaciones de gran precariedad y exclusión que producen siempre condiciones de pobreza inhumana”.

“De ahí la necesidad de establecer todas las mediaciones estructurales que garanticen una mejor distribución de los ingresos y una promoción integral de todos los habitantes especialmente de los más pobres”.

La protección del medio ambiente y de la riqueza ecológica de Madagascar también debe ser una prioridad de las autoridades de la isla, en opinión del Pontífice: “Hemos aprendido que no se puede hablar de desarrollo integral sin prestarle atención y cuidado a nuestra casa común”.

“Vuestra hermosa isla de Madagascar es rica en biodiversidad vegetal y animal, y semejante riqueza se encuentra particularmente en peligro por la deforestación excesiva en beneficio de unos pocos; su degradación compromete el futuro del país y el de nuestra casa común”.

Recordó que “las últimas selvas están amenazadas por los incendios forestales, la caza furtiva, la tala desenfrenada de árboles de maderas preciosas”.

“La biodiversidad vegetal y animal, está en peligro por el contrabando y las exportaciones ilegales. Es cierto también que, para las poblaciones afectadas, muchas de estas actividades que dañan el medioambiente son las que provisoriamente aseguran su supervivencia”.

Para poner remedio a esa excesiva dependencia económica de la explotación de recursos naturales, destacó la importancia de “crear empleos y actividades generadoras de ingresos, que preserven el medio ambiente y ayuden a las personas a salir de la pobreza”.

Por último, invitó a buscar formas para que la economía del país deje de tener tanta dependencia de las ayudas internacionales y comience a ser autosuficiente.

Pidió que “la comunidad internacional no sea la única garantía del desarrollo del país”, y subrayó la necesidad de que sea el propio pueblo el que gradualmente “se haga cargo de sí mismo, convirtiéndose en artesano de su destino”. “Por eso”, concluyó, “debemos prestar especial atención y respeto a la sociedad civil local”.

El Papa Francisco visita un Monasterio de clausura Carmelita en Madagascar
El Papa Francisco visitó un Monasterio de clausura de monjas carmelitas descalzas en Madagascar este sábado 7 de septiembre en el marco de su viaje apostólico que está realizando en África.

Tras su visita de cortesía al Presidente de la República, su encuentro con las autoridades civiles y el cuerpo diplomático de Madagascar, el Santo Padre se dirigió en coche al Monasterio de las Carmelitas descalzas de Antananarivo en donde lo recibieron casi 100 religiosas contemplativas procedentes de diferentes monasterios del país y, en el exterior de la capilla, alrededor de 70 novicias.

A su llegada, el Pontífice fue recibido por la priora del monasterio, sor María Magdalena de la Anunciación quien dijo en francés unas palabras de bienvenida.

Después, el Papa Francisco rezó la hora media con ellas y predicó una breve homilía espontánea en italiano, que era traducido por un sacerdote de Madagascar, mientras que entregó el discurso preparado a las presentes para que lo pudieran reflexionar.

A continuación, la homilía del Papa Francisco que había sido preparado para la visita de este Monasterio de Carmelitas descalzas y que entregó a las religiosas:

Querida Madre Magdalena de la Anunciación, queridas hermanas:

Agradezco la cálida bienvenida, así como sus palabras, querida Madre, que son como el eco de todas las monjas contemplativas de varios monasterios de este país. Les agradezco, queridas hermanas, por dejar por un momento la clausura, para manifestar su comunión conmigo y con la vida y misión de toda la iglesia, especialmente la de Madagascar.

Doy gracias por su presencia, por su fidelidad, por el testimonio luminoso de Jesucristo que ofrecen a la comunidad. En este país hay pobreza, es verdad, ¡pero también hay mucha riqueza! Rico en bellezas naturales, humanas y espirituales. Hermanas, ustedes también participan de esta belleza de Madagascar, de su gente y de la Iglesia, porque es la belleza de Cristo la que brilla en sus rostros y en sus vidas. Sí, gracias a ustedes, la Iglesia en Madagascar es aún más hermosa a los ojos del Señor y también a los ojos de todo el mundo.

Los tres salmos de la liturgia de hoy expresan la angustia del salmista en un momento de prueba y peligro. Permitanme detenerme en el primero, es decir sobre la parte del Salmo 119, el más largo del salterio, compuesto de ocho versos por cada letra del alfabeto hebreo. Sin duda su autor es un hombre de contemplación, alguien que sabe dedicarle tiempos largos y bellos a la oración. En el pasaje de hoy, la palabra que aparece varias veces y le da tonalidad a todo es “consumir”, usada sobre todo en dos sentidos.

El orante se consume por el deseo del encuentro con Dios. Ustedes son testimonio vivo de ese deseo inextinguible en el corazón de todos los hombres. En medio de las múltiples ofertas que pretenden —pero no pueden— saciar el corazón, la vida contemplativa es la antorcha que lleva al único fuego perenne, «la llama de amor viva que tiernamente hiere» (san Juan de la Cruz). Ustedes representan «visiblemente la meta hacia la cual camina toda la comunidad eclesial que «se encamina por las sendas del tiempo con la mirada fija en la futura recapitulación de todo en Cristo, preanunciando de este modo la gloria celestial» (Const. ap. Vultum dei quaerere, 2).

Siempre estamos tentados de saciar el deseo de lo eterno con cosas efímeras. Nos vemos expuestos a mares embravecidos que sólo terminan ahogando la vida y el espíritu: «Como el marinero en alta mar necesita el faro que indique la ruta para llegar al puerto, así el mundo les necesita a ustedes. Sean faros, para los cercanos y sobre todo para los lejanos. Sean antorchas que acompañan el camino de los hombres y de las mujeres en la noche oscura del tiempo. Sean centinelas de la aurora (cf. Is 21,11-12) que anuncian la salida del sol (cf. Lc 1,78). Con su vida transfigurada y con palabras sencillas, rumiadas en el silencio, indiquen a Aquel que es camino, verdad y vida (cf. Jn 14,6), al único Señor que ofrece plenitud a nuestra existencia y da vida en abundancia (cf. Jn 10,10). Como Andrés a Simón, griten: “Hemos encontrado al Señor” (cf. Jn 1,40); como María de Magdala la mañana de la Resurrección, anuncien: “He visto al Señor” (Jn 20,18)» (ibíd., 6).

Pero también el salmo habla de otro consumir: el que se refiere a la intención de los malvados, de quienes quieren acabar con el justo; ellos lo persiguen, le ponen trampas y lo quieren hacer caer. Un monasterio siempre es un espacio donde llegan los dolores del mundo, los de su pueblo. Que sus monasterios, respetando su carisma contemplativo y sus constituciones, sean lugares de acogida y escucha, especialmente de las personas más infelices.

Hoy nos acompañan dos madres que han perdido a sus hijos y representan todos los dolores de sus hermanos isleños. Estén atentas a los gritos y las miserias de los hombres y mujeres que están a su alrededor y que acuden a ustedes consumidos por el sufrimiento, la explotación y el desánimo. No sean de aquellas que escuchan sólo para aligerar su aburrimiento, saciar su curiosidad o recoger temas para conversaciones futuras.

En este sentido tienen una misión fundamental que llevar a cabo. La clausura les sitúa en el corazón de Dios y, por tanto, allí donde Él tiene su corazón. Escuchen el corazón del Señor para escucharlo también en sus hermanos y hermanas. La gente que les rodea es a menudo muy pobre, débil, agredida y herida de mil maneras; pero está llena de fe, y reconoce instintivamente en ustedes a testigos de la presencia de Dios, preciosas referencias para encontrarse con Él y obtener su ayuda.

Ante tanto dolor que los va consumiendo por dentro, que les roba la alegría y esperanza, y los hace sentir extranjeros, ustedes pueden ser un camino hacia esa roca que evocamos en otro de los salmos: «Escucha, oh Dios, mi clamor, atiende a mi súplica. Te invoco desde el confín de la tierra con el corazón abatido: llévame a una roca inaccesible» (Sal 60, 2,3).

¡La fe es el mayor bien de los pobres! Es de suma importancia que esta fe sea anunciada, fortalecida en ellos, que realmente los ayude a vivir y esperar. Y que la contemplación de los misterios de Dios expresada en su liturgia y en sus tiempos de oración, les permita descubrir mejor su presencia activa en cada realidad humana, incluso la más dolorosa, y dar gracias porque en la contemplación Dios os regala el don de la intercesión.

Con su oración, ustedes como esas madres cargan a sus hijos en sus hombros y los llevan hacia la tierra prometida. «La oración será más agradable a Dios y más santificadora si en ella, por la intercesión, intentamos vivir el doble mandamiento que nos dejó Jesús. La intercesión expresa el compromiso fraterno con los otros cuando en ella somos capaces de incorporar la vida de los demás, sus angustias más perturbadoras y sus mejores sueños. De quien se entrega generosamente a interceder puede decirse con las palabras bíblicas: “Este es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por el pueblo” (2 M 15,14)» (Exhort. ap. Gaudete et exultate, 154).

Queridas hermanas contemplativas: Sin ustedes, ¿qué sería la Iglesia y los que viven en las periferias humanas de Madagascar? ¿Qué pasaría con todos aquellos que trabajan en la vanguardia de la evangelización, y aquí en particular en las condiciones más precarias, las más difíciles y, a veces, las más peligrosas? Todos ellos se apoyan en vuestra oración y en la ofrenda siempre renovada de vuestras vidas, una ofrenda muy preciosa a los ojos de Dios y que os hace partícipes del misterio de la redención de esta tierra y de las personas queridas que viven en ella.

«Estoy como un odre puesto al humo», dice el salmo (119,83), haciendo alusión al largo tiempo transcurrido viviendo este doble modo de ser consumido: por Dios y por las dificultades del mundo. A veces, casi sin querer nos vamos alejando, y caemos en «la apatía, en la rutina, en la desmotivación, en la desidia paralizadora» (Const. ap. Vultum Dei quaerere, 11).

No importan, no importan los años que tienen o la dificultad para caminar o llegar a tiempo para los oficios. No somos odres puestos al lado del humo sino troncos que arden hasta consumirse en el fuego que es Jesús; quien nunca nos defrauda y toda deuda paga.

Gracias por este momento compartido. Me confío a sus oraciones. Les confío todas las intenciones que llevo conmigo en este viaje a Madagascar; recemos juntos para que el Espíritu del Evangelio germine en los corazones de todo nuestro pueblo.

Papa Francisco en Madagascar planta un baobab y bendice sobrevivientes de epidemia
El Papa Francisco plantó un pequeño árbol baobab afuera del Palacio Presidencial de Madagascar, junto al joven Presidente de la República, Andry Rajoelina, y también bendijo a una familia sobreviviente de la reciente epidemia de sarampión que golpeó fuertemente la población del país.

El Pontífice realizó estos dos gestos simbólicos, en el marco de su actual viaje apostólico en África, en el cual está visitando el país de Madagascar este fin de semana, tras su viaje a Mozambique, y el lunes viajará hacia Mauricio, que será la última etapa antes de volver el martes hacia el Vaticano.

El siembra un baobab junto al Presidente de y escribió en el libro de honor que visita "como sembrador de paz y de esperanza". "Je suis venu comme semeur de paix et d'espérance..." 1/2 Foto: Captura Vatican YouTube @mercedesdelat

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Previamente, el Papa Francisco escribió en el libro de honor que visita Madagascar como “sembrador de paz y de esperanza”, bendijo a todo el pueblo de Madagascar y les pidió plegarias por él.

“He venido como sembrador de paz y esperanza: que las semillas arrojadas en esta tierra traigan abundantes frutos para el pueblo malgache. Que el Señor los bendiga. Por favor, recen por mí”, escribió en francés el Pontífice tras el encuentro privado con el Presidente de la República de Madagascar, Andry Rajoelina.

Además, el Papa dirigió su primer discurso en Madagascar durante el encuentro con las autoridades políticas, a la sociedad civil y al cuerpo diplomático en donde destacó los esfuerzos por instaurar la democracia en el país.

Después, el Santo Padre se dirigió al Monasterio Carmelita de clausura en donde rezó la hora media con casi 100 monjas de clausura de todo Madagascar y predicó por más de media hora con un discurso improvisado en italiano, que fue traducido al malgache, idioma local, por un sacerdote de la diócesis.


Antes de marcharse del Monasterio, el Pontífice se reunió en privado y bendijo a una familia de sobrevivientes de la reciente epidemia de sarampión que golpeó este año fuertemente a la población de Madagascar y que causó la muerte de más de mil personas.
El bendijo a esta familia de sobrevivientes que fueron víctimas de la reciente epidemia de sarampión en (epidemia que cobró más de mil muertos). @aciprensa @mercedesdelat @EWTNVatican Foto: Vatican Media

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Posteriormente, el Papa Francisco almorzará en privado en la Nunciatura Apostólica de Antananaribo y después de un breve momento de descanso, el Papa encontrará a la Conferencia Episcopal de Madagascar en la Catedral de Andohalo.

Por último, el Santo Padre participará a una vigilia de oración con los jóvenes reunidos en el Campo diocesano de Soamandrakizay, lugar en el que se llevará a cabo también al día siguiente por la mañana, la Misa dominical.

10 enseñanzas del Papa Francisco sobre su devoción a Santa Teresita del Niño Jesús

El Papa Francisco reveló su devoción a Santa Teresita del Niño Jesús (Santa Teresita de Lisieux) quien aseguró lo acompaña y lo ha acompañado en cada paso de su vida.

“Esta Teresa, ahora, acompaña a un anciano. Y quiero dar testimonio de esto, quiero dar testimonio porque ella me ha acompañado, en cada paso me acompaña. Me ha enseñado a dar los pasos”, confió el Santo Padre durante una predicación espontánea de más de media hora que impartió a casi 100 religiosas de clausura.

Se trató de la visita que el Papa Francisco realizó al Monasterio de clausura de monjas carmelitas en Antananaribo (capital de Madagascar) en el que rezó con casi 100 religiosas contemplativas procedentes de los diferentes monasterios de todo el país quienes, por excepción, salieron de sus claustros para encontrar al Pontífice.

Por ello, tras rezar la hora media, el Santo Padre abrió su corazón a las religiosas para relatarles en forma espontánea su devoción a Santa Teresita del Niño Jesús y las enseñanzas de la Santa en su vida.

Santa Teresita es “una amiga fiel, por eso, no he querido hablarles de teorías, he querido hablarles de mi experiencia con una Santa, y decirles qué es capaz de hacer una santa y cuál es el camino para ser santas”, dijo el Papa quien las animó a ir hacia adelante con valentía.

A su llegada, el Pontífice fue recibido por la priora del monasterio, sor María Magdalena de la Anunciación, quien saludó en francés a nombre de todos los presentes para darle la bienvenida al Papa.

Después, el Papa Francisco rezó la hora media con ellas y al finalizar, les entregó la homilía escrita que había preparado para ellas “para que la pudieran leer, meditar tranquilas”, mientras que señaló que quería decirles “algo del corazón” porque para “seguir al Señor se requiere valentía” aunque “es verdad que el trabajo más pesado lo realiza Él, pero si requiere valentía para dejarlo actuar”, afirmó.

Tras contarles la historia de dos monjas, una anciana y una joven, el Pontífice explicó: “esta no es una fábula, es una historia verdadera” la joven se llamaba sor Teresa del Niño Jesús y destacó diversas enseñanzas:

1. “La caridad en las pequeñas y en las grandes cosas. El camino de la perfección se encuentra en estos pequeños pasos en el camino de la obediencia”.

2. “La valentía de hacer los pequeños pasos, la valentía de creer que, a través de mi pequeñez, Dios es feliz y cumple la salvación el mundo”.

3. “Si tú quieres cambiar no solo el monasterio, no sólo la vida religiosa, cambiar y salvar con Jesús, salvar el mundo, comienza con estos pequeños actos de amor, de renuncia a ti mismo, que encarcelan a Dios”.

4. “La mundanidad no es una monja de clausura, más bien, es una cabra que va por sus caminos, que lleva afuera de la clausura”.

5. “Cuando te lleguen pensamientos de mundanidad, cierra la puerta y piensa en los pequeños actos de amor: estos salvan el mundo”.

6. “Los diablos ‘educados’ suenan la campana… El tentador no quiere ser descubierto, por eso viene disfrazado de persona noble, educada”.

7. “Este consejo les doy: hablen inmediatamente, hablen a tiempo, cuando hay algo que les quita la tranquilidad, no digo la paz, sino todavía antes, la tranquilidad, después la paz”.

8. “Siempre la transparencia del corazón. Hablando siempre se vence. Es verdad, se necesita reconocer que no todas las prioras son el premio Nobel de la simpatía”.

9. “Para la tentación, para la lucha espiritual, el ejercicio de la caridad no va en jubilación: hasta el final deberás luchar. Hasta el final. También en la obscuridad… En esta lucha -cruel pero bella- cuando es verdadera, no se pierde la paz”.

10. “¡Ojalá todas fueran niñas en el espíritu, ojalá! Con aquella dimensión de infancia el Señor ama tanto”.

Por último, el Papa Francisco destacó que al final de la vida de Santa Teresita se enfermó y “poco a poco, le parecía haber perdido la fe” y subrayó que eso lo ocurrió a Santa Teresita quien “en su vida había sabido apartar los diablos educados”. Por ello, el Papa concluyó que: “se requiere la caridad, la oración. La caridad de pedir un consejo a tiempo, de escuchar… Y la oración con el Señor, la oración: ¿Señor, es verdad que esto que estoy sintiendo, esto que me dice la serpiente, es verdad?”.

Homilía del Papa Francisco en el Monasterio Carmelita de Madagascar
El Papa Francisco advirtió sobre el peligro de la mundanidad a las casi 100 monjas de clausura que encontró este 7 de septiembre en el Monasterio Carmelita de Antananaribo, capital de Madagascar, durante su viaje apostólico a África.

Durante su homilía improvisada por más de 30 minutos tras haber rezado la hora media, el Papa Francisco reveló su devoción a Santa Teresita del Niño Jesús (Santa Teresita de Lisieux) quien aseguró lo acompaña y lo ha acompañado en cada paso de su vida.

“Esta Teresa, ahora, acompaña a un anciano. Y quiero dar testimonio de esto, quiero dar testimonio porque ella me ha acompañado, en cada paso me acompaña. Me ha enseñado a dar los pasos”, confió el Santo Padre a las religiosas contemplativas procedentes de los diferentes monasterios de todo el país quienes, por excepción, salieron de sus claustros para encontrar al Pontífice.

En esta línea, el Papa animó a las religiosas a seguir adelante con su vocación con espíritu de servicio, de caridad, de oración y sin caer en la mundanidad.

A continuación, la traducción al español de la homilía completa improvisada del Papa Francisco:

Les darán por escrito aquello que preparé así pueden leerlo, meditarlo tranquilas. Ahora yo quisiera decirles algo del corazón.

La lectura del primer libro de los Reyes, dirigida a Josué, comenzaba con un llamado a la valentía: “Ten valentía, muéstrate un hombre”. Ánimo. Y para seguir al Señor se requiere valentía, siempre, un poco de valentía. Es verdad que el trabajo más pesado lo hace Él, pero se requiere valentía para dejarlo actuar.

Y me viene a la cabeza una imagen, que me ha ayudado mucho en mi vida de sacerdote. Una tarde, dos monjas, una jovencísima y una anciana, caminaban desde el coro, donde habían rezado las Vísperas, al comedor. La anciana tenía dificultad para caminar, era casi paralítica, y la joven buscaba de ayudarla, pero la anciana se ponía nerviosa, decía: ‘¡No me toques! ¡No hagas esto que caigo!’. Y Dios, sabe, pero parece que la enfermedad había hecho a la anciana un poco neurótica. Pero la joven siempre la acompañaba con la sonrisa.

Al final llegaban al comedor, la joven buscaba ayudarla a sentarse, y la anciana: ‘No, no, me hace mal, me hace mal aquí’, pero al final se sentaba. Una joven, delante a esto, seguramente habría tenido ganas de mandarla a pasear. Pero esta joven sonreía, tomaba el pan, lo preparaba y lo daba.

Esta no es una fábula, es una historia verdadera: la anciana se llamaba Sor San Pietro, y la joven Sor Teresa del Niño Jesús. Esta es una historia verdadera, que hacer ver el espíritu con el cual se puede vivir una vida comunitaria.

La caridad en las pequeñas y en las grandes cosas. Aquella joven habría podido pensar: Si, pero mañana iré con la priora y le diré que mande una más fuerte a ayudar esta vieja porque no puedo. No pensó así. Crean en la obediencia: La obediencia me ha dado esta tarea y lo haré.

Con la fuerza de la obediencia hacía con caridad exquisita este trabajo. Sé que todas ustedes, monjas de clausura, vinieron para ser cercanas al Señor, para buscar el camino de la perfección; pero el camino de la perfección se encuentra en estos pequeños pasos en el camino de la obediencia. Pequeños pasos de caridad y de amor. Pequeños pasos que parecen nada, pero que son pequeños pasos que atraen, que ‘hacen esclavo’ a Dios.

Esto pensaba la joven: a los hilos con los cuales esclavizaba a Dios, a las cuerdas, cuerdas de amor, que son los pequeños actos de caridad, pequeños, pequeñísimos, porque nuestra pequeña alma no puede hacer grandes cosas. ¡Sean valientes!

La valentía de hacer los pequeños pasos, la valentía de creer que, a través de mi pequeñez, Dios es feliz y cumple la salvación el mundo.

No, pero yo pienso que debe cambiar la vida religiosa, debe ser más perfecta, más cercana a Dios, y por esto yo quiero ser priora, capitular, para cambiar las cosas. No digo que alguna de ustedes piense esto… Pero el diablo se insinúa en estos pensamientos.

Si tú quieres cambiar no sólo el monasterio, no sólo la vida religiosa, cambiar y salvar con Jesús, salvar el mundo, comienza con estos pequeños actos de amor, de renuncia a ti mismo, que encarcelan a Dios y lo traen entre nosotros.

Volvemos a la historia de la joven y de la anciana. Una de aquellas tardes, antes de la cena, mientras iban del coro al comedor -salían diez minutos antes del coro para ir al comedor, paso a paso- Teresa escuchó una música, afuera… había una música de fiesta, de baile… Y pensó a una fiesta donde los jóvenes y las jóvenes bailaban, honestamente, una linda fiesta de familia… quizá una boda, un cumpleaños… Pensó a la música, a todo aquello… Y sintió algo dentro; quizá sintió: ‘Sería lindo estar allí’, no lo sé… E inmediatamente, decidida, dice al Señor, que nunca, nunca habría cambiado por aquella fiesta mundana uno solo de sus gestos con la monja anciana. Esto la hacía más feliz de todos los bailes del mundo.

Seguramente, a ustedes, la mundanidad llegará en tantas formas escondidas. Sepan discernir, con la priora, con la comunidad en capítulo, discernir las voces de la mundanidad, para que no entren en clausura.

La mundanidad no es una monja de clausura, más bien, es una cabra que va por sus caminos, que lleva afuera de la clausura.

Cuando te lleguen pensamientos de mundanidad, cierra la puerta y piensa en los pequeños actos de amor: estos salvan el mundo. Teresa prefirió cuidar a la anciana e ir hacia adelante. Esto que les diré ahora, lo diré no para asustarlas, pero es una realidad, lo ha dicho Jesús, y me permito decirlo también yo. Cada una de ustedes, para entrar en el convento, ha tenido que luchar, ha hecho tantas cosas buenas y ha vencido, ha vencido: ha vencido el espíritu mundano, ha vencido el pecado, ha vencido el diablo. Quizá, el día en que tú entraste en el convento, el diablo se quedó en la puerta, triste: ‘Perdí un alma’, y se fue. Pero después, fue a pedirle consejo a otro diablo más astuto, un diablo anciano, que seguramente le ha dicho: ‘Ten paciencia, espera…’.

Es un modo habitual de proceder del demonio. Jesús lo dice. Cuando el demonio libera un alma, se va; luego, después de un poco de tiempo, quiere volver, y ve aquella alma, así bella, así tan bien arreglada, tanto bella, y quiere entrar. Y Jesús ¿qué nos dice? Aquel diablo va, y busca otros siete peores que él y vuelve con aquellos siete, y quieren entrar en esa casa arreglada. Pero no puedo entrar haciendo ruido, como si fueran ladrones, deben entrar educadamente. Y así, los diablos ‘educados’ suenan la campana: ‘Quisiera entrar…, busco esta ayuda, busco esta otro, esto otro…’ Y lo hacen entrar. Son diablos educados, entran en casa, te reordenan y después, dice Jesús, el final de aquel hombre o de aquella mujer es peor del inicio. ¿Pero no te diste cuenta que era un mal espíritu? ‘No, era muy educado, ¡era bueno! Y ahora, no, yol me voy a casa porque no puedo tolerar esto…’ Es demasiado tarde, tú lo dejaste entrar demasiado dentro al corazón. ¿No te diste cuenta, no hablaste con la priora, no has hablado con el capítulo, con alguna hermana de la comunidad?

El tentador no quiere ser descubierto, por eso viene disfrazado de persona noble, educada, a veces de padre espiritual, a veces… Por favor, hermana, cuando tú sientas algo extraño, ¡habla inmediatamente!, ¡habla inmediatamente! Dilo.

Si Eva hubiera hablado a tiempo, si hubiera ido al Señor a decirle: ‘Esta serpiente me dice estas cosas ¿tú qué piensas? ¡Si hubiera hablado a tiempo! Pero Eva no habló, y viene el desastre.

Este consejo les doy: hablen inmediatamente, hablen a tiempo, cuando hay algo que les quita la tranquilidad, no digo la paz, sino todavía antes, la tranquilidad, después la paz.

Esta es la ayuda, esta es la defensa que ustedes tienen en comunidad: una ayuda la otra para hacer un frente unido, para defender la santidad, para defender la gloria de Dios, para defender el amor, para defender el monasterio. ‘Pero nosotros nos defendemos bien de la mundanidad espiritual, nos defendemos bien del diablo, porque tenemos una doble reja, y en medio también una tienda’. La doble reja y la tienda no son suficientes. ¡Podrían tener cien tiendas!

Se requiere caridad, la oración. La caridad de pedir consejo a tiempo, de escuchar a las hermanas, de escuchar a la priora. Y la oración con el Señor, la oración: ‘¿Señor es verdad esto que estoy sintiendo, esto que me dice la serpiente, es verdad?’

Esta joven Teresa, apenas sentía algo adentro hablaba con la priora…, Pero cómo hago para ir delante a la priora si ella, cada vez que me ve, me hace ver los dientes’. Sí, pero la priora es Jesús. ‘Pero, padre, la priora no es buena, es mala’. Deja que lo diga el Señor, para ti es Jesús la priora. ‘Pero la priora es un poco anciana, no le funcionan bien las cosas…’ Deja que decida el capítulo; tú, si quieres decir esto, lo dices en capítulo, pero tú vas a la priora, porque es Jesús.

¡Siempre la transparencia del corazón! Hablando siempre se vence. Y esta Teresa, que sabía que le era antipática a la priora, iba hacia ella. Es verdad, se necesita reconocer que ¡o todas las prioras son el premio Nobel de la simpatía! Pero son Jesús. El camino de la obediencia es el que te somete al amor, nos hace sujetos al amor.

Después, esta Teresa se enfermó. Se enfermó y, poco a poco, le parecía que había perdido la fe. Esta pobre, que en su vida había sabido apartar a los diablos ‘educados’, a la hora de la muerte no sabía cómo hacer con el demonio que la rodeaba. Decía: ‘Lo veo: ronda, ronda…’ Es la obscuridad de los últimos días, de los últimos meses de vida.

Para la tentación, para la lucha espiritual, el ejercicio de la caridad no va en jubilación: hasta el final deberás luchar. Hasta el final. También en la obscuridad…

¡Ella pensaba de haber perdido la fe! Y llamaba a las religiosas para que arrojaran agua bendita en su cama, para que trajeran las velas benditas… La lucha en el monasterio es hasta el final. Pero es bella, porque en esta lucha -cruel pero bella- cuando es verdadera, no se pierde la paz.

Este Papa -ustedes dirán- es un poco ‘folklórico’, porque en lugar de hablarnos de cosas teológicas, nos ha hablado como a niñas. ¡Ojalá todas fueran niñas en el espíritu, ojalá! Con aquella dimensión de infancia el Señor ama tanto”.

Quisiera concluir la historia de Teresa con la anciana. Esta Teresa, ahora, acompaña a un anciano. Y quiero dar testimonio de esto, quiero dar testimonio porque ella me ha acompañado, en cada paso me acompaña. Me ha enseñado a dar los pasos. Y a veces, son un poco neurótico y la aparto, como la Madre San Pietro. A veces la escucho; y a veces los dolores no me permiten escuchar bien… Pero es una amiga fiel. Por eso, no he querido hablarles de teorías, he querido hablarles de mi experiencia con una Santa, y decirles qué es capaz de hacer una santa y cuál es el camino para ser santas.

¡Adelante! ¡Y valientes!

Traducción de trabajo del italiano al español por Mercedes De La Torre Cuéllar.

Discurso del Papa Francisco a los Obispos de Madagascar
El Papa Francisco se reunió este sábado 7 de septiembre con la Conferencia Episcopal de Madagascar en la Catedral de Andohalo.

En su discurso, en el cual improvisó en varias ocasiones, el Santo Padre recordó a los obispos la importancia de ser pastores que siembren esperanza, que no caigan en la mundanidad, ni el la rigidez ni el control, y también les pidió discernir bien sobre los candidatos al sacerdocio.

Además, el Pontífice exhortó a que “el pastor debe ser cercano a Dios, cercano a sus sacerdotes y cercano al pueblo” y alertó sobre los pastores controladores: “el verdadero pastor no exige más de la cuenta, no menosprecia resultados aparentemente más pobres”.

“No se dejen engañar por la necesidad de los números. Como tenemos necesidad de sacerdotes, tomo sin necesidad de discernimiento”, advirtió el Papa.

A continuación, el discurso del Papa Francisco a la Conferencia Episcopal de Madagascar:

Queridos hermanos en el episcopado:

Gracias, señor Cardenal, por sus palabras de bienvenida en nombre de todos sus hermanos. Agradezco, a su vez, que las mismas hayan querido mostrar cómo la misión que nos proponemos vivir se da en medio de contradicciones: una tierra rica y mucha pobreza; una cultura y una sabiduría heredada de los antepasados que nos hacen valorar la vida y la dignidad de la persona humana, pero también la constatación de la desigualdad y la corrupción. Es difícil la tarea del pastor en estas circunstancias.

“Sembrador de paz y de esperanza” es el lema elegido para esta visita, y que bien puede ser un eco de la misión que se nos ha encomendado. Porque somos sembradores, y el que siembra lo hace con esperanza; lo hace asentado en su esfuerzo y entrega personal, pero sabiendo que hay infinidad de factores que deben concurrir para que lo sembrado germine, crezca, se convierta en espiga y finalmente en trigo abundante.

El sembrador cansado y preocupado no baja los brazos, no abandona y menos aún quema su campo cuando algo se malogra. Sabe esperar, confía, asume las contrariedades de su siembra, pero jamás deja de amar aquel campo encomendado a su cuidado; incluso si viene la tentación, tampoco escapa encomendándoselo a otro. El sembrador conoce su tierra, la “toca”, la “huele” y la prepara para que pueda dar lo mejor de sí. Nosotros, obispos, a imagen del Sembrador, estamos llamados a esparcir las semillas de la fe y la esperanza en esta tierra. Para eso es necesario que desarrollemos ese “olfato” que nos permita conocerla mejor y descubrir también lo que dificulta, obstruya o dañe lo sembrado.

Por eso, «los Pastores, acogiendo los aportes de las distintas ciencias, tienen derecho a emitir opiniones sobre todo aquello que afecte a la vida de las personas, ya que la tarea evangelizadora implica y exige una promoción integral de cada ser humano. Ya no se puede decir que la religión debe recluirse en el ámbito privado y que está sólo para preparar las almas para el cielo. Sabemos que Dios quiere la felicidad de sus hijos también en esta tierra, aunque estén llamados a la plenitud eterna, porque Él creó todas las cosas “para que las disfrutemos” (1 Tm 6,17), para que todos puedan disfrutarlas. De ahí que la conversión cristiana exija revisar “especialmente todo lo que pertenece al orden social y a la obtención del bien común”. Por consiguiente, nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la sociedad civil, sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 182-183).

Sé que tienen muchas razones para preocuparse y que, entre otras cosas, llevan en el corazón la responsabilidad de velar por la dignidad de todos sus hermanos que reclama construir una nación cada vez más solidaria y próspera, dotada de instituciones sólidas y estables. ¿Puede un pastor digno de ese nombre permanecer indiferente ante los desafíos que enfrentan sus conciudadanos de todas las categorías sociales, independientemente de sus denominaciones religiosas? ¿Puede un pastor al estilo de Jesucristo ser indiferente a las vidas que le fueron confiadas?

La dimensión profética relacionada con la misión de la Iglesia requiere, en todas partes y siempre, un discernimiento que no suele ser fácil. En este sentido, la colaboración madura e independiente entre la Iglesia y el Estado es un desafío permanente, he dicho colaboración madura e independiente entre la Iglesia y el Estado. Ese es el desafío: que sea madura e independiente. Porque el peligro de una connivencia nunca está muy lejos, especialmente si nos lleva a perder la “mordedura evangélica”. Escuchando siempre lo que el Espíritu dice constantemente a las iglesias (cf. Ap 2,7) podremos escapar de las insidias y liberar el fermento del Evangelio para una fructífera colaboración con la sociedad civil en la búsqueda del bien común.

El signo distintivo de ese discernimiento será que el anuncio del evangelio incluye de suyo la preocupación por toda forma de pobreza: no sólo «asegurar a todos un “decoroso sustento”, sino también para que tengan “prosperidad sin exceptuar bien alguno”. Esto implica educación, acceso al cuidado de la salud y especialmente trabajo, porque en el trabajo libre, creativo, participativo y solidario, el ser humano expresa y acrecienta la dignidad de su vida. El salario justo permite el acceso adecuado a los demás bienes que están destinados al uso común» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 192).

La defensa de la persona humana es otra dimensión de nuestro compromiso pastoral. Para ser pastores según el corazón de Dios, debemos ser nosotros los primeros en la opción por proclamar el Evangelio a los pobres. Los primeros en la opción por proclamar el Evangelio a los pobres: «No deben quedar dudas ni caben explicaciones que debiliten este mensaje tan claro. Hoy y siempre, “los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio”, y la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer. Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos» (ibíd., 48).

En otras palabras, tenemos un deber especial de cercanía y protección hacia los pobres, los marginados y los pequeños, hacia los niños y las personas más vulnerables, víctimas de explotación y de abuso. Víctimas hoy de esta cultura del descarte. Hoy la mundanidad nos ha llevado a introducir en los programas sociales, en los programas de desarrollo, el descarte como posibilidad. El descarte del que está por nacer y el descarte del que está por morir para acelerar la partida.

Ese inmenso campo no sólo es limpiado y roturado por el espíritu profético, sino que también se espera con paciencia cristiana a la semilla esparcida, sabiendo por otra parte que no estamos a cargo ni somos responsables de todo el proceso. No se puede. El sembrador no va cada día a excavar la tierra a ver cómo crece la semilla.

Un pastor, que siembra, evita controlarlo todo. Los pastores controladores no dejan crecer. El pastor que siembra da espacio para las iniciativas, deja crecer en distintos tiempos, no todos tienen el mismo tiempo de crecimiento, y no estandariza. La uniformidad no es vida. La vida es variada. Cada uno tiene su propio modo de ser, de crecer, de ser persona. La uniformidad no está concebida de ese modo un camino cristiano.

El verdadero pastor; no exige más de la cuenta, no menosprecia resultados aparentemente más pobres. “En esta ocasión ha ido así…, adelante, tranquilo. La próxima vez irá mejor”. Pero siempre sabe vender los resultados como vienen. Permitanme que les diga cómo concibo en algunas ocasiones, qué imagen me viene a la mente cuando pienso en la vida del pastor. El pastor debe tomar la vida de donde viene, con los resultados que vengan.

El pastor es como el portero del equipo de fútbol: toma el balón de donde se lo echan. Sabe moverse, sabe tomar la libertad de donde viene. Y luego corrige. Pero en el momento toma la vida como viene. Eso es amor de pastor. También esta fidelidad al Evangelio nos hace pastores cercanos al pueblo de Dios, comenzando por nuestros hermanos sacerdotes —que son nuestro prójimo más prójimo— que deben recibir un cuidado especial de nuestra parte.

Aquí me permito salir del texto para hablar de la cercanía del pastor. El pastor debe ser cercano a Dios, cercano a sus sacerdotes y cercano al pueblo. Las tres cercanías del pastor. El pastor que se aleja del pueblo, que pierde el olor del pueblo… Es como un funcionario de corte, de corte Pontificia, eso es importante, pero de corte, al final. Y eso no sirve.

Hace un tiempo manifestaba a los obispos italianos la atención que nuestros sacerdotes puedan encontrar en sus obispos la figura del hermano mayor y padre que los aliente y sostenga en el camino (cf. Discurso a la Conferencia Episcopal Italiana, 20 mayo 2019). Es la paternidad espiritual que impulsa al obispo a no dejar huérfanos a sus presbíteros, y que se puede “palpar” no sólo en la capacidad que tengamos de abrir las puertas a todos los sacerdotes, sino también en nuestra capacidad de ir a buscarlos para acompañarlos cuando estén pasando por un momento de dificultad.

En las alegrías y las dificultades inherentes al ministerio, los sacerdotes deben encontrar en ustedes padres siempre disponibles que saben cómo alentar y apoyar, que saben apreciar los esfuerzos y acompañar los pasos posibles. El Concilio Vaticano II hizo una observación especial sobre este punto: «[Los obispos] han de acoger siempre con amor especial a sus sacerdotes. Estos, en efecto, participan de sus funciones y tareas y las realizan con afán en el trabajo de cada día. Por tanto, los obispos, considerándolos sus hijos y sus amigos, dispuestos a escucharlos y a tratarlos con confianza, han de dedicarse a impulsar la pastoral conjunta de toda la diócesis» (Decr. Christus Dominus, 16).

El cuidado de la tierra implica también la paciente espera de los procesos. El pastor sabe esperar los procesos; y a la hora de la cosecha el agricultor también sopesa la calidad de los trabajadores. Esto les impone como pastores un deber urgente, estoy hablando de la calidad de los trabajadores, de acompañamiento y discernimiento, especialmente con respecto a las vocaciones a la vida consagrada y al sacerdocio, y que es fundamental para asegurar la autenticidad de estas vocaciones. En esto les recomiendo estar atentos.

No se dejen engañar por la necesidad de los números. Como tenemos necesidad de sacerdotes, tomo sin necesidad de discernimiento. Cero que por su parte no es muy común porque tienen vocaciones y esa libertad de acudir al discernimiento. Pero en algunos países de Europa es lamentable. La falta de vocaciones empuja al Obispo a tomar de allí, de allí, de allí…, sin ver la vida cómo era, y toman descartados de otros seminarios, descartados de la vida religiosa, que han sido descartados por inmorales, o por otras deficiencias. Por favor, estén atentos. No hagan entrar el lobo en el rebaño.

La mies es abundante, y el Señor —que no quiere más que auténticos obreros— no se deja encasillar en los modos de llamar, de incitar a la respuesta generosa de la propia vida. La formación de candidatos para el sacerdocio y la vida consagrada está precisamente destinada a asegurar una maduración y purificación de las intenciones. Sobre esta cuestión, y en el espíritu de la Exhortación apostólica Gaudete et exsultate, me gustaría enfatizar que la llamada fundamental sin la cual las otras no tienen razón de ser, es la llamada a la santidad y que esta «santidad es la cara más bella de la Iglesia» (n. 9). Aprecio vuestros esfuerzos para asegurar la formación de auténticos y santos obreros en la abundante mies en el campo del Señor.

Querría subrayar una actitud que a mí no me gusta porque no viene de Dios: la rigidez. Hoy está de moda, no sólo aquí, sino también en otras partes, encontrar rígidos. Sacerdotes jóvenes rígidos, que quieren salvar con rigidez, quizás, no sólo…, pero que adoptan una actitud de rigidez y, en ocasiones, de museo. Estén atentos. Y sepan que bajo toda rigidez hay graves problemas.

Ese esfuerzo también tiene que abarcar el amplio mundo laical; también los laicos son enviados a la mies, son convocados a tomar parte en la pesca, a arriesgar sus redes y su tiempo en «su múltiple apostolado tanto en la Iglesia como en el mundo» (Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Apostolicam actuositatem, 9). Con toda su extensión, problemática y transformación, el mundo constituye el ámbito específico de apostolado donde están llamados a comprometerse con generosidad y responsabilidad, llevando el fermento del Evangelio. Por eso deseo dar la bienvenida a todas las iniciativas que en cuanto pastores tomen para la formación de los laicos y no dejarlos solos en la misión de ser sal de la tierra y luz del mundo, para contribuir a una transformación de la sociedad y la Iglesia en Madagascar.

Les recomiendo, por favor, no clericalicen a los laicos. Los laicos son laicos. Yo escuché en la anterior diócesis propuestas como esta: “Señor Obispo, yo tengo en la parroquia un laico maravilloso. Trabaja, organiza, todo… ¡Lo hacemos diácono!”. No. Déjalo ahí. No le arruines la vida. Déjalo de laico. Hablando de diáconos. Los diáconos muchas veces sufren la tentación del clericalismo. De volverse presbíteros u Obispos ausentes. Y no. El diácono es el custodio del servicio en la Iglesia. Por favor, alejad a los laicos del altar. Que hagan el trabajo fuera, en el servicio. Si deben ir en misión a bautizar, que bauticen, está bien. Pero en el servicio, que no hagan de sacerdotes ausentes.

Queridos hermanos: Toda esta responsabilidad en el campo de Dios nos debe desafiar a tener el corazón y la mente abierta, a evitar el miedo que encierra y a vencer la tendencia a aislarnos: el diálogo fraterno entre vosotros es importante, así como el compartir los dones y la colaboración entre las Iglesias particulares del Océano Índico, sea un camino esperanzador. Diálogo, colaboración… La similitud de desafíos pastorales, como la protección del medio ambiente en un espíritu cristiano o el problema de la inmigración, exigen reflexiones comunes y una sinergia de acciones a gran escala para un planteamiento eficaz.

Finalmente, a través de vosotros me gustaría saludar de modo especial a los sacerdotes, religiosos y religiosos que están enfermos o muy afectados por la vejez, les dejo una pregunta a cada uno de ustedes: “¿Voy a visitarlos?” Les ruego que les muestren no sólo mi afecto y la seguridad de mis oraciones, sino también que los cuiden con ternura, sosteniéndolos en esa hermosa misión de la intercesión.

Dos mujeres custodian esta Catedral: en la capilla de al lado descansan los restos de la beata Victoria Rasoamanarivo, que supo hacer el bien, custodiar y extender la fe en tiempos difíciles; y la imagen de la Virgen María que con sus brazos abiertos hacia el valle y las colinas, parece abrazarlo todo.

A ellas le pedimos que ensanchen siempre nuestro corazón, que nos enseñen la compasión de las entrañas maternas que la mujer y Dios sienten ante los olvidados de la tierra y nos ayuden a sembrar paz y esperanza. Y a ustedes, como signo de mi cordial y fiel apoyo, les doy la bendición, que extiendo a sus diócesis. Por favor, no se olviden de rezar y hacer rezar por mí. Gracias.

El Papa Francisco explica a Obispos: “El verdadero pastor no exige más de la cuenta”
El Papa Francisco dijo a los obispos de la Conferencia Episcopal de Madagascar que “el verdadero pastor no exige más de la cuenta, no menosprecia resultados aparentemente más pobres”.

En su discurso de este 7 de septiembre en la Catedral de Andohalo, el Pontífice recordó a los obispos la importancia de ser pastores que siembren esperanza, les pidió no caer en la mundanidad, ni el control, y también les pidió discernir bien sobre los candidatos al sacerdocio.

Además, el Papa recordó el lema elegido para esta visita apostólica “Sembrador de paz y de esperanza” y dijo que “puede ser un eco de la misión que se nos ha encomendado. Porque somos sembradores, y el que siembra lo hace con esperanza; lo hace asentado en su esfuerzo y entrega personal, pero sabiendo que hay infinidad de factores que deben concurrir para que lo sembrado germine, crezca, se convierta en espiga y finalmente en trigo abundante”.

“El sembrador cansado y preocupado no baja los brazos, no abandona y menos aún quema su campo cuando algo se malogra. Sabe esperar, confía, asume las contrariedades de su siembra, pero jamás deja de amar aquel campo encomendado a su cuidado; incluso si viene la tentación, tampoco escapa encomendándoselo a otro”, afirmó el Papa.

Por ello, Francisco alentó a “dar lo mejor de sí” y a los obispos ser “imagen del Sembrador” para “esparcir las semillas de la fe y la esperanza en esta tierra”.

“Sé que tienen muchas razones para preocuparse y que, entre otras cosas, llevan en el corazón la responsabilidad de velar por la dignidad de todos sus hermanos que reclama construir una nación cada vez más solidaria y próspera, dotada de instituciones sólidas y estables”, reconoció el Papa.

En esta línea, el Santo Padre instó a “la colaboración madura e independiente entre la Iglesia y el Estado es un desafío permanente” y remarcó “este es el desafío: que sea madura e independiente”.

También, el Papa Francisco señaló la importancia de la espera “con paciencia cristiana a la semilla esparcida, sabiendo por otra parte que no estamos a cargo ni somos responsables de todo el proceso. No se puede. El sembrador no va cada día a excavar la tierra a ver cómo crece la semilla”.

“Un pastor, que siembra, evita controlarlo todo. Los pastores controladores no dejan crecer. El pastor que siembra da espacio para las iniciativas, deja crecer en distintos tiempos, no todos tienen el mismo tiempo de crecimiento, y no estandariza. La uniformidad no es vida. La vida es variada. Cada uno tiene su propio modo de ser, de crecer, de ser persona. La uniformidad no está concebida de ese modo un camino cristiano”, explicó.

De este modo, el Papa advirtió el peligro de los pastores controladores y afirmó que “el verdadero pastor; no exige más de la cuenta, no menosprecia resultados aparentemente más pobres”
El pastor es como el portero de fútbol

Y realizó esta comparación: “el pastor es como el portero del equipo de fútbol: toma el balón de donde se lo echan. Sabe moverse, sabe tomar la libertad de donde viene. Y luego corrige. Pero en el momento toma la vida como viene. Eso es amor de pastor”. También, el Pontífice solicitó tener “fidelidad al Evangelio” para ser “pastores cercanos al pueblo de Dios, comenzando por nuestros hermanos sacerdotes —que son nuestro prójimo más prójimo— que deben recibir un cuidado especial de nuestra parte”.

Y nuevamente improvisando, el Papa afirmó: “Aquí me permito salir del texto para hablar de la cercanía del pastor. El pastor debe ser cercano a Dios, cercano a sus sacerdotes y cercano al pueblo. Las tres cercanías del pastor. El pastor que se aleja del pueblo, que pierde el olor del pueblo… Es como un funcionario de corte, de corte Pontificia, eso es importante, pero de corte, al final. Y eso no sirve”, expresó.

Discernir bien las vocaciones

En este sentido, Francisco remarcó “el deber urgente” de los pastores ante la calidad de los trabajadores, es decir, la importancia de acompañar y discernir “especialmente con respecto a las vocaciones a la vida consagrada y al sacerdocio… En esto les recomiendo estar atentos”.

“¡No se dejen engañar por la necesidad de los números! Como tenemos necesidad de sacerdotes, tomo sin necesidad de discernimiento… Creo que por su parte no es muy común porque tienen vocaciones y esa libertad de acudir al discernimiento. Pero en algunos países de Europa es lamentable. La falta de vocaciones empuja al Obispo a tomar de allí, de allí, de allí…, sin ver la vida cómo era, y toman descartados de otros seminarios, descartados de la vida religiosa, que han sido descartados por inmorales, o por otras deficiencias. Por favor, estén atentos. ¡No hagan entrar el lobo en el rebaño!”, exclamó el Papa.

En este sentido, el Santo Padre recomendó: “por favor, no clericalicen a los laicos. Los laicos son laicos. Yo escuché en la anterior diócesis propuestas como esta: ‘Señor Obispo, yo tengo en la parroquia un laico maravilloso. Trabaja, organiza, todo… ¡Lo hacemos diácono!’ ¡No! ¡Déjalo ahí! ¡No le arruines la vida! ¡Déjalo de laico!”, afirmó.

Asimismo, el Papa envió un saludo especial “a los sacerdotes, religiosos y religiosos que están enfermos o muy afectados por la vejez” y los animó a ir a visitarlos para asegurarlos en sus oraciones y cuidarlos “con ternura, sosteniéndolos en esa hermosa misión de la intercesión”.

Finalmente, el Papa recordó a las dos mujeres que custodian esta Catedral a quienes se encomendó especialmente: “en la capilla de al lado descansan los restos de la beata Victoria Rasoamanarivo, que supo hacer el bien, custodiar y extender la fe en tiempos difíciles; y la imagen de la Virgen María que con sus brazos abiertos hacia el valle y las colinas, parece abrazarlo todo”.

“A ellas le pedimos que ensanchen siempre nuestro corazón, que nos enseñen la compasión de las entrañas maternas que la mujer y Dios sienten ante los olvidados de la tierra y nos ayuden a sembrar paz y esperanza”, concluyó.

El Papa reza en silencio en Madagascar ante la tumba de la beata Rasoamanarivo
Al finalizar el encuentro con los Obispos de Madagascar en la Catedral de Andohalo, este sábado 7 de septiembre, cuarto día de su viaje apostólico por África, el Papa Francisco rezó brevemente ante la tumba de la beata Victoire Rasoamanarivo, en una capilla anexa a la catedral.

La beata Victoire Rasoamanarivo, beatificada por San Juan Pablo II el 29 de abril de 1989, nació en Antananarivo en 1848. Educada en una religión tradicional de la isla se bautizó después de asistir a la escuela de una misión de jesuitas francesas.

Se casó con el hijo de un oficial del ejército y defendió su matrimonio, convencida de la indisolubilidad y santidad del matrimonio, a pesar de la violencia de su marido.

Durante la persecución desatada en Madagascar contra los cristianos a partir de 1883, que supuso la expulsión de todos los misioneros y la acusación de traición contra todos los fieles cristianos, Victoria Rasoamanarivo decidió seguir viviendo su cristianismo de forma abierta, sin miedo a las posibles consecuencias.

A partir de 1886, los misioneros pudieron regresar a Madagascar y continuar su obra evangelizadora. Se caracterizó por una profunda vida de oración y por sus numerosas obras de caridad. Falleció el 21 de agosto de 1894, cuando tenía 46 años.

Ante la tumba, en la capilla, el Papa estuvo unos minutos en silenciosa oración. Antes, al finalizar el discurso a los Obispos de Madagascar, dijo de la beata Victoria Rasoamanarivo, “que supo hacer el bien, custodiar y extender la fe en tiempos difíciles”.


El Papa ante 100 mil jóvenes: El Señor los llama por sus nombres y les dice ¡Sígueme!
Este sábado el Papa Francisco se dirigió a cerca de 100 mil jóvenes reunidos en Madagascar, en África, para darles un mensaje de esperanza y anunciar que el Señor los llama a cada uno por su nombre, y les pide que lo sigan para ser esperanza en su nación y en la vida de la Iglesia.

“El Señor es el primero en decir: no, este no es el camino. Él está vivo y te quiere vivo a ti también compartiendo todos tus dones y carismas, tus búsquedas y competencias. El Señor nos llama por nuestros nombres y nos dice: ¡Sígueme! No para hacernos correr detrás de espejismos, sino para transformarnos a cada uno en discípulos-misioneros aquí y ahora”, dijo el Santo Padre este 7 de septiembre durante la Vigilia realizada en el campo diocesano de Soamandrakizay, en el marco de su viaje apostólico a tres países africanos.

Antes de dar inicio a su extenso mensaje, el Papa Francisco arribó al campo en el papamóvil en horas de la noche, donde fue recibido en medio de cantos y vítores alegres por los miles de jóvenes. Una vez se posicionó en el escenario principal, Mons. Fulgence Razakarivony, Obispo de Ihosy y Presidente de la Comisión Episcopal para la Juventud de Madagascar, ofreció el discurso de bienvenida.

El Prelado expresó que él y su pueblo sienten una “alegría inmensa, particular y única” de ver al Papa en vivo en directo, y ya no a “través de mensajes escritos o mensajes de video”.

Además, presentó a los jóvenes de Madagascar como personas “llenas de entusiasmo y vitalidad, en busca de un futuro mejor”, pero “que enfrentan múltiples dificultades a nivel social, cultural, intelectual y religioso”. No obstante, acotó que ellos “no se desaniman porque Su Magisterio los consuela y los invita a mantener la antorcha de la esperanza siempre encendida”.

“Una esperanza que no decepciona porque está arraigada en la fe en Aquel que ha conquistado la muerte y las fuerzas del mal”, añadió.

Tras las palabras del Obispo de Ihosy, decenas de niños malgaches danzaron bailes típicos frente al Papa, que permaneció sentado deleitándose con el espectáculo. Luego, dos jóvenes se acercaron al estrado para presentar sus testimonios de vida y conversión ante la comunidad y el Papa Francisco, previo al inicio de su discurso.

El primer testimonio fue de Rova Sitraka Ranarison, un joven de 27 años de la Diócesis de Antananarivo, quien, durante varios años de su vida, ha puesto en práctica las obras de misericordia visitando a los presos en las cárceles. Mientras que el segundo testimonio lo dio Vavy Elyssa Nekendraza, una joven de 21 años de la Diócesis de Maintirano, quien retrató el amor recíproco que se tienen sus padres, que a pesar de ser de dos tribus diferentes, lograron superar todas las pruebas y diferencias, y hoy eso le refleja el amor de Dios.

Tras escuchar ambos testimonios, el Santo Padre dio inicio a su discurso agradeciendo a Mons. Razakarivony y a todos los jóvenes que llegaron de “todos los rincones” de la isla, a pesar “de los esfuerzos y dificultades que esto representa para un gran número” de ellos.

También agradeció el testimonio de Rova Sitraka y Vavy Elyssa, por compartir su “camino de búsqueda entre aspiraciones y desafíos”, y por mostrar una fe viva movida por Jesús y el deseo de “crecer en su amistad” con la seguridad de que Él siempre los apoya y acompaña.

El Papa Francisco aseguró que el Señor llama a cada uno por su nombre: “No nos llama por nuestro pecado, por nuestros errores, equivocaciones, limitaciones, sino que lo hace por nuestro nombre; cada uno es precioso a sus ojos”.

No obstante, recordó que el demonio, por el contrario, “sabiendo también nuestros nombres prefiere llamarnos y recordarnos continuamente nuestros pecados y errores; y de esta forma nos hace sentir que hagamos lo que hagamos nada puede cambiar, que todo seguirá igual. El Señor no actúa así. El Señor siempre nos recuerda lo valiosos que somos ante sus ojos y nos confía una misión”.

En ese sentido, el Papa Francisco resaltó uno “de los regalos más hermosos” que proviene de la amistad con Jesús, citando la Exhortación Apostólica Christus vivit: “Él está en ti, Él está contigo y nunca se va. Por más que te alejes, allí está el Resucitado, llamándote y esperándote para volver a empezar”.

“Todos sabemos, incluso por experiencia personal, que se puede errar el camino y correr detrás de espejismos que nos prometen y encantan con una felicidad aparente, rápida, fácil e inmediata, pero que al final dejan el corazón, la mirada y el alma a mitad de camino”, reconoció Francisco.

En otro momento, también reconoció que las personas pueden llegar a llenarse de “amargura” y tener la “tentación de rendirse” por la falta de oportunidades, “la precariedad, las injusticias sociales”.

Sin embago, dijo que Jesús “es el primero en desmentir todas las voces que buscan adormeceros, domesticaros, anestesiaros o silenciaros para que no busquéis nuevos horizontes. Con Jesús siempre hay horizontes”.

“A través de vosotros entra el futuro en Madagascar y en la Iglesia. El Señor es el primero en confiar en vosotros y os invita a que también confiéis en vosotros mismos, en vuestras habilidades y capacidades, que son muchas. Os invita a animaros, unidos a Él para escribir la página más hermosa de vuestras vidas (…) Es el Señor quien nos invita a ser constructores del futuro”, resaltó.

En ese contexto, el Papa Francisco recordó que Dios “no nos manda solos al frente de batalla”, sino que a través de los demás se “comparte el amor y la confianza que el Señor nos tiene”. “El encuentro personal con Jesús es irremplazable, pero no en solitario sino en comunidad”, acotó.

Cerca al final de su reflexión, el Pontífice dijo a los jóvenes que nunca olviden que tienen una Madre, quien es además protectora de Madagascar, la Virgen María.

“A ella quiero confiar la vida de todos y cada uno de vosotros, de vuestras familias y amigos para que nunca os falte la luz de la esperanza y Madagascar pueda ser cada vez más la tierra que el Señor soñó. Que ella os acompañe y os proteja siempre. Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí”, concluyó el Papa.

Discurso del Papa Francisco en la Vigilia con los jóvenes de Madagascar
Este sábado el Papa Francisco se dirigió a cerca de 100 mil jóvenes reunidos en Madagascar, en África, para darles un mensaje de esperanza y anunciar que el Señor los llama a cada uno por su nombre, y les pide que lo sigan para ser esperanza en su nación y en la vida de la Iglesia.

A continuación el texto completo del discurso:

Agradezco a Monseñor por sus palabras de bienvenida. Gracias, queridos jóvenes que Habéis venido de todos los rincones de esta hermosa isla, a pesar de los esfuerzos y dificultades que esto representa para un gran número de vosotros. Sin embargo ¡estáis aquí! Me da mucha alegría poder vivir con vosotros esta vigilia a la que el Señor Jesús nos invita. Gracias por las canciones y bailes tradicionales que habéis realizado con tanto entusiasmo — no se equivocaron quienes me dijeron que vosotros tenéis una alegría y entusiasmo extraordinario.

Gracias, Rova Sitraka y Vavy Elyssa, por compartir con cada uno de nosotros vuestro camino de búsqueda entre aspiraciones y desafíos. ¡Qué bueno encontrar dos jóvenes con fe viva, en movimiento! Jesús nos deja el corazón siempre inquieto, nos pone en camino y en movimiento. El discípulo de Jesús, si quiere crecer en su amistad, no puede quedar quieto, quejándose o mirándose a sí mismo. Debe moverse, debe actuar, comprometerse, seguro de que el Señor lo apoya y lo acompaña.

Por eso, me gusta ver a cada joven como uno que busca. ¿Os acordáis de la primera pregunta que Jesús le hace a los discípulos a la orilla del Jordán?: «¿Qué buscáis?» (Jn 1,38). El Señor sabe que somos buscadores de esa «felicidad para la cual fuimos creados» y que «el mundo no nos podrá quitar» (Exhort. ap. Gaudete et exultate, 1; 177). Cada uno lo manifiesta de diversas maneras pero, en el fondo vosotros siempre estáis buscando esa felicidad que nadie nos podrá quitar.

Como nos lo compartiste tú, Rova. En tu corazón tenías una vieja inquietud de visitar a las personas encarceladas. Comenzaste a ayudar a un sacerdote en su misión y, poco a poco, te fuiste comprometiendo cada vez más hasta que se convirtió en tu misión personal. Descubriste que tu vida era una misión. Esta búsqueda de fe ayuda a hacer que el mundo en el que vivimos sea mejor, más evangélico. Y lo que hiciste por los demás, te transformó, cambió tu forma de ver y de juzgar a las personas. Te hizo más justa y más humana. Te comprometiste y descubriste cómo el Señor se comprometió contigo dándote una felicidad que el mundo no te podrá quitar (cf. ibíd., 177).

En tu misión aprendiste a dejar los adjetivos y a llamar a las personas por su nombre, como el Señor lo hace con nosotros. No nos llama por nuestro pecado, por nuestros errores, equivocaciones, limitaciones, sino que lo hace por nuestro nombre; cada uno es precioso a sus ojos. El demonio, sin embargo, sabiendo también nuestros nombres prefiere llamarnos y recordarnos continuamente nuestros pecados y errores; y de esta forma nos hace sentir que hagamos lo que hagamos nada puede cambiar, que todo seguirá igual. El Señor no actúa así. El Señor siempre nos recuerda lo valiosos que somos ante sus ojos y nos confía una misión.

Aprendiste a conocer no sólo las cualidades, sino las historias que se esconden detrás de cada rostro. Dejaste de lado la crítica fácil y rápida, que siempre paraliza, para aprender algo que a muchas personas nos puede llevar años descubrir. Te diste cuenta que, en muchas de las personas que estaban en prisión, no había maldad sino malas elecciones. Erraron el camino y lo sabían, pero ahora tenían ganas de recomenzar.

Esto nos recuerda uno de los regalos más hermosos que la amistad con Jesús nos puede ofrecer. «Él está en ti, Él está contigo y nunca se va. Por más que te alejes, allí está el Resucitado, llamándote y esperándote para volver a empezar» (Exhort. ap. postsin. Christus vivit, 2) y confiarte una misión. Este es el regalo que nos invita a descubrir y a celebrar hoy a todos nosotros.

Todos sabemos, incluso por experiencia personal, que se puede errar el camino y correr detrás de espejismos que nos prometen y encantan con una felicidad aparente, rápida, fácil e inmediata, pero que al final dejan el corazón, la mirada y el alma a mitad de camino. Esas ilusiones que, cuando somos jóvenes, nos seducen con promesas que nos adormecen, nos quitan vitalidad, alegría, nos vuelven dependientes y encerrados en un aparente círculo sin salida y lleno de amargura.

Una amargura que, yo no sé si es verdad, pero os puede hacer caer en el peligro de pensar: “Es así ... nada puede cambiar y nadie puede cambiarlo”. Especialmente cuando no se cuenta con lo mínimo necesario para pelear el día a día; cuando las oportunidades efectivas para estudiar no son suficientes; o para aquellos que experimentan que su futuro está atascado debido a la falta de trabajo, la precariedad, las injusticias sociales, y entonces tienen la tentación de rendirse.

El Señor es el primero en decir: no, este no es el camino. Él está vivo y te quiere vivo a ti también compartiendo todos tus dones y carismas, tus búsquedas y competencias (cf. ibíd., 1). El Señor nos llama por nuestros nombres y nos dice: ¡Sígueme! No para hacernos correr detrás de espejismos, sino para transformarnos a cada uno en discípulos-misioneros aquí y ahora. Él es el primero en desmentir todas las voces que buscan adormeceros, domesticaros, anestesiaros o silenciaros para que no busquéis nuevos horizontes. Con Jesús siempre hay horizontes. Él nos quiere transformar a todos y hacer de nuestra vida una misión. Pero nos pide que no tengamos miedo a ensuciarnos las manos.

A través de vosotros entra el futuro en Madagascar y en la Iglesia. El Señor es el primero en confiar en vosotros y os invita a que también confiéis en vosotros mismos, en vuestras habilidades y capacidades, que son muchas. Os invita a animaros, unidos a Él para escribir la página más hermosa de vuestras vidas, a superar la apatía y a ofrecer, como Rova, una respuesta cristiana a los múltiples problemas que tenéis que enfrentar. Es el Señor quien nos invita a ser constructores del futuro (cf. ibíd., 174). Contribuyendo a ello como sólo vosotros podéis hacerlo con la alegría y la frescura de vuestra fe. Te pregunto y te pido que tú mismo te preguntes:

¿Puede Él contar contigo? Pero el Señor no quiere aventureros solitarios. El nos regala una misión, sí, pero no nos manda solos al frente de batalla.

Como bien ha dicho Vavy Elyssa, es imposible ser discípulo misionero solos; necesitamos de los demás para poder vivir y compartir el amor y la confianza que el Señor nos tiene. El encuentro personal con Jesús es irremplazable, pero no en solitario sino en comunidad.

A ella quiero confiar la vida de todos y cada uno de vosotros, de vuestras familias y amigos para que nunca os falte la luz de la esperanza y Madagascar pueda ser cada vez más la tierra que el Señor soñó. Que ella os acompañe y os proteja siempre.

Es cierto que solos podemos hacer cosas grandes, sí; pero juntos podemos soñar y comprometernos con cosas inimaginables. Vavy lo ha expresado con claridad. Estamos invitados a descubrir el rostro de Jesús en el rostro de los demás: celebrando la fe en familia, creando lazos de fraternidad, participando en la vida de un grupo o movimiento y animándonos a trazar un camino común vivido en solidaridad. Así podremos aprender a descubrir y discernir los caminos que el Señor nos invita a recorrer, los horizontes que tiene para vosotros: Pero ¡nunca aislarse o “querer estar solos”! Esa es una de las peores tentaciones que podemos tener.

En comunidad podemos aprender a presenciar los pequeños milagros cotidianos, así como los testimonios de lo hermoso que es seguir y amar a Jesús. Y esto, muchas veces de forma indirecta, como en el caso de tus padres Vavy que, a pesar de pertenecer a dos tribus diversas, cada una con sus usos y costumbres, gracias al amor recíproco que se tienen, pudieron superar todas las pruebas y diferencias, y mostrarte un hermoso camino por el que transitar. Camino que se sella cada vez que os dan los frutos de la tierra para ofrecerlos en el altar. ¡Cuánta falta hacen estos testimonios! O como tu tía o las catequistas y los sacerdotes que las han acompañado y sostenido en el proceso de fe. Todo ayudó a engendrar y animar vuestro “sí”. Todos somos importantes y necesarios y nadie puede decir: “no te necesito” o “no formas parte de este proyecto de amor que el Padre soñó al crearnos”.

Somos una gran familia, y podemos descubrir, queridos jóvenes, que tenemos una Madre: la protectora de Madagascar, la Virgen María. Siempre me impactó la fuerza del “sí” de María joven. La fuerza de ese “hágase según tu palabra” que le dijo al ángel. Fue algo distinto a un “sí” como diciendo: “bueno, vamos a probar a ver qué pasa”. María no conocía la expresión: “Vamos a ver qué pasa”. Dijo “sí”, sin vueltas. Fue el “sí” de quien quiere comprometerse y arriesgar, de quien quiere apostarlo todo, sin más seguridad que la certeza de saberse portador de una promesa. Aquella muchacha hoy es la Madre que vela por sus hijos que caminamos por la vida muchas veces cansados, necesitados, pero queriendo que la luz de la esperanza no se apague. Eso es lo que queremos para Madagascar, para cada uno de vosotros y de vuestros amigos: que la luz de la esperanza no se apague. Nuestra Madre mira a este pueblo de jóvenes que ella ama, que también la busca haciendo silencio en el corazón, aunque en el camino haya mucho ruido, conversaciones y distracciones; y le implora para que no se apague la esperanza (cf. ibíd., 44-48).

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