El Papa Francisco recibió en audiencia a los miembros de la Fundación Maronita y a autoridades del Líbano que acudieron al Vaticano en compañía del Patriarca de Antioquía de los Maronitas, Cardenal Béchara Boutros Raï. Esta visita se produce al finalizar la visita ad limina de la Iglesia Patriarcal de Antioquía de los Maronitas.
Durante la audiencia, que se desarrollo en un tono cercano y distendido, el Santo Padre destacó la generosidad del pueblo libanés a la hora de acoger a los refugiados que huyen de la inestabilidad y violencia en Siria.
También destacó la capacidad de los libaneses para sobreponerse a la desconfianza interreligiosa después de años de guerra civil y construir juntos una sociedad sustentada en el respeto a los demás.
En su discurso, el Santo Padre afirmó que le parece una buena idea la propuesta del Cardenal Boutros de acompañar la visita ad limina con un grupo de fieles: “Es una buena idea, se podría oficializar. Así pueden hablar con los Obispos. Podría funcionar. Así conocemos las cosas más concretas de la comunidad”.
“Esto me recuerda al milagro de la multiplicación de los panes, porque me han dicho: ‘Habrá unas cuarenta personas que le quieren saludar’, así que ¡he asistido a la multiplicación de los libaneses’”, bromeó. “Gracias por haber venido, tantos. ¡Gracias!”.
El Papa agradeció al conjunto de la comunidad libanesa, “por dos cosas: por mantener el equilibrio (ese equilibrio creativo, fuerte como los cedros) entre cristianos y musulmanes, suníes y chiíes; un equilibrio patriótico, entre hermanos”.
Además, “quisiera también agradeceros por otro motivo: por vuestra generosidad, por vuestro corazón acogedor con los refugiados: tenéis más de un millón. Gracias, muchas gracias”, concluyó Francisco.
¿Quieres enviar un mensaje al Papa Francisco? Aquí te decimos cómo
¿Te animarías a enviar un saludo especial, ofrecimientos y oraciones al Papa Francisco?
Son muchas las personas que desean compartir con el Santo Padre alguna experiencia, transmitir una inquietud o simplemente agradecerle por guiar la Iglesia; pero no saben cómo hacer llegar sus mensajes al Pontífice.
Para todos ellos el Vaticano ha difundido esta dirección postal, para que envíen directamente sus cartas al Papa Francisco:
Sua Santità Francesco
Secretaria de Estado Palazzo Apostólico Vaticano
00120 Città del Vaticano
Papa Francisco explica cómo habría sido la vida conyugal de la Virgen María y San José
¿Cómo habría sido la vida conyugal de la Virgen María y San José?, es una interrogante que abordó el Papa Francisco en la sexta parte del programa “Ave María”, emitido este martes 20 por TV2000, el canal de televisión de la Conferencia Episcopal Italiana.
“¿Quién fue José en la vida de María?”, es la pregunta que le hace el P. Marco Pozza, teólogo y capellán de la cárcel de Padua (Italia), al Papa Francisco durante el programa.
José, indicó el Papa, “fue el esposo; porque ella (María) nunca, nunca, nunca ha dicho a José: ‘Yo soy la mamá de Dios y tú eres el empleado de Dios’. No, nunca lo ha dicho. ‘Tú eres mi esposo. Yo soy virgen –José es virgen-, pero tú eres mi esposo”.
“Sumisa a su esposo, como era en la cultura de su tiempo. Para ella era el esposo, le daba de comer, hablaba con él, conversaban sobre el hijo”, añadió.
Asimismo, “han compartido la angustia cuando el niño a los doce años se quedó en Jerusalén”, en referencia al pasaje del Evangelio que narra cuando luego de tres días, María y José encontraron a Jesús en el templo, en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles.
“La angustia de un esposo, de una esposa, de los padres. La normalidad en la virginidad, ¿no?”, dijo Francisco.
El Papa señaló en el programa que “ella escuchaba a José y obedecía a José. Las grandes decisiones las tomaba José, normal en aquel tiempo”.
“Tantas veces en sueños (José) recibía los mensajes de Dios, ¿no? El justo. Ella es la llena de gracia. Él es el justo. Justo. Hombre observante de la palabra de Dios. Justo. Bella pareja, eh”, expresó.
El Papa pide no tener miedo a la “santa humillación” que lleva al hombre a buscar a Dios
El Papa Francisco señaló que existe una “santa humillación” del hombre que es aquella que se produce cuando sus debilidades son desenmascaradas a la luz de los Mandamientos del Decálogo. Esa “santa humillación” permite al hombre ser consciente de que necesita a Dios para poder liberarse.
Francisco realizó esta reflexión en su catequesis pronunciada este miércoles 21 de noviembre durante la Audiencia General celebrada en la Plaza de San Pedro.
En ella, habló sobre el décimo, y último, Mandamiento: “No codiciarás los bienes ajenos”.
El Santo Padre explicó que estas palabras no son únicamente las últimas del Decálogo, “son el cumplimiento del viaje a través del Decálogo, tocando el corazón de todo aquello que en ellos se nos ha mandado”.
De hecho, “si lo analizamos, no añade nada nuevo al contenido: las indicaciones ‘no desearás a la mujer ni nada que pertenezca a tu prójimo’”, como figura en la Biblia, “están latentes en los mandamientos sobre el adulterio y el robo”.
Entonces, “¿cuál es la función de estas palabras”. Para dar respuesta a esta pregunta, Francisco comenzó explicando que hay que tener presente que “todos los mandamientos tienen la función de indicar los límites de la vida, más allá de los cuales el hombre se destruiría a sí mismo y al prójimo, estropeando su relación con Dios”.
Por lo tanto, “por medio de este último Mandamiento se subraya el hecho de que todas las transgresiones nacen de una raíz interior común: los malos deseos”.
En este sentido, recordó que el mismo Jesús lo dice: “Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre”.
“Así, comprendemos que todo el recorrido realizado en el Decálogo no habría tenido ninguna utilidad si no llegara hasta este nivel, el corazón del hombre. El Decálogo se muestra ahora lúcido y profundo con este aspecto: el punto de llegada de su viaje es el corazón, y si éste no se libera, el resto sirve de poco”.
Sin esa liberación del corazón, explica el Pontífice, los Mandamientos quedan como algo teórico, sin influencia real en la vida de las personas: “Los preceptos de Dios pueden quedar reducidos a la bonita fachada de una vida de esclavos y no de hijos. Con frecuencia, detrás de la máscara farisea de la corrección asfixiante se esconde algo malo no resuelto”.
Por el contrario, “debemos dejarnos desenmascarar por estos mandamientos sobre el deseo, porque nos muestran nuestra pobreza para conducirnos a una santa humillación. El hombre tiene necesidad de esta bendita humillación de la cual descubre que no es capaz de liberarse solo, sino que necesita gritar a Dios para ser salvado”.
“Es inútil pensar que podemos corregirse a nosotros mismos sin la ayuda del Espíritu Santo. Es inútil pensar en purificar nuestro corazón en un esfuerzo titánico de nuestra sola voluntad. Es necesario abrirse a la relación con Dios, en la verdad y en la libertad: sólo así nuestros esfuerzos pueden dar fruto”.,
El último Mandamiento “ayuda a ponernos delante del desorden de nuestro corazón para dejar de vivir de forma egoísta y hacernos pobres en espíritu”, concluyó el Papa.
El Papa Francisco señaló que existe una “santa humillación” del hombre que es aquella que se produce cuando sus debilidades son desenmascaradas a la luz de los Mandamientos del Decálogo. Esa “santa humillación” permite al hombre ser consciente de que necesita a Dios para poder liberarse.
Francisco realizó esta reflexión en su catequesis pronunciada este miércoles 21 de noviembre durante la Audiencia General celebrada en la Plaza de San Pedro.
En ella, habló sobre el décimo, y último, Mandamiento: “No codiciarás los bienes ajenos”.
El Santo Padre explicó que estas palabras no son únicamente las últimas del Decálogo, “son el cumplimiento del viaje a través del Decálogo, tocando el corazón de todo aquello que en ellos se nos ha mandado”.
De hecho, “si lo analizamos, no añade nada nuevo al contenido: las indicaciones ‘no desearás a la mujer ni nada que pertenezca a tu prójimo’”, como figura en la Biblia, “están latentes en los mandamientos sobre el adulterio y el robo”.
Entonces, “¿cuál es la función de estas palabras”. Para dar respuesta a esta pregunta, Francisco comenzó explicando que hay que tener presente que “todos los mandamientos tienen la función de indicar los límites de la vida, más allá de los cuales el hombre se destruiría a sí mismo y al prójimo, estropeando su relación con Dios”.
Por lo tanto, “por medio de este último Mandamiento se subraya el hecho de que todas las transgresiones nacen de una raíz interior común: los malos deseos”.
En este sentido, recordó que el mismo Jesús lo dice: “Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre”.
“Así, comprendemos que todo el recorrido realizado en el Decálogo no habría tenido ninguna utilidad si no llegara hasta este nivel, el corazón del hombre. El Decálogo se muestra ahora lúcido y profundo con este aspecto: el punto de llegada de su viaje es el corazón, y si éste no se libera, el resto sirve de poco”.
Sin esa liberación del corazón, explica el Pontífice, los Mandamientos quedan como algo teórico, sin influencia real en la vida de las personas: “Los preceptos de Dios pueden quedar reducidos a la bonita fachada de una vida de esclavos y no de hijos. Con frecuencia, detrás de la máscara farisea de la corrección asfixiante se esconde algo malo no resuelto”.
Por el contrario, “debemos dejarnos desenmascarar por estos mandamientos sobre el deseo, porque nos muestran nuestra pobreza para conducirnos a una santa humillación. El hombre tiene necesidad de esta bendita humillación de la cual descubre que no es capaz de liberarse solo, sino que necesita gritar a Dios para ser salvado”.
“Es inútil pensar que podemos corregirse a nosotros mismos sin la ayuda del Espíritu Santo. Es inútil pensar en purificar nuestro corazón en un esfuerzo titánico de nuestra sola voluntad. Es necesario abrirse a la relación con Dios, en la verdad y en la libertad: sólo así nuestros esfuerzos pueden dar fruto”.,
El último Mandamiento “ayuda a ponernos delante del desorden de nuestro corazón para dejar de vivir de forma egoísta y hacernos pobres en espíritu”, concluyó el Papa.
Catequesis del Papa Francisco sobre el Décimo Mandamiento del Decálogo
El Papa Francisco reflexionó, durante la Audiencia General de este miércoles 21 de noviembre, sobre el Décimo Mandamiento del Decálogo: “No codiciarás los bienes ajenos”.
En su catequesis, el Santo Padre señaló que este Mandamiento, el último del Decálogo, recoge el sentido general de los 10 Mandamientos. “Por medio de este último Mandamiento se subraya el hecho de que todas las transgresiones nacen de una raíz interior común: los malos deseos”.
A continuación, el texto completo de la catequesis del Papa Francisco:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Nuestros encuentros sobre el Decálogo nos llevan hoy al último mandamiento. Lo escuchamos al principio. Estas no son solo las últimas palabras del texto, sino mucho más: son el cumplimiento del viaje a través del Decálogo, que llegan al fondo de todo lo que encierra. En efecto, a simple vista, no agregan un nuevo contenido: las palabras «no codiciarás la mujer de tu prójimo [...], ni los bienes de tu prójimo» están al menos latentes en los mandamientos sobre el adulterio y el robo. ¿Cuál es entonces la función de estas palabras? ¿Es un resumen? ¿Es algo más?
Tengamos muy en cuenta que todos los mandamientos tienen la tarea de indicar el límite de la vida, el límite más allá del cual el hombre se destruye y destruye a su prójimo, estropeando su relación con Dios. Si vas más allá, te destruyes, también destruyes la relación con Dios y la relación con los demás. Los mandamientos señalan esto.
Con esta última palabra, se destaca el hecho de que todas las transgresiones surgen de una raíz interna común: los deseos malvados. Todos los pecados nacen de un deseo malvado. Todos. Allí empieza a moverse el corazón, y uno entra en esa onda, y acaba en una transgresión. Pero no en una transgresión formal, legal: en una transgresión que hiere a uno mismo y a los demás.
En el Evangelio, el Señor Jesús dice explícitamente: "Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraudes, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre”."(Mc 7,21-23).
Entendemos así que todo el itinerario del Decálogo no tendría ninguna utilidad si no llegase a tocar este nivel, el corazón del hombre. ¿De dónde nacen todas estas cosas feas? El Decálogo se muestra lúcido y profundo en este aspecto: el punto de llegada –el último mandamiento- de este viaje es el corazón, y si éste, si el corazón, no se libera, el resto sirve de poco.
Este es el reto: liberar el corazón de todas estas cosas malvadas y feas. Los preceptos de Dios pueden reducirse a ser solo la hermosa fachada de una vida que sigue siendo una existencia de esclavos y no de hijos. A menudo, detrás de la máscara farisaica de la sofocante corrección, se esconde algo feo y sin resolver.
En cambio, debemos dejarnos desenmascarar por estos mandatos sobre el deseo, porque nos muestran nuestra pobreza, para llevarnos a una santa humillación. Cada uno de nosotros puede preguntarse: Pero ¿qué deseos feos siento a menudo? ¿La envidia, la codicia, el chismorreo? Todas estas cosas vienen desde dentro. Cada uno puede preguntárselo y le sentará bien. El hombre necesita esta bendita humillación, esa por la que descubre que no puede liberarse por sí mismo, esa por la que clama a Dios para que lo salve. San Pablo lo explica de una manera insuperable, refiriéndose al mandamiento de no desear (cf. Rom 7: 7-24).
Es vano pensar en poder corregirse sin el don del Espíritu Santo. Es vano pensar en purificar nuestro corazón solo con un esfuerzo titánico de nuestra voluntad: eso no es posible. Debemos abrirnos a la relación con Dios, en verdad y en libertad: solo de esta manera nuestras fatigas pueden dar frutos, porque es el Espíritu Santo el que nos lleva adelante.
La tarea de la Ley Bíblica no es la engañar al hombre con que una obediencia literal lo lleve a una salvación amañada y, además, inalcanzable. La tarea de la Ley es llevar al hombre a su verdad, es decir, a su pobreza, que se convierte en apertura auténtica, en apertura personal a la misericordia de Dios, que nos transforma y nos renueva.
Dios es el único capaz de renovar nuestro corazón, a condición de que le abramos el corazón: es la única condición; Él lo hace todo; pero tenemos que abrirle el corazón.
Las últimas palabras del Decálogo educan a todos a reconocerse como mendigos; nos ayudan a enfrentar el desorden de nuestro corazón, para dejar de vivir egoístamente y volvernos pobres de espíritu, auténticos ante la presencia del Padre, dejándonos redimir por el Hijo y enseñar por el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el maestro que nos enseña. Somos mendigos, pidamos esta gracia.
"Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos" (Mt 5, 3). Sí, benditos aquellos que dejan de engañarse creyendo que pueden salvarse de su debilidad sin la misericordia de Dios, que es la sola que puede sanar el corazón. Solo la misericordia del Señor sana el corazón.
Bienaventurados los que reconocen sus malos deseos y con un corazón arrepentido y humilde, no se presentan ante Dios y ante los hombres como justos, sino como pecadores. Es hermoso lo que Pedro le dijo al Señor: “Aléjate de mí, Señor, que soy un pecador”. Hermosa oración ésta: “Aléjate de mí, Señor, que soy un pecador”.
Estos son los que saben tener compasión, los que saben tener misericordia de los demás, porque la experimentan en ellos mismos.
Mensaje del Papa Francisco a los participantes en la JMJ de Panamá 2019
El Papa Francisco animó a los jóvenes a participar en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que se celebrará en Panamá en enero de 2019 con un mensaje de video que difundió la Santa Sede este miércoles 21 de noviembre.
A continuación, el texto completo del mensaje de video del Papa Francisco:
Queridos jóvenes:
Nos aproximamos a la Jornada Mundial de la Juventud, que se celebrará en Panamá el próximo mes de enero y tiene como lema la respuesta de la Virgen María a la llamada de Dios: «He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38).
Sus palabras son un “sí” valiente y generoso. El sí de quien ha comprendido el secreto de la vocación: salir de uno mismo y ponerse al servicio de los demás. Nuestra vida solo encuentra significado en el servicio a Dios y a los demás.
Hay muchos jóvenes, creyentes o no, que al final de una etapa de estudios muestran su deseo de ayudar a otros, de hacer algo por los que sufren. Esta es la fuerza de los jóvenes, la fuerza de todos ustedes, la que puede cambiar el mundo; esta es la revolución que puede desbaratar los grandes poderes de este mundo: la “revolución” del servicio.
Ponerse al servicio de los demás no significa solamente estar listos para la acción, sino que también hay que ponerse en diálogo con Dios, en actitud de escucha, como lo hizo María. Ella escuchó lo que el ángel le decía y después respondió. De ese trato con Dios en el silencio del corazón, se descubre la propia identidad y la vocación a la que el Señor llama; esta puede expresarse en diferentes formas: en el matrimonio, en la vida consagrada, en el sacerdocio… Todas ellas son modos para seguir a Jesús. Lo importante es descubrir lo que el Señor espera de nosotros y ser valientes para decir “sí”.
María fue una mujer feliz, porque fue generosa ante Dios y se abrió al plan que tenía para ella. Las propuestas de Dios para nosotros, como la que le hizo a María, no son para apagar sueños, sino para encender deseos; para hacer que nuestra vida fructifique y haga brotar muchas sonrisas y alegre muchos corazones. Dar una respuesta afirmativa a Dios, es el primer paso para ser feliz y hacer felices a muchas personas.
Queridos jóvenes: Anímense a entrar cada uno en su interior y decirle a Dios: ¿Qué es lo que quieres de mí? Dejen que el Señor les hable; ya verán vuestra vida transformada y colmada de alegría.
Ante la inminente Jornada Mundial de la Juventud de Panamá, los invito a que se preparen, siguiendo y participando en todas las iniciativas que se llevan a cabo. Les ayudarán a ir caminando hacia esta meta. Que la Virgen María los acompañe en este peregrinaje y que su ejemplo los anime a ser valientes y generosos en su respuesta.
¡Buen camino hacia Panamá! Y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Hasta pronto.
Papa Francisco: Dar una respuesta afirmativa a Dios es el primer paso para ser feliz
El Papa Francisco animó a los jóvenes a dar una respuesta positiva a la vocación que Dios les da: “Dar una respuesta afirmativa a Dios, es el primer paso para ser feliz y hacer felices a muchas personas”.
En un mensaje de video enviado a los participantes en la Jornada Mundial de la Juventud, que se celebrará en Panamá del 23 al 28 de enero de 2019 con el lema “He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra”, el Santo Padre subrayó que estas palabras de María representan “un ‘sí’ valiente y generoso”.
“El sí de quien ha comprendido el secreto de la vocación: salir de uno mismo y ponerse al servicio de los demás. Nuestra vida solo encuentra significado en el servicio a Dios y a los demás”.
En su mensaje, el Pontífice señaló que “hay muchos jóvenes, creyentes o no, que al final de una etapa de estudios muestran su deseo de ayudar a otros, de hacer algo por los que sufren. Esta es la fuerza de los jóvenes, la fuerza de todos ustedes, la que puede cambiar el mundo; esta es la revolución que puede desbaratar los grandes poderes de este mundo: la “revolución” del servicio”.
En este sentido, explicó que “ponerse al servicio de los demás no significa solamente estar listos para la acción, sino que también hay que ponerse en diálogo con Dios, en actitud de escucha, como lo hizo María. Ella escuchó lo que el ángel le decía y después respondió”.
Ese diálogo con Dios en silencio, en la intimidad del corazón, es el camino imprescindible que se debe recorrer para el discernimiento vocacional. Esta vocación “puede expresarse en diferentes formas: en el matrimonio, en la vida consagrada, en el sacerdocio… Todas ellas son modos para seguir a Jesús. Lo importante es descubrir lo que el Señor espera de nosotros y ser valientes para decir ‘sí’”.
Animó a los jóvenes a dejar “que el Señor les hable; ya verán vuestra vida transformada y colmada de alegría”.
“Ante la inminente Jornada Mundial de la Juventud de Panamá, los invito a que se preparen, siguiendo y participando en todas las iniciativas que se llevan a cabo. Les ayudarán a ir caminando hacia esta meta”, concluyó el Papa.
Papa Francisco agradece a comunidades contemplativas frutos de santidad y misericordia
El Papa Francisco aseguró que el mundo y la Iglesia necesitan de las comunidades contemplativas; así lo indicó este miércoles 21 de noviembre en un mensaje con ocasión de la Jornada Pro Orantibus, promovida por la Congregación para los Institutos de la Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.
En el mensaje dirigido a los participantes del congreso “Profundización en la Vultum dei quaerere y en la Cor orans” realizado en la Pontificia Universidad Lateranense, el Papa agradeció a “todos los religiosos y religiosas que siguen a Cristo en la vida contemplativa, buscando el rostro de Dios, y que participan a la misión de la Iglesia siendo el corazón orante de ella”.
El Santo Padre manifestó “el gran aprecio de la Iglesia por esta forma de vida”.
“¿Qué sería de la Iglesia sin la vida contemplativa? ¿Qué sería de los miembros más débiles de la Iglesia que encuentran en ustedes un apoyo para continuar el camino? ¿Qué sería de la Iglesia y del mundo sin los faros que señalan el puerto a quien está perdido en alta mar, sin las antorchas que iluminan la noche oscura que estamos cruzando, sin las centinelas que anuncian el nuevo día cuando todavía es noche?”, preguntó.
En esta línea, el Pontífice agradeció a las hermanas y hermanos contemplativos por ser “apoyo para los débiles, faros, antorchas y centinelas”. “Gracias porque nos enriquecen con tantos frutos de santidad, de misericordia y de gracia”, expresó.
El Santo Padre destacó que reza junto a toda la Iglesia para que “el Señor pueda realizar en sus corazones su obra y los transforme completamente en Él, fin último de la vida contemplativa” y para que las comunidades sean “verdaderas escuelas de contemplación y oración. El mundo y la Iglesia necesitan de ustedes”.
Formación durante toda la vida
El Pontífice exhortó a tomarse en serio “el desafío de la formación, que como bien saben, consiste en un itinerario de asimilación progresiva a los sentimientos de Cristo hacia el Padre”.
El Papa recordó que la formación es para toda la vida, por lo que es necesario “aceptar con responsabilidad” que “es un proceso lento, para el cual es importante no tener prisa”.
En este sentido, el Papa animó a no olvidar la importancia “del discernimiento y del acompañamiento espiritual y vocacional de las candidatas, sin dejarse llevar por la ansiedad de los números y la eficiencia”.
Asimismo, para que la vida contemplativa “sea significativa para la Iglesia y para el mundo de hoy -dijo el Papa- es necesario apostar por una formación adecuada a las exigencias del momento presente: una formación integral, personalizada y bien acompañada”, y añadió que “tal formación nutrirá y guardará su fidelidad creativa al carisma recibido”.
Al finalizar, el Papa invitó a los participantes a vivir esta jornada en fraternidad para que reciban “luz y vida en sus comunidades” y, para ello, la Virgen María “modelo de contemplación” enseña a “buscar constantemente el rostro de Dios y permanecer files a su misión de ser corazón orante de la Iglesia”.
La Jornada Pro Orantibus fue instituída por el Papa Pío XII en 1953 y se celebra en la fiesta litúrgica de la Presentación de María. Por este motivo, este año se realizó el Congreso “Profundización en la Vultum dei quaerere y en la Cor orans” en la Pontificia Universidad Lateranense de Roma.
El Papa Francisco reflexionó, durante la Audiencia General de este miércoles 21 de noviembre, sobre el Décimo Mandamiento del Decálogo: “No codiciarás los bienes ajenos”.
En su catequesis, el Santo Padre señaló que este Mandamiento, el último del Decálogo, recoge el sentido general de los 10 Mandamientos. “Por medio de este último Mandamiento se subraya el hecho de que todas las transgresiones nacen de una raíz interior común: los malos deseos”.
A continuación, el texto completo de la catequesis del Papa Francisco:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Nuestros encuentros sobre el Decálogo nos llevan hoy al último mandamiento. Lo escuchamos al principio. Estas no son solo las últimas palabras del texto, sino mucho más: son el cumplimiento del viaje a través del Decálogo, que llegan al fondo de todo lo que encierra. En efecto, a simple vista, no agregan un nuevo contenido: las palabras «no codiciarás la mujer de tu prójimo [...], ni los bienes de tu prójimo» están al menos latentes en los mandamientos sobre el adulterio y el robo. ¿Cuál es entonces la función de estas palabras? ¿Es un resumen? ¿Es algo más?
Tengamos muy en cuenta que todos los mandamientos tienen la tarea de indicar el límite de la vida, el límite más allá del cual el hombre se destruye y destruye a su prójimo, estropeando su relación con Dios. Si vas más allá, te destruyes, también destruyes la relación con Dios y la relación con los demás. Los mandamientos señalan esto.
Con esta última palabra, se destaca el hecho de que todas las transgresiones surgen de una raíz interna común: los deseos malvados. Todos los pecados nacen de un deseo malvado. Todos. Allí empieza a moverse el corazón, y uno entra en esa onda, y acaba en una transgresión. Pero no en una transgresión formal, legal: en una transgresión que hiere a uno mismo y a los demás.
En el Evangelio, el Señor Jesús dice explícitamente: "Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraudes, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre”."(Mc 7,21-23).
Entendemos así que todo el itinerario del Decálogo no tendría ninguna utilidad si no llegase a tocar este nivel, el corazón del hombre. ¿De dónde nacen todas estas cosas feas? El Decálogo se muestra lúcido y profundo en este aspecto: el punto de llegada –el último mandamiento- de este viaje es el corazón, y si éste, si el corazón, no se libera, el resto sirve de poco.
Este es el reto: liberar el corazón de todas estas cosas malvadas y feas. Los preceptos de Dios pueden reducirse a ser solo la hermosa fachada de una vida que sigue siendo una existencia de esclavos y no de hijos. A menudo, detrás de la máscara farisaica de la sofocante corrección, se esconde algo feo y sin resolver.
En cambio, debemos dejarnos desenmascarar por estos mandatos sobre el deseo, porque nos muestran nuestra pobreza, para llevarnos a una santa humillación. Cada uno de nosotros puede preguntarse: Pero ¿qué deseos feos siento a menudo? ¿La envidia, la codicia, el chismorreo? Todas estas cosas vienen desde dentro. Cada uno puede preguntárselo y le sentará bien. El hombre necesita esta bendita humillación, esa por la que descubre que no puede liberarse por sí mismo, esa por la que clama a Dios para que lo salve. San Pablo lo explica de una manera insuperable, refiriéndose al mandamiento de no desear (cf. Rom 7: 7-24).
Es vano pensar en poder corregirse sin el don del Espíritu Santo. Es vano pensar en purificar nuestro corazón solo con un esfuerzo titánico de nuestra voluntad: eso no es posible. Debemos abrirnos a la relación con Dios, en verdad y en libertad: solo de esta manera nuestras fatigas pueden dar frutos, porque es el Espíritu Santo el que nos lleva adelante.
La tarea de la Ley Bíblica no es la engañar al hombre con que una obediencia literal lo lleve a una salvación amañada y, además, inalcanzable. La tarea de la Ley es llevar al hombre a su verdad, es decir, a su pobreza, que se convierte en apertura auténtica, en apertura personal a la misericordia de Dios, que nos transforma y nos renueva.
Dios es el único capaz de renovar nuestro corazón, a condición de que le abramos el corazón: es la única condición; Él lo hace todo; pero tenemos que abrirle el corazón.
Las últimas palabras del Decálogo educan a todos a reconocerse como mendigos; nos ayudan a enfrentar el desorden de nuestro corazón, para dejar de vivir egoístamente y volvernos pobres de espíritu, auténticos ante la presencia del Padre, dejándonos redimir por el Hijo y enseñar por el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el maestro que nos enseña. Somos mendigos, pidamos esta gracia.
"Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos" (Mt 5, 3). Sí, benditos aquellos que dejan de engañarse creyendo que pueden salvarse de su debilidad sin la misericordia de Dios, que es la sola que puede sanar el corazón. Solo la misericordia del Señor sana el corazón.
Bienaventurados los que reconocen sus malos deseos y con un corazón arrepentido y humilde, no se presentan ante Dios y ante los hombres como justos, sino como pecadores. Es hermoso lo que Pedro le dijo al Señor: “Aléjate de mí, Señor, que soy un pecador”. Hermosa oración ésta: “Aléjate de mí, Señor, que soy un pecador”.
Estos son los que saben tener compasión, los que saben tener misericordia de los demás, porque la experimentan en ellos mismos.
Mensaje del Papa Francisco a los participantes en la JMJ de Panamá 2019
El Papa Francisco animó a los jóvenes a participar en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que se celebrará en Panamá en enero de 2019 con un mensaje de video que difundió la Santa Sede este miércoles 21 de noviembre.
A continuación, el texto completo del mensaje de video del Papa Francisco:
Queridos jóvenes:
Nos aproximamos a la Jornada Mundial de la Juventud, que se celebrará en Panamá el próximo mes de enero y tiene como lema la respuesta de la Virgen María a la llamada de Dios: «He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38).
Sus palabras son un “sí” valiente y generoso. El sí de quien ha comprendido el secreto de la vocación: salir de uno mismo y ponerse al servicio de los demás. Nuestra vida solo encuentra significado en el servicio a Dios y a los demás.
Hay muchos jóvenes, creyentes o no, que al final de una etapa de estudios muestran su deseo de ayudar a otros, de hacer algo por los que sufren. Esta es la fuerza de los jóvenes, la fuerza de todos ustedes, la que puede cambiar el mundo; esta es la revolución que puede desbaratar los grandes poderes de este mundo: la “revolución” del servicio.
Ponerse al servicio de los demás no significa solamente estar listos para la acción, sino que también hay que ponerse en diálogo con Dios, en actitud de escucha, como lo hizo María. Ella escuchó lo que el ángel le decía y después respondió. De ese trato con Dios en el silencio del corazón, se descubre la propia identidad y la vocación a la que el Señor llama; esta puede expresarse en diferentes formas: en el matrimonio, en la vida consagrada, en el sacerdocio… Todas ellas son modos para seguir a Jesús. Lo importante es descubrir lo que el Señor espera de nosotros y ser valientes para decir “sí”.
María fue una mujer feliz, porque fue generosa ante Dios y se abrió al plan que tenía para ella. Las propuestas de Dios para nosotros, como la que le hizo a María, no son para apagar sueños, sino para encender deseos; para hacer que nuestra vida fructifique y haga brotar muchas sonrisas y alegre muchos corazones. Dar una respuesta afirmativa a Dios, es el primer paso para ser feliz y hacer felices a muchas personas.
Queridos jóvenes: Anímense a entrar cada uno en su interior y decirle a Dios: ¿Qué es lo que quieres de mí? Dejen que el Señor les hable; ya verán vuestra vida transformada y colmada de alegría.
Ante la inminente Jornada Mundial de la Juventud de Panamá, los invito a que se preparen, siguiendo y participando en todas las iniciativas que se llevan a cabo. Les ayudarán a ir caminando hacia esta meta. Que la Virgen María los acompañe en este peregrinaje y que su ejemplo los anime a ser valientes y generosos en su respuesta.
¡Buen camino hacia Panamá! Y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Hasta pronto.
Papa Francisco: Dar una respuesta afirmativa a Dios es el primer paso para ser feliz
El Papa Francisco animó a los jóvenes a dar una respuesta positiva a la vocación que Dios les da: “Dar una respuesta afirmativa a Dios, es el primer paso para ser feliz y hacer felices a muchas personas”.
En un mensaje de video enviado a los participantes en la Jornada Mundial de la Juventud, que se celebrará en Panamá del 23 al 28 de enero de 2019 con el lema “He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra”, el Santo Padre subrayó que estas palabras de María representan “un ‘sí’ valiente y generoso”.
“El sí de quien ha comprendido el secreto de la vocación: salir de uno mismo y ponerse al servicio de los demás. Nuestra vida solo encuentra significado en el servicio a Dios y a los demás”.
En su mensaje, el Pontífice señaló que “hay muchos jóvenes, creyentes o no, que al final de una etapa de estudios muestran su deseo de ayudar a otros, de hacer algo por los que sufren. Esta es la fuerza de los jóvenes, la fuerza de todos ustedes, la que puede cambiar el mundo; esta es la revolución que puede desbaratar los grandes poderes de este mundo: la “revolución” del servicio”.
En este sentido, explicó que “ponerse al servicio de los demás no significa solamente estar listos para la acción, sino que también hay que ponerse en diálogo con Dios, en actitud de escucha, como lo hizo María. Ella escuchó lo que el ángel le decía y después respondió”.
Ese diálogo con Dios en silencio, en la intimidad del corazón, es el camino imprescindible que se debe recorrer para el discernimiento vocacional. Esta vocación “puede expresarse en diferentes formas: en el matrimonio, en la vida consagrada, en el sacerdocio… Todas ellas son modos para seguir a Jesús. Lo importante es descubrir lo que el Señor espera de nosotros y ser valientes para decir ‘sí’”.
Animó a los jóvenes a dejar “que el Señor les hable; ya verán vuestra vida transformada y colmada de alegría”.
“Ante la inminente Jornada Mundial de la Juventud de Panamá, los invito a que se preparen, siguiendo y participando en todas las iniciativas que se llevan a cabo. Les ayudarán a ir caminando hacia esta meta”, concluyó el Papa.
Papa Francisco agradece a comunidades contemplativas frutos de santidad y misericordia
El Papa Francisco aseguró que el mundo y la Iglesia necesitan de las comunidades contemplativas; así lo indicó este miércoles 21 de noviembre en un mensaje con ocasión de la Jornada Pro Orantibus, promovida por la Congregación para los Institutos de la Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.
En el mensaje dirigido a los participantes del congreso “Profundización en la Vultum dei quaerere y en la Cor orans” realizado en la Pontificia Universidad Lateranense, el Papa agradeció a “todos los religiosos y religiosas que siguen a Cristo en la vida contemplativa, buscando el rostro de Dios, y que participan a la misión de la Iglesia siendo el corazón orante de ella”.
El Santo Padre manifestó “el gran aprecio de la Iglesia por esta forma de vida”.
“¿Qué sería de la Iglesia sin la vida contemplativa? ¿Qué sería de los miembros más débiles de la Iglesia que encuentran en ustedes un apoyo para continuar el camino? ¿Qué sería de la Iglesia y del mundo sin los faros que señalan el puerto a quien está perdido en alta mar, sin las antorchas que iluminan la noche oscura que estamos cruzando, sin las centinelas que anuncian el nuevo día cuando todavía es noche?”, preguntó.
En esta línea, el Pontífice agradeció a las hermanas y hermanos contemplativos por ser “apoyo para los débiles, faros, antorchas y centinelas”. “Gracias porque nos enriquecen con tantos frutos de santidad, de misericordia y de gracia”, expresó.
El Santo Padre destacó que reza junto a toda la Iglesia para que “el Señor pueda realizar en sus corazones su obra y los transforme completamente en Él, fin último de la vida contemplativa” y para que las comunidades sean “verdaderas escuelas de contemplación y oración. El mundo y la Iglesia necesitan de ustedes”.
Formación durante toda la vida
El Pontífice exhortó a tomarse en serio “el desafío de la formación, que como bien saben, consiste en un itinerario de asimilación progresiva a los sentimientos de Cristo hacia el Padre”.
El Papa recordó que la formación es para toda la vida, por lo que es necesario “aceptar con responsabilidad” que “es un proceso lento, para el cual es importante no tener prisa”.
En este sentido, el Papa animó a no olvidar la importancia “del discernimiento y del acompañamiento espiritual y vocacional de las candidatas, sin dejarse llevar por la ansiedad de los números y la eficiencia”.
Asimismo, para que la vida contemplativa “sea significativa para la Iglesia y para el mundo de hoy -dijo el Papa- es necesario apostar por una formación adecuada a las exigencias del momento presente: una formación integral, personalizada y bien acompañada”, y añadió que “tal formación nutrirá y guardará su fidelidad creativa al carisma recibido”.
Al finalizar, el Papa invitó a los participantes a vivir esta jornada en fraternidad para que reciban “luz y vida en sus comunidades” y, para ello, la Virgen María “modelo de contemplación” enseña a “buscar constantemente el rostro de Dios y permanecer files a su misión de ser corazón orante de la Iglesia”.
La Jornada Pro Orantibus fue instituída por el Papa Pío XII en 1953 y se celebra en la fiesta litúrgica de la Presentación de María. Por este motivo, este año se realizó el Congreso “Profundización en la Vultum dei quaerere y en la Cor orans” en la Pontificia Universidad Lateranense de Roma.